1903. El silencio reinaba en las tranquilas calles de Nueva Orleans. Los charcos repartidos por toda la ciudad reflejaban a la hermosa noche estrellada que habitaba sobre el cielo. Las calles estaban desiertas, aunque se podía escuchar una suave melodía de Jazz en los bares y restaurantes. Los grandes edificios se extendían hasta increíbles alturas. Y la bonita luna llena iluminaba cada rincón de la oscuridad de la noche.
Algo alejada de la ciudad, al lado de un pequeño bosque, había una pequeña cabaña de madera. Era bastante elegante para ser una cabaña, se podían ver unas bonitas ventanas selladas con cortinas color coral, un pequeño porche con una silla para descansar, e incluso un camino de piedras hasta llegar a la entrada de los cafés y restaurantes de Nueva Orleans.
Desde fuera de aquella cabaña, se oían unos llantos y gritos de esfuerzo, como si alguien intentara levantar una barra de hierro, algunos vecinos que cerraban ya sus tiendas e iban directos a casa fruncieron el ceño ante tal ruido, normalmente la casa de los Riphill era tranquila y silenciosa, pero aquella noche era sin duda una excepción.
Dentro, se veía claramente que Elisabeth Riphill, se esforzaba por dar a luz a su bebé, mientras, el Señor Riphill, animaba a su esposa por que lograra sobrevivir al parto sin salir herida. -Vamos, Elisabeth, haz un esfuerzo, ya casi está-decía.
Por fin, salió al mundo un hermoso niño, era muy bonito, con unos profundos ojos marrones, y un cabello moreno sobresalía de su redonda cabeza.
La pareja descansó y suspiró de alivio. Elisabeth cogió a su nuevo hijo y le miró a los ojos. -Juro que siempre voy a estar contigo y te voy a proteger en cualquier momento, vas a ser muy feliz, y no te va a pasar nada, porque papá y yo vamos a estar contigo pase lo que pase, cariño-le habló. El bebé sonrió alegremente.
-Bienvenido al mundo, Alastor.
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El Demonio Radiofónico
RomanceLa historia del pasado del demonio más peligroso de todo el pentagrama del infierno, Alastor