Capítulo 2: Ondas de Radio

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El sol brillaba sobre Nueva Orleans el caluroso 6 de Mayo de 1911. Elisabeth estaba ocupada preparando el plato favorito de su hijo para cuando volviera del colegio, cuando, de repente, alguien entró.

-Oh, Alastor, has lleg-se detuvo al ver a Tom, su segundo marido.

Desde la muerte de James, el marido original de Elisabeth, el dinero que ganó ella no era suficiente para pagar la casa ni el colegio de su hijo, pero ella quería una buena educación para su niño, por lo tanto se vió obligada a casarse con Tom, un borracho que trabajaba en una oficina que vendía materiales a otras ciudades de las minas que poseían. Esa era la única forma de seguir viviendo, aunque Tom maltrataba e insultaba a su mujer si él quería o sí teníá un mal día en el trabajo. En cuánto a su hijo, lo odiaba más que nada, cuando el pobre niño le llamaba "papá", él inmediatamente le gritaba que no era su padre y que no quería a niños molestándole.

Elisabeth tiritó de solo pensar cómo trataba al pobre Alastor.

-Oh hola cariño, pensaba que eras Al.

Tom la miró mal.

-Hola-gruñó y se sentó.

Elisabeth frunció el ceño.

-¿Qué pasa, has tenido un mal día?-preguntó suavemente.

-¿Y a tí que te importa?-exclamó malamente Tom.

Elisabeth suspiró y le dejó un plato de Jambalaya en la mesa mientras él ponía la radio. En lo que daban las noticias, entró por la puerta principal un niño de unos 7 años. Era un niño delgado y larguirucho, con su uniforme escolar compuesto de un polo blanco con un chaleco café de lana, unos pantalones formales también marrones y unos zapatos negros. Su pelo moreno estaba perfectamente peinado hacia un lado, mientras su mirada se fijaba en su madre y sonreía alegremente.

-¡Mama!-saludó Alastor mientras le daba un fuerte abrazo.

-Hola cariño-dijo su madre, devolviéndole el abrazo,-siéntate a la mesa, que te he hecho tu plato favorito para comer hoy.

-¡Jambalaya! gracias mamá.-respondió el niño con una amplia sonrisa que se desvaneció un poco al ver a Tom.-Hola, Tom.

Tom no respondió. Cuando ya estaba lista la comida(la cuál él ya había terminado) Elisabeth dejó dos platos y se sentó a la mesa con su hijo.

-Bueno, cariño, ¿Qué tal el día?-preguntó su madre curiosa.

-Muy bien madre, hemos hecho una prueba de multiplicaciones y he sacado un 9,5.-dijo Alastor orgulloso.

-¡Muy bien, hijo! al final va a haber que llevarte a un colegio para superdotados, jajajaj-comentó Elisabeth.

-Este niño no va a ir a ningún colegio para superdotados ni ninguna de esas mierdas, suficiente que le pago ya el colegio privado, si tanto sabe, que acabe ya el maldito colegio y venga a trabajar a mi mina, como debería ser.-gritó Tom, rabioso.

-¡Tom! pero como se te ocurre decir semejante estupidez.-exclamó Elisabeth horrorizada.

Tom escupió y se levantó de la mesa sin responder. Alastor bajó la mirada triste, cuando Elisabeth le acarició la mano y le sonrió. Tras esto dijo algo que al pequeño niño de siete años se le quedaría para siempre en la cabeza.

-Sonríe, cariño, nunca estás completo sin una sonrisa.

El Demonio RadiofónicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora