Capítulo 19

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        19.No puedo dejar a Daena sola

                          
Selene Pérez

Me estacioné y bajé del coche, mi corazón latiendo con una emoción y anticipación que parecía consumirme por completo, como un incendio que devoraba todo a su paso. 

Zabdiel me había mandado un mensaje diciendo que nos encontráramos en un parque, y allí estaba yo, caminando hacia él con pasos nerviosos y expectantes, como si mi vida dependiera de ese momento. El sol comenzaba a ocultarse, lanzando un cálido resplandor anaranjado sobre el escenario, y una brisa suave acariciaba mi piel, pero yo solo podía sentir el calor de mi propio corazón, que latía con fuerza en mi pecho. 

Busqué con la mirada hasta que lo vi, parado con una sonrisa en su rostro, con una gorra y lentes que lo hacían ver aún más guapo y misterioso, como un sueño hecho realidad. Mi corazón saltó de emoción y comencé a correr hacia él, sin poder contener mi alegría y mi deseo de estar en sus brazos, de sentir su calor y su amor. Me lancé a sus brazos, sintiendo su abrazo fuerte y protector, que me envolvía como un refugio seguro, como un hogar donde podía ser yo misma. 

—Te extrañe tanto —dije, soltando unas lágrimas de felicidad y alivio.

—Igual yo, bonita —susurró en mi oído, su aliento cálido y suave, que me hacía estremecer de emoción y deseo—, no sabes cuánto te he extrañado, cuánto te necesito. 

Sus palabras me hicieron estremecer de emoción, y me abracé aún más fuerte a él, sintiendo que estaba en casa, que estaba donde debía estar. El mundo a nuestro alrededor desapareció, y solo quedamos nosotros dos, abrazados y enamorados.

Pero entonces, Zabdiel se apartó un poco y me miró con una expresión seria y preocupada. 

—Lo siento, Selene, debí contártelo desde el comienzo, pero tenía miedo de que me vieras con otros ojos —dijo, su voz llena de remordimiento—, pero te juro que todo lo que sucedió fue porque alguien me drogó. 

Me separé un poco de él, sorprendida y confundida. 

—¿Te drogaron? ¿Quién haría tal cosa? 

—No fue a mí, fue a mi prima. 

—A Daena —dije, mi voz apenas un susurro, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho.

—Sí —dijo Zabdiel, su voz llena de enojo y frustración—, al parecer le pusieron droga a su bebida y yo por idiota bebí de su vaso. 

La palabra "droga" resonaba en mi cabeza como un eco, y un escalofrío pasó por todo mi cuerpo. 

—Quisiera saber al idiota que intentó drogar a Daena para así matarlo a golpes —dijo Zabdiel, apretando las manos en puños—, por su culpa mi vida está jodida. 

Me mordí el labio con fuerza, intentando calmar mi nerviosismo, pero era inútil. Mi corazón latía a mil por hora, y sentía como si estuviera a punto de explotar. 

—Tranquilo Zabdiel, yo te creo, yo estaré contigo —susurré, tratando de calmarlo—, podemos empezar desde cero, en otro lugar. Hay que escaparnos para comenzar de nuevo. 

Él me abrazó más fuerte, y luego se separó. Sus ojos tenían una mezcla de tristeza y enojo. 

—Lo siento, pero no puedo dejar a Daena sola —sentí algo en mi pecho que era como un golpe de enojo y celos al oír lo que dijo

Me sentí herida, me sentí como si no fuera lo suficientemente importante para él. La sensación de abandono y rechazo me inundó, y mi corazón se llenó de una amargura que me hacía daño. 

Pero recordé que Daena estaba embarazada, ella estaba esperando un hijo de él. La idea me revolvía el estómago, me sentía como si estuviera viviendo una pesadilla. 

—Daena está viviendo contigo —pregunté, tratando de mantener la calma.

—Sí, obviamente que está viviendo conmigo, es mi prima después de todo

Yo solo asentí y le sonreí, tratando de ocultar mi enojo que sentía. 

—Ya me tengo que ir y tú también tienes que regresar 

No me había dado cuenta que ya estaba anocheciendo, tan rápido había pasado el día. Sentí una mezcla de tristeza y melancolía, no quería que el día terminará. 

—Puedo ir contigo, no quiero regresar a casa

—Me encantaría —sus ojos brillaban  con deseo mientras agarraba mi cara con las dos manos y me besaba apasionadamente. 

[***]

—Si hubiera sabido que estarías aquí, hubiera venido antes —dije, mirando a Zabdiel a los ojos.

—Lo importante es que ahora estés aquí conmigo —respondió, su voz baja y seductora, mientras me jalaba hacia él con una fuerza que me dejó sin aliento. 

Sus brazos fuertes me rodearon, atrayéndome hacia su pecho. Pude sentir su calor, su olor, su corazón latiendo con una intensidad que me hacía sentir viva. 

—Gracias por perdonarme y no dejarme, no sé qué haría sin ti —susurró Zabdiel 

En ese instante, el elevador se detuvo, y las puertas se abrieron con un susurro. Nos dejamos de abrazar y salimos del elevador. 

La sala estaba vacía, lo que me pareció un poco extraño, pero luego oí risas y murmullos provenientes de la cocina. Zabdiel sonrió y me tomó de la mano, guiándome hacia la cocina.

Al entrar en la cocina, vi a Lucas, Alan y Luka sentados a la mesa, comiendo y riendo. Daena estaba sentada en una silla, con una expresión de enojo en su rostro. Alan le estaba sirviendo más comida, a pesar de que ella le había dicho que no quería más.

—Niña, quieres más —dijo Alan, sonriendo.

—Ya te dije que no —respondió Daena, retirando su plato.

De repente, Daena me vio y sus ojos se abrieron de sorpresa. Todos voltearon a verme y se quedaron sorprendidos.

—Hola chicos, ¿cómo han estado? —dije con nerviosismo, tratando de romper el hielo.

—Hola Selene, me alegra que ustedes estén juntos de nuevo —dijo Lucas, sonriendo y levantándose para abrazarme.

Zabdiel me soltó la mano y me permitió abrazar a Lucas, pero luego me tomó de la mano de nuevo, como si no quisiera soltarme.

—Sí, todo está bien ahora —dije, sonriendo con confianza y seguridad. 

—Zabdiel y yo nos amamos mucho —continué—. Y nada, ni nadie, podrá separarnos.

Mi mirada se desvió hacia Daena, que estaba viéndome con una ceja arqueada pero luego apartó la mirada y continuó comiendo.

Pero pude ver que sus manos estaban temblando ligeramente mientras sostenía el tenedor, y supe que estaba afectada por lo que había dicho.

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