𝐓𝐡𝐞 𝐖𝐨𝐫𝐥𝐝 𝐈𝐬 𝐔𝐠𝐥𝐲 | 𝙶𝚞𝚜𝚝𝚊𝚟𝚘 𝙲𝚎𝚛𝚊𝚝𝚒

¿Daniel...?

Las horas pasan, y pronto son las 8pm. Daniel está sentado en la mesa del comedor, picoteando su comida, la cual está fría ahora. Contrario a él hay un asiento vacío y otra comida fría, con flores marchitándose en un florero en medio de la mesa. Daniel tiene un nudo en la garganta, y está conteniendo las lágrimas mientras tristemente apuñala una suave papa con un tenedor que su "novia" compró.

Ella debería haber estado en casa hace dos horas. Esta noche se supone que es especial. No es su tercer aniversario por nada. Tal vez lo había olvidado. Pero Danna no lo haría, Danna recuerda todo.

La puerta se abre otra media hora más tarde, y Danna entra, cansada pero formal, su bolsa lleno de papeles. Daniel alza la cabeza de golpe, sus ojos llenos de lágrimas, y Esmeralda se acerca pronto, la disculpa escrita en su rostro. Parece tan genuino que Daniel nunca podría ver la mentira.

Daniel sollozaba contra un costado del auto, las rodillas hacia su pecho. Todos los demás estaban dormidos dentro del auto, felizmente ignorantes del hecho de que quería arrancarse el corazón en ese momento. Se jaló el cabello, la garganta ronca por gritar, su estómago ardiendo desde adentro.

Las rodillas de Danna tiemblan cuando Dylan
le muerde el cuello, sonriendo mientras lo hace. No piensa en Daniel, ni en cómo se está perdiendo la cena por estar aquí. Los dedos de su jefe manosean su fea falda de trabajo, bajándola hasta sus tobillos y rozando sus entrepiernas. El piso se encuentra con rodillas y la boca se encuentra con la entrepierna mientras la espalda de Danna se arquea y sus uñas arañan el escritorio, el borde de madera clavándose en sus nalgas. Solo puede pensar en lo bueno que se siente tener la boca de Dylan en ella. No piensa en Daniel en lo absoluto.

Daniel no podía respirar. Sus destrozados sollozos le dificultaban llevar aire a sus pulmones. Todo lo estaba golpeando de una. El diario, el engaño, el apocalipsis, la pelea, Danna, los zombis, el trabajo, Danna, las cenas, Danna, el silencio, Danna, Danna, hija de puta Danna.

Danna lo estaba consumiendo, incluso desde la tumba, y él ya no podía hacerlo. Simplemente no podía. Estaba roto, desmoronándose, disolviéndose, y nadie estaba conteniendo. Pero no es como si hubiera una horda de zombis para-

Espera...

Se limpió sus ojos llorosos, levantándose con las piernas más temblorosas que nunca. Silenciosamente abrió la puerta, mirando a Zoe y a Gustavo, quienes estaban dormidos detrás, y sus ojos fueron hacia el arma que yacía en el tablero. El arma de Gustavo. Con una sola bala. Guardada para Gustavo.

Sus manos temblaron mientras se inclinaba sobre Bianca, la chica durmiente, quien se había puesto en el asiento del conductor hace horas atrás, para tomar el arma. Era pesada en su mano, fría e implacable, y salió del auto, cerrando la puerta detrás de él. Volvió a sentarse, dándole vueltas al arma una y otra vez en sus manos, antes de cerrar los ojos con fuerza.

- ¿Dónde has estado?- Daniel pregunta, tragando con pesadez.

- Lo siento, amor. Lo siento tanto, tanto. - Danna acunó su rostro, mordiendo su labio inferior. - Dylan me hizo quedarme para terminar unas cosas. - Una mentira a medias. Mira hacia la mesa, y su rostro demuestra más decepción de sí misma. - Oh, amor. Oh por Dios, lo olvidé por completo. Amor, lo siento tanto.-

Lo siento. Si tan solo Danna estuviera aquí para decirlo ahora.

Lo siento.

Lo siento...

Se puso de pie tambaleando, hacia el oscuro campo, la luna oculta por las nubes sobre él. Hacía frío, y si no estaba temblando antes, ciertamente lo hacía ahora. No tomó mucho tiempo para que el auto se desvaneciera detrás de él, con cuatro personas vivas y sanas dentro. Cuatro personas vivas y sanas a las que nunca les habían visto la cara de imbéciles, que estaban completas y capaces de lidiar con lo que estaba pasando mucho mejor de lo que él jamás podría.