VORÁGINE

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El sol se ocultaba y tras los muros incorruptibles de Jerusalén, los guerreros aguardaban a la espera de una orden de contrataque de su reina, quien los comandaba al lado de Tiberio y permanecía en la torre tratando de divisar en los cielos alguna señal de alerta emitida con el caballero hospitalario enviado a sus fronteras. Mientras el rey Baldwin observaba desde el balcón de su habitación, cuidando desde lejos a Zaynab, con el corazón acongojado prisionero de la ansiedad interminable. Había estado pendiente de la contienda desde que su soberana había decidido comandar la guardia, era necesidad suya  salir de su habitación,  se veía a sí mismo como un ser infructuoso en un encierro,  escondido detrás de una roca mientras otras personas peleaban sus batallas, era deseo suyo profundo brindarle a ella protección directamente así tenga que interponerse ante el desafiante disparo de las ballestas y flechas enemigas ofreciendo su vida por ella. Él estaba consiente de que la muerte llegaría por él antes que Zaynab, así que tarde o temprano el aliento de vida que aún le albergaba iba a ser arrebatado, teniendo en cuenta que su deseo desde que su lepra fue diagnosticada había sido morir en batalla, sabía que grato honor sería morir por su esposa.

-Hermano, ¿En qué piensas?- Sybilla apareció abruptamente por detrás suyo, apoyando ligeramente su brazo en el hombro de su hermano, reflejo de un gesto fraternal afectuoso.

Baldwin: Ella está allá y yo acá observando desde arriba cómo toma mi lugar en la batalla mientras yo estoy escondido detrás de un muro como un cobarde, e incapaz rey.

Sybilla: Te aseguro que te lo pidió porque se preocupa por ti, tu estado de salud es grave y corres peligro de morir en batalla, sus fuerzas restantes son escasas.

-Igual moriré- en los ojos cristalizados del rey se plasmaba una expresión pesimista- Pronto, tarde o temprano, sé que no llegaré a los treinta- fijó su mirada en el suelo y casi de inmediato sacudió la cabeza de forma negativa- ¿Por qué mi fe es tan banal? Ahora la fe de mi reina es más fuerte que la mía habiendo sido musulmana antes, ¡Yo tengo que protegerla!

Sybilla pudo percibir a través de textura de la larga túnica blanca aterciopelada que lo cubría cómo la temperatura de su cuerpo se había incrementado considerablemente.

-Tienes fiebre, hermano- musitó mientras sus ojos reflejaban preocupación- Lo mejor es que descanses.

-¡No me siento capaz de descansar tranquilo sabiendo que ella está luchando sola mi batalla!- exclamó Baldwin en inflexión de angustia- Dios, ¡cuánta desdicha! Yo debo de estar a su lado, sin embargo.... soy un leproso- musitó con un suspiro- Un leproso en sus últimas instancias de vida.

Sybilla: ¡Hermano basta!- interrumpió enojada- Es sorprendente para mí el oír hablar a un rey así.

-Un rey que aparenta ser fuerte por fuera a pesar de encontrarse muerto por dentro- confesó observando a los ojos a su hermana, dio media vuelta y caminó hasta la puerta de la habitación disponiéndose a salir, Sybilla lo detuvo del brazo.

-¡No vayas!

De los labios de Baldwin emergió un quejido de dolor ya que su brazo izquierdo  era preso de un dolor insoportable producto de las nuevas laceraciones manifestadas en su piel, las cuales emitían un ardor interminable.

-¡No me obligues a soltarme por mi cuenta!- le retó él.

Sybilla entreabrió los labios para contestarle a su hermano sin embargo un estruendo en el palacio provocó que  los muros retumbaran y pequeñas piezas de guijarro cayeran desde el techo, la batalla había iniciado.

-¡Tenemos que ocultarnos!- exclamó Sybilla y presa del pánico tiró de la mano de su hermano para llevarlo a  sus aposentos.

-¡No puedo dejarla sola, Sybilla!-  protestó Baldwin, y su hermana haciendo caso omiso forcejeó en vano con él ya que no consiguió soltarse del firme agarres, Sybilla lo llevó hasta los aposentos, una vez dentro, el rey sintiéndose indispuesto de controlar su angustia, además de estar acompañado por una fuerte fiebre sumada al dolor que le producían las supuraciones, se sentó al borde del catre y se cubrió el rostro enmascarado con ambas manos para llorar, mientras el retumbar de las catapultas no dejaban de destruir los muros del palacio, aquel ataque había sido abrupto, aquellas esferas estaban hechas de esteras las cuales eran encendidas antes de ser disparadas, Zaynab había recibido el ataque sin alguna señal previa, aquel hospitalario enviado para alertar acerca de la proximidad del enemigo había sido ejecutado por una flecha de parte de un soldado musulmán del ejército de Saladino de modo que aquel suceso la había tomado desprevenida, era casi medianoche y aquella estrategia que Baldwin había precedido que sucedería  ocurrió tal como lo había mencionado.

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