14. Celos, músculos y el aroma a café.

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[♫] Conan Gray - Yours

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[♫] Conan Gray - Yours

Así habían pasado dos días más en los que cada noche hacíamos cosas distintas como jugar juegos de mesa, ayudarle a crear nuevas bebidas para su cafetería de donde resulto el "Elixir de la sabiduría" que era un latte de buganvilia y que según él servía para que la persona tuviera más visiones internas de sus errores y así poder corregirlos. <<Cosa que me sorprendió bastante.>> Y ni hablar de los momentos donde salíamos a caminar por calles que Alexander visitaba con frecuencia. <<Sin importarnos que fueran las tres de la mañana.>>

Por cada momento que pasaba con él era el equivalente a involucrarme más en su vida.

Hoy era la última noche que pasaría con él antes de que iniciaran las quince fechas de mis conciertos.

Se suponía que hoy tendría que descansar lo más que pudiera, pues si bien mi salud no le importaba a Ciro, sabía que si me enfermaba significaría perdidas para su bolsillo, entonces gracias a los cielos hoy me había "encerrado" más temprano en la habitación, pero eso lejos de entristecerme o molestarme me ponía feliz ya que pasaría mucho más tiempo en la cafetería.

Como de costumbre bajé por las escaleras de emergencia, corrí hasta el establecimiento y sin esperar introduje la llave en la cerradura de la puerta para abrirla <<Si, me había hecho acreedor de mi propia llave.>> y atravesé hacia la cafetería.

—Buenas no... —Detuve mi hablar junto con mi andar al ver que Ale no estaba solo.

Los tres nos habíamos sorprendido.

Alexander se encontraba sentado frente a una chica y a esta última Ale le sujetaba ambas manos sobre la mesa.

Una y otra vez buscaba la mirada de Ale tratando de entender que estaba pasando.

No sé lo que me pasaba, pero en estos momentos un gran peso se comenzaba a sembrar en mi pecho, haciendo que mi corazón se sintiera desequilibrado al igual que mis pensamientos.

Mis ojos comenzaron a arder, un nudo se empezaba a formar en mi garganta y mis piernas flaquearon amenazando con dejarme tirado.

—Perdón por interrumpir.

Sin esperar a que me fuera de cara al suelo; me di media vuelta para regresar por donde había llegado. Sin embargo, antes de llegar a la puerta; una mano sujeto mi muñeca, una mano que conocía perfectamente.

—¿A dónde vas guapo?

—A donde no interrumpa a las parejas. —¿Qué rollo conmigo? ¿Por qué le había contestado de esa forma tan áspera y grotesca? —Perdón, no quise decirlo así. —Me disculpe cuando Alexander me mostro una expresión de sorpresa y desconsuelo. Aquello me hizo sentir la peor persona del mundo, y eso acompañado con el sentimiento de no ser el único para Alexander, saber que aquella chica <<que a los ojos de cualquiera era bellísima>> ocupaba mi sitio a su lado cuando yo no tenía tiempo para él y que posiblemente tenían muchos más momentos juntos a comparación de mis débiles intentos por tener su mirada en mí; me hacía sentir quebrantado y fracasado. A comparación mía, ella tiene mucho más lugar en el cariño de Alexander que yo.

El chico de la cafeteríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora