༒︎
𝐄𝐋𝐈𝐀
Ya es de mañana y me termino de vestir. Un pantalón celeste con un corset blanco y una chaqueta del mismo color. Algunos accesorios y maquillaje labial mate. Mi cartera LV, mis tacones de la misma marca.
En minutos me encontraba en el aire. Pasan dos horas desde que mi jet privado despega; todo el interior es elegante. Atlas y Felix vienen conmigo por orden de mi abuelo, aunque ellos saben que son mis escoltas. Con Atlas nos conocemos desde niños, a veces peleamos de más y no nos soportamos, pero aún así lo considero un hermano; siempre va conmigo a todas partes.
** Pasajeros, por favor abrochen sus cinturones de seguridad. En minutos aterrizaremos. Pido su colaboración. Habla el piloto.
....
Félix abre la puerta del auto del asiento de pasajero, Atlas sube al del asiento copiloto y Félix a mi costado.
En cuestión de minutos llegamos al edificio de mi penthouse. Mis escoltas entran en su dormitorio, pero cerca de mí.
Son las 20:00 p.m. de la noche. Me preparo para la reunión. Mi cuerpo de reloj de arena reluce con mi vestido negro de cuero pegado a mí. Con el escote de corazón. Un saco verde encima que llega hasta mis muslos. Botas verdes que llegan hasta arriba de mi rodilla. Algo que jamás falta en mí, mi bolso verde de Hermes. De accesorios llevo unos aretes Chanel y un collar Bulgari de serpiente dorada, mi reloj Versace también dorado.
Salgo de la habitación enorme. Ya Atlas y Félix se encontraban esperándome, ambos de traje negro, así como sus corbatas y la camisa del mismo color.
—Estás hermosa —Atlas me guiñó un ojo con una sonrisa coqueta.
Solo le sonrió asintiendo: —Ustedes también están de acuerdo con su trabajo.
—Auch, eso dolió —se toca el pecho dolido. Niego con la cabeza y me encamino en la puerta que Félix abre.
—Todos están en su posición para cualquier enfrentamiento —habla Félix a mi costado, informando—. El jet está listo para partir en la noche, señorita...
—Ya te dije que me llames Elia —lo miré de reojo para seguir mirando mi camino.
—No me atrevo a hacerlo, señorita...
—Pues atrévete, te di la orden; nadie puede decirte lo contrario.
Él no dice nada. Llegamos al auto que espera por mí. El Luxury blanco en el que subo, seguida por mis escoltas que manejan un Jeep negro.
Si todo va en orden como lo planeamos, no habrá un enfrentamiento entre los socios que solicitaron mi presencia. Es totalmente raro, pero no es como si les tuviera miedo; ellos no podrán conmigo; si es que se les ocurre pelear conmigo, ni siquiera tienen la oportunidad. Si lo hacen, la Camorra, Cosa Nostra y Latam los harán trizas si lo intentan.
Las puertas de la mansión de la organización se abren, dejando ver a los empleados quienes nos reciben con la cabeza baja sin mirarnos a la cara. Hay guardias rodeando toda la mansión, en las esquinas, las terrazas, y francotiradores en el techo...
La puerta de la sala grande nos recibe. No dejo que me quiten la chaqueta. Lo intentan hacer; la mujer que se atrevió a querer tocarme retrocede antes de la mirada de advertencia de Atlas. Él deslumbra frialdad y terror. Le echó una mirada para después continuar mi camino. Cuando llego al living donde están todos, se ponen de pie, recibiendome con una reverencia. Me acerco a la mesa donde están ellos; un asiento en el medio es marrón de cuero con perlas blancas; el borde es de madera con diseño de enredadera. Me siento, es esta. Busco mi puro, que lo sacó de mi cartera. Félix saca el fuego en mi dirección, encendiendo mi cigarrillo entre mis dedos. Hago la primera calada, con todos en silencio; algunos me ven, otros no se atreven.
—Es un honor tenerla aquí, señorita D’Lacroix —habla uno con su voz de emisión. Este me ve con una sonrisa que no le corresponde.
—Lo mismo digo —dice otro, pero está vez la voz es más fastidiosa.
En mi tercera calada, expulsó el humo y me cruzé las piernas una encima de la otra.
—Quién fue el idiota que insistió en mi presencia —espetó de mala gana.
—Fui yo, Elia Dlacroix —una voz ronca mezclada con seriedad habla desde un lado que no es la mesa; el sonido de pisadas fuertes retumban alrededor debido al silencio—. Tanto tiempo sin verte solcito.
Aprieto mi mandíbula ante su forma de llamarme frente a mis empleados; me muerdo la lengua para no responderle como él desea. Lo que quiere es que le ponga un precio a su cabeza.
— Eras tú el imbécil que...
—Aja, fui yo —el hombre sexy llega a mi costado; ve a uno que está en el asiento al costado mío; no fue necesario hablarle, ya que el cobarde se levanta con rapidez, casi tropezando con sus pies. —Tuvieron suerte ellos —mira a todos los que están en la mesa grande. —O esto hubiera sido la masacre en Europa —expresó fijándose en mí; sus ojos grises expresan el deseo que me pierdo en su mirada; sus labios se curvan en una sonrisa de lado; maldito, lo maldije mentalmente porque mi cuerpo reacciona ante él y su sonrisa que hizo mojar mi braga.
—Debimos hacerlo, señorita —comentó uno con la voz temerosa—. Conoce al señor Malishev.
¡¿MALISHEV?! El Mafioso Ruso, próximamente heredero de la Mafia Eurasia. El hombre sexy, quien me concedió dos orgasmos con los que casi tuve sexo. Maldita sea. De haberlo sabido lo no habría permitido.
—Con la expresión de tu bello rostro, persik, veo que no tenías idea de quién tenías metido entre tus piernas —susurra en mi cara que estoy segura que arde como llamas mis mejillas; él lo disfruta, ya que sonríe como un imbécil que hace relucir los hoyuelos en su mejilla, mostrando sus perfectos dientes blancos — Slavik Malishev Un placer conocer a la princesa de Francia.
¡Oh Dios! Todo a mi alrededor desapareció, solo él y yo mirándonos con el deseo que no se puede negar. La electricidad recorre mi cuerpo cuando él toma mi mano y besa mi torso. Sus labios tocan mi piel que arde en llamas en ese tacto.
— Una aventura que huele a peligro
— Creo que sí...
Apenas pronunció esas palabras. Es cuando me doy cuenta que él es la debilidad en persona. Mi maldición.
La maldición que deseo.
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𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐭𝐚 𝐁𝐞𝐧𝐝𝐢𝐭𝐚 © ✔︎ Sᴀɢᴀ 𝐌𝐀𝐋𝐃𝐈𝐓𝐎𝐒 1
Romance✞︎ 𝐄𝐥𝐥𝐚, 𝐞𝐬 𝐞𝐥 𝐀́𝐧𝐠𝐞𝐥 𝐦𝐚𝐬 𝐚𝐫𝐝𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐥 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐈𝐧𝐟𝐢𝐞𝐫𝐧𝐨 ✞︎ ✞︎ 𝐄𝐥, 𝐞𝐬 𝐞𝐥 𝐃𝐢𝐚𝐛𝐥𝐨 𝐝𝐢𝐬𝐩𝐮𝐞𝐬𝐭𝐨 𝐚 𝐪𝐮𝐞𝐦𝐚𝐫𝐬𝐞 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚𝐬 𝐥𝐥𝐚𝐦𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐬𝐮 𝐬𝐨𝐥 ✞︎ Eʟɪᴀ Dʟᴀᴄʀᴏɪx 𖤍 Una mujer se...