Capítulo 4

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        4

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        4.No hay agua suficiente en el 
          mundo para limpiar mis pecados

                    

Zabdiel Russo

Ver a Selene llorar frente a mí fue como presenciar el derrumbe de un castillo de arena bajo una ola furiosa. Su fragilidad me desgarraba el alma, y cada sollozo resonaba como un golpe en mi pecho. Me sentí impotente, me sentí como si estuviera viendo sufrir a la persona que más quería en el mundo.

Le juré a Selene que siempre la protegería, que sería su escudo contra el mundo. Pero en ese momento, me di cuenta de que había fallado. No había podido protegerla del dolor, no había podido evitar que sufriera.

Me sentí culpable, me sentí responsable de su sufrimiento. Mi corazón se llenó de arrepentimiento y mi mente se llenó de pensamientos de "¿y si...?". ¿Y si hubiera actuado de otra manera? ¿Y si hubiera podido evitar todo esto?

Recuerdo el día en que nos conocimos en el jardín de niños, cuando un niño se burlaba de las trenzas de Selene. Mi furia se encendió como un volcán, y no dudé en darle un puñetazo en la cara. Desde ese momento, supe que haría cualquier cosa para protegerla.

En la escuela, la burla se volvió más despiadada sobre su peso. Las palabras hirientes, como cuchillos, la obligaron a esconderse, a dejar de comer, a torturarse con el ejercicio. Su madre, preocupada, la obligaba a comer, pero Selene en secreto vomitaba todo cuando no estaba ella.

Recordé cómo le dije a Selene que no me importaba su físico, que me enamoraba su esencia, su alegría, su amabilidad. Su sonrisa, sus ojos, todo de ella me cautivaba. Le prometí que siempre la amaría, sin importar su peso, su tamaño, su forma. Ella era mi luz, mi razón de ser.

Pero no la protegí de mi propia oscuridad. La traición más cruel, la que no esperaba, la que la rompió en mil pedazos, fue la mía. Me sentí como un traidor, como un monstruo que había destruido la confianza de la persona que más amaba.

Recordé cómo Selene me miraba con ojos llenos de admiración y gratitud, cómo me veía como su héroe, su salvador. Y yo, con mi egoísmo y mi debilidad, la destruí.

Me sentí abrumado por la culpa y el arrepentimiento. Quería volver atrás en el tiempo, quería hacer las cosas de manera diferente. Quería ser el hombre que Selene merecía, no el monstruo que la había destruido...

Unas gotas frías me despertaron, como pequeñas punzadas de hielo en mi rostro.

Abrí los ojos y vi el cielo negro. No me moví de la banca donde estaba recostado. Con un suspiro que se perdió en el viento, cerré los ojos, esperando el impacto de la tormenta.

El precio de una noche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora