Memorias Ocultas: Vínculos de Sangre y Arena

10 2 0
                                    

Capítulo XIV

El rey Atlas les dijo a Kurosh y a Arash de forma desganada y con la mirada perdida -Necesito hablar con ustedes un momento, ¿Podrían acompañarme?-, Arash y Kurosh se voltearon a ver y sin decir nada lo siguieron. Llegaron a una parte de la playa donde ya no había soldados ni rastro alguno de la batalla que se había librado hace no mucho, el rey se sentó sobre la arena e invitó a los dos a sentarse; cuando estaban los tres sobre la arena, Kurosh preguntó en un tono un tanto preocupado -¿Que desea hablar con nosotros? Majestad-, a lo que Atlas mientras observaba perdidamente el horizonte les dijo de manera muy calmada -Cuentenme todo acerca de aquel hombre alto que ordenó la retirada persa-, Kurosh respondió con extrañeza -Si lo que Arash me dijo era cierto, ese era el rey-, Arash interrumpió y dijo de manera tajante -Si, es el rey Jerjes-. -¿No conocías a tu rey?- dijo Atlas a Kurosh mientras lo volteaba a ver incrédulo, -Realmente, hasta hace menos de tres meses, yo tampoco lo conocía- dijo Arash antes de que Kurosh respondiera, entonces Atlas volteó a ver a Arash y preguntó aún más confundido -¿Cómo es posible que no conocieran a su rey?, ¿Los demás persas tampoco lo conocen?-, -yo responderé éso- dijo Arash y agregó -Nadie lo conoce, solo sabiamos que existía y no fue hasta hace poco que yo lo ví en persona en su palacio y es realmente aterrador, es tan alto como ustedes los atlantes, tiene perforaciones por todo el cuerpo, no tiene cabello y tiene una voz muy penetrante, siempre se rodea de personas deformes y aterradoras en su salón real que apenas y recibe luz de unas escasas velas, y lo mismo durante todo el camino hacia acá parece que no le gusta mostrarse en público-. Atlas se quedó pensando en la imágen que se había formado en su cabeza de lo que Arash había dicho cuando llegó karloto gritando -¡Mi señor!, debe partir a la capital a informar todo lo acontecido aquí-, el rey se levantó y respondió -Prepara los transportes, partimos en media hora-.

Arash y Kurosh se quedaron en la arena mientras que el rey se retiró, -Gracias por ayudarme- le dijo Arash a Kurosh mientras palmeaba su espalda -Nada de ésto lo habríamos logrado sin ti- agregó. Kurosh lo miró, sonrió y dijo -tu eres el verdadero héroe aquí, arriesgaste todo por ésto-, los dos suspiraron y se levantaron de la arena para ir detrás del rey. Mientras iban caminando, Kurosh voltea a ver a Arash y le preguntó -¿Por qué lo hiciste?-, Arash voltea a verlo y respondió -realmente no iba a hacerlo, y aún no sé porque lo hice, solo se que valió la pena-.

Al cabo de un rato, el rey le ordena al almirante Aithiōn que se encargue de coordinar junto con los demás almirantes la atención de los muertos y heridos en la zona, así como de la limpieza y reconstrucción. Los generales, su comitiva, Arash, Kurosh y el rey parten en los transportes hacia la capital de la Atlántida y mientras iban en camino, Atlas de la nada le dijo a Arash y Kurosh -Es mi hermano-, Se voltean a ver y responden desconcertados al unisono -¿Cómo?-, -Si, es mi hermano, Jerjes es mi hermano- respondió de inmediato Atlas. Ambos al escuchar tal aseveración quedaron atónitos y Kurosh preguntó -¿Cómo es éso posible?-, -Es algo muy vago para mí, pero lo recuerdo en mi infancia, cuando todo ésto que ven aún no existía- respondió Atlas. Arash y Kurosh aún más confundidos viéndose el uno al otro sin palabra alguna, Arash rompe el silencio y preguntó -¿Que de hablas, como que cuando todo ésto no existía?-. Atlas suspiró y precedió a contar la historia de la fundación de la Atlántida o en otras palabras, su historia.

Todo se remonta aproximadamente unos 387 años atrás desde éste día, recuerdo que vivía con mi padre y no estoy del todo seguro si con mi madre y mi hermano, yo habré tenido unos dos años de edad; todo estaba rodeado de arena y recuerdo que todo era muy normal, pero cuando intento recordar que sucedió después, me resulta muy difícil, solo recuerdo a mi padre llevándome en brazos por el desierto y de la nada estamos en este continente donde está situada la Atlántida. Todo ésto realmente estaba despoblado, los pocos atlantes que habían estaban dispersos por todas partes y había conflictos entre ellos, recuerdo a mi padre contarme historias de dónde nació y todo sobre su cultura, realmente quedé fascinado y desde entonces el me enseñó nuestra lengua, nuestras costumbres y sobre todo, su sueño de unificar a las tribus atlantes en una sola, así que crecí con ese sueño qué me persiguió hasta cuando tenía veintiocho años, me encontraba luchando junto a mi padre contra una tribu del sur que nos atacó porque uno de nuestra tribu había entrado en su aldea sin permiso, por lo que de inmediato mi padre y yo nos preparamos para defender la aldea y cuando terminamos, salimos a luchar para tratar de calmar las cosas cuando de pronto un guerrero de la otra tribu lanzo su lanza y mientras mi padre me daba unas palmadas en la espalda por mi buen desempeño en batalla, ésta lo atravesó por el estómago, cayó en mis brazos y comenzó a desangrarse muy rápido, realmente no pude hacer nada más que escuchar sus últimas palabras, el me dijo que cumpliera su sueño por él, murió en mis brazos y con lágrimas en mis ojos, tomé la espada de mi padre y asesiné a cuántos pude con mis propias manos, los que quedaron salieron huyendo con nosotros persiguiendolos hasta su aldea y cuando llegamos, asesiné a todo aquel que se me atravesara, cubrí con sangre toda una aldea pero eso no calmo lanira por la muerte de mi padre, caí sobre mis rodillas y comencé a llorar, mis amigos y conañeros me tomaron y me llevaron de regreso a nuestra aldea; enterramos a mi padre y todos se fueron a dormir, yo por otro lado, salí de mi tribu con nada más que la ropa que llevaba puesta, la armadura de mi padre, su espada y una hogaza de pan en la espesa noche, ya nada había ahí para mí y así comenzó mi gran viaje...

Atlántida: Se Alza Un Nuevo Imperio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora