Memorias Ocultas: La Unificación de la Atlántida y la Búsqueda del Destino

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Capítulo XVII

Pasaron dos días y no parecía haber señales de que las demás tribus del norte fueran a aceptar la idea de unificar a la Atlántida, y mucho menos que se llamaría de ese modo, como sea, al tercer día que ya había aceptado que no se iban a unir a nosotros, nos preparábamos para partir hacia el centro del continente para convocar a las tribus que se habían unido y entre todos consolidar el reino.

Después de un largo camino y de haber fracasado en incluir a todas las tribus, enviamos a los emisarios para juntar a todos los jefes de las tribus y así ponernos de acuerdo en cómo se iba a organizar. Llegado el momento y estando todos reunidos, de manera unánime determinamos que nuestra forma de gobierno sería con un máximo representante, en este caso, un rey; un senado compuesto por representantes de cada tribu; gobernadores de cada región y un ejército y armada unidas. Ahí nos encontrábamos discutiendo como se integraría todo cuando alcé la voz y dije -Nos estamos olvidando de algo muy importante, algo que será nuestra identidad y se convertirá en lo que somos, necesitamos un nombre- y justo terminando esa frase, llegaron las tribus del norte y el jefe Néstor (Νέστωρ) interrumpió diciendo -Que se llame la isla de Atlas-, nombre que de inmediato rechace, pero una joven mujer cuyo nombre no recuerdo respondió -Tiene sentido, el nos guío a todos nosotros y nos impulsó a lo que hoy nos tiene reunidos hoy- por lo que varios de los presentes en la reunión aceptaron la idea de inmediato y hubo otros cuantos que no estaban en desacuerdo, pero no les terminaba de convencer el nombre, por lo que de inmediato el propio Néstor dijo en voz alta -Y Atlántida que les parece?-. Yo rechacé de nuevo la idea y propuse “Poseidon”,  en honor a ese dios que me guío de algún modo, pero nadie más lo conocía, por lo que de inmediato todos lo rechazaron y en ése momento, Ivathos gritó -Atlántida!, que sea Atlántida- todos lo voltearon a ver y se voltearon a ver unos a otros, y de inmediato comenzaron a vitorear al unísono  -Atlántida, Atlántida- mientas alzaban sus puños, por lo que no me quedó más remedio que aceptar el nombre.

Después de esa reunión, todo fue más sencillo y con el tiempo adoptamos organización política, milicia y armada y como funcionará el reino atlante, además de una religión común. Nosotros adoramos al Dios Poseidón, pero desde aquella última vez, no he tenido ni yo ni nadie contacto con él, pero pareciera que nos protege y está de nuestro lado, de hecho, se podrán dar cuenta de que una división de nuestro ejército, al igual que los generales y almirantes, poseen tridentes para luchar. Si bien no todos pueden portar uno, es en señal de respeto al Dios Poseidón, además de que debe ser ganado por actos heroicos si no eres general o almirante. -¿Y que pasó con el cristal?- preguntó Kurosh interrumpiendo la historia del rey, -Se encuentra en dónde siempre ha estado, al sur de la Atlántida- respondió de manera tranquila el rey mientras continuaba con la historia.

El cristal no podía ser movido, puesto que es imposible sustraerlo del estado en que guarda suspendido a cuarenta metros del suelo, por lo que únicamente construimos un templo en honor a Poseidón en uno de los riscos y exactamente abajo del cristal, un centro de investigación. De hecho, habrán notado que no utilizamos antorchas para iluminar y aún así las calles, casas y edificaciones en general se encuentran iluminadas todo el tiempo, y eso es gracias a ese centro de investigación.

El cristal nos da todo y a cambio solo cuidamos de él y del entorno, por eso es que la naturaleza está tan presente en nuestras ciudades y edificios, porque hemos hecho una simbiosis con el cristal, a tal punto que yo poseo al día de hoy 467 años y gracias al cristal no he envejecido al igual que todos los demás atlantes.

Cómo sea, esa es mi historia y la historia de la Atlántida. Ahora lo que debo hacer es ir con el cristal para que nos guíe y me muestre el camino que debo tomar ante esta invasión persa comandada por mi hermano, -A propósito, nadie más a parte de ustedes dos sabe que él es mi hermano, así que por favor, no lo mencionen a nadie más- dijo preocupado el rey a Arash y Kurosh. Ambos asintieron con sus cabezas, cuando de pronto su charla se vio interrumpida por el general Karloto, quien le dijo en tono serio al rey -Mi señor, debemos planear el contraataque, esto no puede quedar impune-, Altas lo miró y mientras colocaba su mano sobre su hombro le respondió -Tranquilo, primero debo ir a ver al kardiá tís Atlantídas (καρδιά της Ατλαντίδας/corazón de la Atlántida) para que me muestre el futuro-, karloto asintió inclinándose ante Atlas y se retiró. -Ahora, necesito que me acompañen ustedes dos al corazón de la Atlántida- les dijo Atlas a Kurosh y Arash.

Prepararon cinco caballos para partir hacia el sur el rey, Karloto, Aithiōn, Kurosh y Arash y poco antes de partir, Atlas ordenó a sus tropas regresar a sus cuarteles y fuertes después de haber entregado los cuerpos de sus hermanos caídos en batalla a sus familias para darles una adecuada sepultura militar, misma que representa en la cultura atlante más que una etapa de duelo y tristeza, una etapa de honor y grandeza. Después de dar esa orden, los cinco partieron de inmediato sin mirar atrás, pues les esperaba un largo viaje de cuando menos cuatro o cinco días, por lo que debían darse prisa si querían llegar en cuatro días, así que Atlas sugirió sólo descansar cuando los caballos se hayan agotado para darles de comer y beber y por consiguiente, reducir al mínimo las paradas y así poder recorrer mayor distancia en menor tiempo, por lo que los cuatro aceptaron sin titubear para comenzar ésta larga travesía.

Atlántida: Se Alza Un Nuevo Imperio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora