Las cosas cambian

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INSTITUTO SAN LORENZO

El primer día de clases después de las vacaciones de verano siempre tenía un aire especial. Emma, con su nuevo look castaño, se sentía más segura y decidida a enfrentar lo que fuera. Sin embargo, su principal objetivo seguía siendo la misma: Ruslana.

La rubia, ahora castaña, entró al aula con una sonrisa de satisfacción al ver que había llegado antes que Ruslana. Cuando la "macarra" entró, Emma no pudo evitar fijarse en su cambio. Ruslana, con su pelo teñido de pelirrojo y sus brazos adornados con más tatuajes, se veía espectacular. Pero Emma no iba a dejar que eso la distrajera.

Se sentó al lado de Ruslana, y antes de que la pelirroja pudiera reaccionar, Emma le susurró al oído:
—Hola, pelirroja. Preparada para otro año de diversión?

Ruslana rodó los ojos, sabiendo que esa diversión para Emma significaba problemas para ella. La profesora entró en el aula y comenzó a repartir los libros nuevos. Emma, con una sonrisa traviesa, aprovechó un momento de distracción de la profesora para pasarle a Ruslana una nota que decía: "Espero que disfrutes tu castigo, macarra".

Ruslana frunció el ceño al leer la nota y, en un intento de quitársela de encima, hizo que la nota cayera al suelo justo cuando la profesora pasaba por su lado. La profesora la recogió y, tras leerla, miró a Ruslana con desaprobación.

—Ruslana, quédate después de clase para hablar de esta nota —dijo la profesora con firmeza.

Emma sonrió satisfecha mientras María, que había estado observando todo, se acercó a ella durante el recreo.
—Bien hecho, Em —le dijo María, usando uno de sus apodos habituales—. Se lo tenía merecido.

Emma fingió una sonrisa de satisfacción, pero por dentro, sabía que esto no había sido suficiente. La envidia y el dolor de ver a Ruslana con su hermano la estaban consumiendo. Después de las clases, Emma decidió tomar el asunto en sus propias manos.

Durante el recreo, cuando todos estaban en el patio, Emma hizo algo para asegurarse de que también la castigaran. Golpeó una pelota de fútbol con tal fuerza que rompió una ventana. La profesora, claramente enfadada, la mandó al aula de castigo junto a Ruslana.

Cuando finalmente estuvieron solas, Emma se acercó a Ruslana con una mezcla de furia y tristeza en sus ojos.—Ruslana, tienes que dejar de salir con mi hermano. No tienes ni idea de lo que esto significa para mí.

Ruslana la miró, sorprendida por la intensidad en la voz de Emma.— ¿Por qué debería importarme lo que pienses?

Emma, al borde de las lágrimas, respondió:
—Es que... es que no puedes simplemente aparecer en mi vida de esa manera. No es justo. Tú y yo... siempre hemos sido así, y ahora estás con él. No lo soporto.

Ruslana sintió un pinchazo de compasión, pero no iba a ceder tan fácilmente.
—Mira, Emma, yo no soy tu juguete ni de nadie. Si tu hermano quiere salir conmigo, es asunto nuestro. No tienes derecho a meterte en esto.

Emma, derrotada, bajó la mirada.
—No estoy jugando, Ruslana. Solo... solo quiero que las cosas vuelvan a ser como antes.

Ruslana se quedó en silencio por un momento, observando a Emma. Sabía que la situación era complicada, pero no iba a dejar que Emma la controlara.—Las cosas cambian, pija. Tendrás que acostumbrarte —dijo finalmente, con un tono más suave pero firme.

La tensión en el aire era palpable, y Emma sintió cómo la ira y la tristeza se mezclaban en su interior. Sabía que no sería fácil, pero también sabía que no podía rendirse. Mientras Ruslana se alejaba, Emma se prometió a sí misma que encontraría una manera de arreglar todo, incluso si eso significaba enfrentar sus propios sentimientos.

BATALLA DE CORAZONES|    RUSLANA OT2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora