Los vampiros ni siquiera existen.

51 11 28
                                    

- ¿Qué quieres decir con que no es apropiadamente correcto? - 

Gustavo rodó los ojos, acomodándose la mochila en sus hombros. - No es apropiadamente correcto llamarlos zombis.- 

- ¿Cómo debemos llamarlos entonces, monstruos come-carne? - Zoe soltó una risita. 

- Llámalos, los muertos vivientes o algo así.- 

Zoe rio, pateando lo que solía ser una ardilla, que ahora estaba diseca y obviamente muerta. - ¿Los muertos vivientes? Juro que eso es lo que los vampiros pensaba que eran.- 

- Los vampiros ni siquiera existen.- Gustavo la tomó del brazo, jalándola. - Y deja la maldita ardilla muerta en paz. Ha sufrido lo suficiente como para que la estés pateando como si fuera balón de fútbol.-

Zoe soltó un quejido, arrastrando los pies en la tierra cuando llegaron al borde de un bosque. - Ya –

Gustavo se dio la vuelta, deteniendo sus pasos para darle la cara. - Te juro que si me preguntas si ya llegamos, te voy a decapitar y dejar tu cabeza a las ardillas.-

Zoe se cruzó de brazos y alzó una ceja con cinismo. -¿Con una cuchara?-

- Con tu propio cuchillo.- Respondió Gustavo. Ella le sonrió divertida. 

Palmeó un bolsillo de sus pantalones señalando su propio cuchillo, y como consecuencia, su arma. - Y no olvides lo que tengo aquí.- 

- ¿Entre las piernas? No gracias no quiero saber. - Se rió. 

- ¿Sabes que? Hablas mucho y espero puedas perdonarme. - Saco su mochila de su hombro y saco una lata de comida, totalmente vacía. 

- ¿Perdonarte, por qué?

- Por esto. - 

Gustavo lanzó la lata y golpeó a Zoe en la cara, solo que esta vez sí la noqueó, dejando a la adolescente esparcida en la tierra del bosque. Parpadeó, negando con la cabeza, tirando la lata vacía, y tragó con fuerza.

- Ups. - Murmuró, antes de inclinarse y echarse a Zoe al hombro, como un bombero.

No era particularmente pesada, pero no es como si fuera un peso ligero tampoco. Gustavo, al no ser tan fuerte, gruñó y se quejó mientras se encaminaba a través del bosque, con la adolescente inconsciente sobre su hombro.

Era como la escena de una película, solo que Gustavo no estaba cubierto en sangre y Zoe no era una chica de cuentos de hadas con una mordida de zombi, se estremeció. No estaba rescatando a la damisela en peligro, y no los iba a llevar a un lugar seguro. "Accidentalmente" había noqueado a Zoe y los llevaba por el bosque apenas caballeroso o atrevido, si era perfectamente honesto.

Esperaba que la irritante adolescente despertara pronto - si lo hubiera matado (¿con un golpe por una lata en la cara?), se sentiría más que culpable. Era terrible con cuerpos muertos, lo cual ya se había comprobado en el pasado, y Tomás le había hecho burla más de una vez por ello.

Le tomó casi una hora, pero finalmente llegó al otro lado del bosque, el cual se abría hacia un largo tramo de carretera. Zoe seguía inconsciente, el chorrito de sangre que había salido de su nariz se había secado, y Gustavo empezaba a sentir hambre. Siguió caminando, sin embargo, siguiendo el camino hacia la derecha.

Ciertamente, no sabía en realidad hacia dónde iba; tenía un GPS, pero se había roto hace mucho tiempo, hasta donde sabía, bien podría estar yendo en círculos, alejándose cada vez más de su hermano. Ese pensamiento lo hizo detenerse, su estómago dio un vuelco, y se mordió el labio inferior, mirando alrededor. No sabía dónde podría estar Tomás, y podría haberse estado alejando más y más de él cada día. Ni siquiera sabía si Tomás estaba vivo. Ver si Tomás seguía con vida era lo único por lo que vivía.

𝐓𝐡𝐞 𝐖𝐨𝐫𝐥𝐝 𝐈𝐬 𝐔𝐠𝐥𝐲 | 𝙶𝚞𝚜𝚝𝚊𝚟𝚘 𝙲𝚎𝚛𝚊𝚝𝚒 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora