Episodio 30

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Aidan Gallagher

Maratón 1/4

Faltaba una semana para la boda, Madeleine y yo ya estábamos en la cabaña, mi madre había regresado a Malibu ya que según ella había olvidado unas cosas y volvería en unos días.

Estaba en la oficina, siendo sincero ya era muy tarde y Madeleine había querido hablar conmigo de algo muy importante.

Tomé mis cosas y salí de la oficina, ya no había nadie, ni Mavis.
Baje al estacionamiento y subí a mi auto para irme a casa.

(...)

Me dejé caer en el sofá quitándome la corbata. Lo bueno de la cabaña es que estaba algo retirado de la ciudad y no se escuchaba nada de ruido.

—hola— abrí mis ojos y vi a Madeleine en pijama delante de mi.

—hola— me reincorpore en el sofá.

—te estuve esperando para cenar— se sentó a mi lado.

—si perdón, ha habido muchos pendientes en la oficina y no mido el tiempo— le sonreí para que se tranquilizara.

—si esta bien, despertaré a Gladis para que haga la cena— se levantó y tome su mano.

—no, así déjalo, hagamos algo tú y yo— me sonrió y asintió, así que me puse de pie y nos dirigimos a la cocina.

—cuando vivía con mi madre, solía hacerle pasta en salsa de tomate— sacaba las cosas.

—¿sabes cocinar?— fruncí mi ceño y ella me veía mal.

—claro que si, después de que mi madre la internaran en el hospital, tuve que aprender a cocinar— se reía— sigo viva así que creo que cocino rico—.

—eso ya lo veremos— me miró y me enseñó la lengua. Yo solo reí de su gesto infantil.

Comenzamos a hacer todo, yo hacia la salsa, Madeleine me decía que tenía que poner y lo hacía.

Le di a probar con una cuchara y probó poco, hacía un gesto de que la probaba.

—le falta sal— comentó risueña.

—oh si, ya le pongo mas— la seguía viendo y la harina estaba afuera, tome entre mis dedos de modo que no me viera y se la arroje— me equivoqué de condimento— me reía fuerte.

—¡Aidan Gallagher!— decía molesta con harina en su cabello.

Sin darme cuenta, ya tenía harina en mi cara y traje. La volteé a ver y ella iba a huir pero la atraje a mi tomándola de la cintura y haciéndole cosquillas.

—Aidan basta— se reía fuerte.

La cargué y la senté en la isla de la cocina, me detuve en las cosquillas y la atraje a mi para besarla, no me importaba que estuviera cubierta de harina. No le quitaba lo radiante que es.

Me separé de ella— perdón, no debía hacer eso—.

—Aidan— me di la vuelta y escuché como bajó de la isla— Aidan mírame— tomó mi hombro y me di la vuelta para verla— quería hablar contigo de algo— jugaba con sus dedos.

—mira, primero cenemos y ya hablamos de eso— le sonreí haciéndola sonreír a ella.

(...)

Después de casi incendiar la cocina, comíamos en el sofá con una copa de vino.

—no bromeabas con lo de la pasta— veía como se reía de mi.

—que bueno que te haya gustado— dejó el plato y tomaba la copa entre sus manos.

Matrimonio por convenienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora