No le robes a los muertos

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Gustavo se arrodilló frente al extraño, quien claramente había tenido una gran pila de muertos encima. No literalmente, obvio, pero parecía algo así.

El extraño tenía agujeros en sus pantalones y cortadas en su rostro, su cabello desaliñado y crecido. Sus botas estaban estropeadas y ensangrentadas, al igual que sus brazos desnudos, y la camisa que llevaba estaba rasgada. Miraba directo al frente, hacia la nada, como si el carro no estuviera ahí, y parecía que ni siquiera respiraba.

-¿Hola?- Gustavo dijo con precaución, apenas consciente de las piedrecillas clavándose en sus rodillas cuando se hincó. -¿Estás bien?-

Miró hacia el auto y vio el rostro afligido de Charly en el asiento del copiloto, con Bianca inclinada sobre el costado de la puerta del conductor y Zoe probablemente en algún lugar detrás. No obtuvo una respuesta del hombre, ni siquiera un parpadeo, y frunció el ceño, sus cejas juntándose.

Estiró una mano y la colocó sobre el hombro del extraño, y este brincó, un pequeño jadeo dejando sus labios. Gustavo brincó también, sorprendido, y vio al hombre mirar alrededor, sus manos temblando.

-¿Por qué no meatropellaste?- Preguntó el extraño, y Gustavo parpadeó sorprendido.

-Lo siento, ¿Qué?-

-Hay un auto a treinta centímetros de mi rostro; ¿Por qué no está a treinta centímetros de mi cadáver?-

Miró a Bianca, quien se encogió de hombros, volviendo detrás del volante. -Escucha, quieres...uh, ¿Quieres venir con nosotros?.- Negó con la cabeza.

-Gracias, pero no. Solo tendré que encontrar un arma o algo.-

- ¿Qué? ¿Por qué?-

- Porque no aguanto más de este maldito apocalipsis. - Había lágrimas en los ojos oscuros de este hombre, y Gustavo nunca había visto a alguien tan derrotado. Era como si él lo hubiera elegido, elegido irse. Como si no hubiera nada más que pudiera hacer. -Se ha llevado a todos los que conozco y he amado, especialmente a los dos hombres más importantes de mi vida, y yo soy el único que queda. Preferiría dispararme, o... o que me atropelle un carro chatarra, que ser devorado por un zombi.-

Gustavo hizo una mueca de dolor. Bianca encendió el motor y aceleró, claramente no apreció que insultaran a su auto. Gustavo conocía a Bianca: insultar a su auto era como insultar su feminidad, o lo que quedaba de este.

Mientras tanto, el extraño empezó a sollozar. - Por favor, por favor mátame. Eres la primera persona que he visto en meses, no quiero pasar tanto tiempo sin volver a ver a nadie. Mátame ahora, para que no tenga que hacerlo yo.-

El motor resonó más fuerte, y Gustavo se levantó. - ¡Bianca, no! - Chilló, y la mujer detrás del volante alzó las cejas.

- Pero, Gus -

- No.- Se volvió hacia el extraño. - ¿Cuál es tu nombre? -

-¿Qué importa?- Sorbió por la nariz.

-A mí me importa.-

Hubo una pausa. - Soy Daniel. Daniel Vázquez. favor... solo quiero que este apocalipsis termine.-

°•°

Bianca estaba de mal humor. Y también, al parecer, lo estaba Zoe. Charly y Gustavo eran los únicos hablando con Daniel, los tres estaban sentados a un lado del camino, mientras las dos mujeres los miraban con el ceño fruncido desde los asientos frontales del auto.

Daniel no podía dejar de llorar. Por decisión propia o no, a lo más que podía calmarse era en sollozos, y luego volvía a soltarse en llanto. Sollozaba contra Gustavo, quien lo sostenía, sin necesitar una explicación. Les había pasado a todos ellos.

𝐓𝐡𝐞 𝐖𝐨𝐫𝐥𝐝 𝐈𝐬 𝐔𝐠𝐥𝐲 | 𝙶𝚞𝚜𝚝𝚊𝚟𝚘 𝙲𝚎𝚛𝚊𝚝𝚒 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora