ALIANZAS

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El sol poniente brillaba en medio de los cielos de la ciudad de Jerusalén, Baldwin entendía que debía de cumplir su deber y enfrentar personalmente a Saladino, quien estaba fuera de sí y que había dejado en claro que no iba a demostrar misericordia alguna ante las hazañas. . . . . que Reinaldo había cometido, se alistó poniéndose encima una túnica de seda plateada que en el pecho tenía una cruz dorada bordada con adornos del mismo color, y en su cintura su espada envainada por sí se presenta una batalla en la que debía de usarla aunque sus fuerzas estaban a punto de agotarse y la insensibilidad de su brazo derecho con el cuál blandía la espada era cada vez más notoria, había practicado usar la espada con el brazo izquierdo sin embargo sus movimientos no eran tan hábiles ya que era diestro de nacimiento.

Zaynab por su parte se sentía más angustiada que nunca, la idea de una batalla en ese día le horrorizaba ya que a parte de que llevaba muy pocas lecciones de lucha, aún no se sentía preparada para luchar y la idea de que le suceda algo a Baldwin la preocupaba demasiado, ya que el rey le había llegado a importar mucho últimamente y sabía que no iba a poder luchar si Saladino no aceptaba un acuerdo de paz, obtuvo entonces una cruz de Jesús crucificado que estaba clavada en la pared de su habitación y la cual la había ignorado desde que llegó ya que le transmitía atención cada vez que se detenía a mirarla, en su religión era tan solo un profeta a diferencia de los cristianos que lo consideraban hijo de Dios.

Zaynab: ¿Será que estoy por fin creyendo?- preguntó mirando al cielo como si alguien pudiera oírla- Sé que me he alejado de ti, Dios, y no soy nadie para hacerte una petición en estos momentos, sólo te pido por el pueblo de Jerusalén... llena de sabiduría la mente del sultán Saladino y que una guerra no sucumba esta tierra ahora ya que sería una gran tragedia- juntó sus manos y cerró los ojos- Sé que por algo me trajiste a este palacio, señor... yo, no puedo aceptar que el rey Baldwin tiene que morir, tú sabes cuán importante él se ha vuelto para mí, por favor... sálvalo, es muy joven aún para morir, te ruego que salves a tu servidor... no merece la muerte, si el muere Jerusalén también morirá, pon tu mano de justicia divina para las personas que buscan la guerra y sobre todo lléname a mí de fortaleza, vuelve mi corazón de roca pero sin quitarle el amor que es capaz de sentir, solamente mi deseo es no sentir ya más miedo, dame el carácter suficiente para enfrentar al enemigo y que se logre la unión de las dos religiones en estas tierras...- terminó su oración y un sentimiento de paz invadió su corazón, ahora se encontraba más tranquilo. Había elegido su ropa que llevaría puesta, iba a ser una túnica negra ésta vez cubierta por cota de maya y en la cabeza un velo del mismo color con líneas doradas y un casco que le cubría casi todo el rostro, excepto sus ojos, tomó su espada envainada y se la ajustó en la cintura, susspiró con alivio cuando ya estuvo lista y salió de su habitación rumbo al patio en donde se encontraba el trono del rey, Baldwin se encontró ya subido en su caballo junto con su Tiberias y sus demás ejército. . . . . quien lo resguardaban y estaba en espera de ella, ya que a su lado se encontraba un corcel blanco y hermoso que había sido preparado especialmente para Zaynab.

Baldwin: Sube, Zaynab, ya es hora...

La joven obedeció mostrando cierta dificultad para subir al caballo, hasta que al final lo logró...

Zaynab: Lo siento, mi señor, estoy nerviosa...

Baldwin: Todo estará bien, Zaynab- se tomó una mano al pecho y luego tomó aire para exclamar- ¡Andando!- gritó él y todo el ejército cabalgó hasta la puerta de salida del palacio.
Una vez que el ejército del rey Baldwin había dado por culminada su salida y al cerrarse el gran portón general del palacio divisaron un numeroso ejército a lo lejos de musulmanes, una simple vista superaban en número a los templarios y se oía cómo lanzaban alabanzas a Dios lo cual anunciaba que estaban listos para combatir.

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