TRIBULACIÓN

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"El estruendo de las catapultas anunciantes del pavor que azotaba Jerusalén no se detenía,

 el fuego que aquellas emitían era devastador,

 las gigantescas esferas que eran bañadas en querosene y posteriormente encendidas 

habían inundado en llamas los muros del palacio que resistían 

su pronta e inevitable caída"

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Zaynab aguardaba en las puertas de aquel muro que pronto colapsaría, en espera con su ejército de hospitalarios, templarios y caballeros de la Orden San Lázaro, quienes eran los más ansiosos y se mostraban valientes y hambrientos de guerra desazon...

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Zaynab aguardaba en las puertas de aquel muro que pronto colapsaría, en espera con su ejército de hospitalarios, templarios y caballeros de la Orden San Lázaro, quienes eran los más ansiosos y se mostraban valientes y hambrientos de guerra desazonados por masacrar a los sarracenos. 

El corazón de la doncella reina de Jerusalén, encadenado y avasallado por la pesadumbre y el desaliento que le originaba la imagen viva en su mente de su agonizante esposo, se hallaba débil y cansado, aquel órgano vital y su conciencia que le martillaba su mente gritando a viva voz y deseando regresar a palacio y abrazarlo.

En el preciso instante en que Sybilla llegó a anunciarle de la llegada de los caballeros hospitalarios, Zaynab se negó rotundamente a dejar a Baldwin, él la necesitaba, anhelaba su presencia en los que parecían ser los últimos instantes de su vida, sin embargo su amado esposo colocó en primer lugar su deber de proteger Jerusalén del ejército por más que él deseara con gran fervor su compañía.

"Estaré bien, resistiré, esperaré tu regreso" fueron las últimas palabras de aquella persona que ella amaba con vehemencia, las cuales repercutían en su mente con la viva voz de aquel que las había pronunciado observándola a los ojos. Aquellos ojos azules que no dejaban de  poseer una inmensa hermosura a pesar de que aquellas llagas que emergían en sus párpados incluida la catarata causante de la inevitable ceguera intentaban opacarlos.

El nudo en la garganta de Zaynab era cada vez más apretado, sus ojos estaban llenos de lágrimas, su corazón deteriorado, su alma atormentada por la desesperación y su cuerpo presente en aquella batalla, siendo testigo de cómo decenas de esferas de fuego destrozaban aquellos muros de  roca solida del palacio Jerusalén que comenzaron a abatirse delante de sus ojos, los gritos de los arqueros que habían estado presentes en la alta  torre defendiendo el reino se percibieron mientras su última lluvia del centenar de flechas se descerrajaba.

Sus dientes rechinaban, sin embargo no eran visibles ya que un velo blanco cubría su rostro y cabello y tan solo dejaban al descubierto su penetrante mirada, así que era fácil ocultar sus emociones debajo de aquel velo, ella tan solo ella, era capaz de tener esa fortaleza para luchar aun sabiendo que  luz de la vida del ser que más amaba se podía apagar para siempre en cualquier momento.

El emblema de Zaynab era de acero plateado con una cruz tallada en él, al igual que su armadura, resistente a cualquier futura estocada, pero no reparaba el inmenso dolor que sentía su corazón.

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