13. Tentación de sabores

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A la segunda noche, Ale ya me estaba esperando desde su balcón

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A la segunda noche, Ale ya me estaba esperando desde su balcón.

—Te dejaría caer mi cabello, pero no podría dejar que un chico que toca a muchas mujeres toquetee mi virginal y puro cabello. —Si supiera que ya lo había hecho.

—¡Oye! ¡Retráctate! —Ambos reímos.

—Bueno mujeriego, confórmate con las llaves. —Desde el balcón tiro las cosas metálicas a mis manos.

Jamás olvidare la cara que puso cuando llegue sin su ayuda hasta su cuarto.

—¡Ah si! ¡Pásale, eh!... ¿Ser guapo te da dones de orientación en casas de los demás?

Por supuesto que no supe que responder y tan todo pude quedarme hecho piedra mientras me veía con una ceja enarcada. Pude sentir como mi cara ardía de la vergüenza.

—Qué bonito pijama de... ¿seda?

—¿Qué? Mi piel merece lo mejor —Si, su pijama parecía más un atuendo para una premier que para descansar —Te juro que es cómoda. Mira, toca. —Se levanto la parte superior del conjunto y lo apunto hacia mí. Por instinto extendí mi mano, pero la detuve antes de que llegara al tejido.

—S-si, te creo. Confió en tu buen gusto por la moda. —Metí ambas manos a los bolsillos de mi chamarra.

Aproveche que yo había desviado la vista de él para mirar sin disimulo su habitación.

Era una habitación muy elegante, con colores principales como el blanco, beige, dorado y verde. Este ultimo estaba mucho mas visible en todas las plantas que tenía en su balcón, las mismas plantas que con ayuda de la fachada del lugar habían hecho coincidir nuestras miradas la primera vez.

En tamaño; su habitación era medianamente grande; lo justo para tener una gran cama a unos cuantos metros de forma paralela al balcón, un guardarropa demasiado espacioso <<Por supuesto que repleto de prendas>> un buró pequeño a un lado de su cama y un escritorio minimalista ubicado en la paren contraria a la cama en donde reposaban unas cartas con dibujos extraños junto con varios cuarzos de distintos tamaños y colores y una que otra vela e incienso.

Las decoraciones de pared se basaban en famosas pinturas que en algún momento había visto por casualidad en internet <<La pintura no es lo mío>>, aunque muchas otras eran fotografías de las estrellas, la luna y el sol. Y no podía faltar una gran alfombra con un diseño como el de una película de la época victoriana.

—Que bonita habitación. —Me anime a decir.

—Gracias, pero no más bonita que tú. —Pretendió alejarse de mi para enmarcarme y señalarme con sus dedos —Es más, creo que ahora mi habitación es adornada por un nuevo cuadro de arte.

Me ruboricé, pero agradecía que solo unos pequeños focos que colgaban del techo en la zona de arriba de su cama estuvieran prendidos o de lo contrario mi cara toda roja quedaría al descubierto.

El chico de la cafeteríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora