CAMUFLAJE

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Sybilla retiró su mano lentamente del vientre de Zaynab, cuyo rostro reflejaba una mezcla de emociones. La congregación de muchos sucesos y circunstancias tanto la amenaza de guerra de Saladino, la espera de  la llegada de los caballeros de San Lázaro, el semblante demacrado de su esposo, la angustia que le provocaba el saber que le quedaba muy poco tiempo de vida además de la desesperación que le embargaba tener que ocultarle ser padre hasta después de la guerra. ¿Y si moría antes? ¿Y si su estado de salud empeoraba? Ella ofrecería su vida por salvarlo,  deseaba que viva, anhelaba un milagro de Dios y rogaba por la intercesión de la mano divina para que sane sus heridas y así poder reinar juntos hasta envejecer, que su niño en su vientre conozca a su padre al nacer,  verlo jugar con él, concederle la familia soñada que siempre había deseado vagamente tener y que su alma había caído en el profundo abismo de la resignación a causa de su obstinación por su inevitable y desdichada realidad.

-Tengo que salvarlo, Sybilla- tomó por los hombros a su cuñada y sacudió la cabeza aturdida.

- Zaynab, ¿De qué hablas?- preguntó desconcertada la princesa.

-Los médicos de Jerusalén declararon mi sangre inmune a la lepra hace poco, podemos hacer un tónico curativo con mi sangre para tu hermano.

-Zaynab, ¿los médicos no te han vuelto a examinar?

-Estuvieron realizándole estudios a mi piel, examinando si presentara alguna irregularidad o mancha, incluso me pinchaban  las manos con espinas de árbol y seguía sintiendo dolor es por eso que declararon mi inmunidad.

-Zaynab, no sabría como responderte eso- contestó Sybilla con displicente mientras sujetaba la delgada cintura de Zaynab- Realizar un tónico curativo puede tardar meses o hasta años.

La joven reina agachó la cabeza acongojada mientras en su rostro se plasmaba una expresión de profunda tristeza.

- Él no puede y no merece morir, Sybilla- se soltó de los brazos de su cuñada y dio media vuelta cruzándose de brazos dándole la espalda a la princesa.

- Por favor debes calmarte, Zaynab.

-Iré a Damasco, negociaré con Saladino- fue la declaración repentina de la reina.

-¿Qué estás diciendo Zaynab?

La joven reina dio media vuelta y volvió a sostener por los hombros a Sybilla quien había permanecido perpleja e inerte frente a las palabras de la reina, presa del nerviosismo y la desesperación por ayudar a su esposo a salvarlo y la guerra que se encontraba a la vuelta de la esquina.

-Los habitantes de mi tierra solían crear tónicos curativos para personas que adquirían enfermedades a la piel, mi padre los realizaba y curaba a algunos enfermos durante las emboscadas que ejecutaban los caballeros templarios extremistas a nuestro pueblo, Saladino me concederá su ayuda por tratarse de mí, él nunca odio a tu hermano, le tiene mucho respeto hasta ahora.

-Zaynab, lo que menos desea ahora Saladino es una negociación con nosotros, él tiene hambre de guerra, además si tu vas allá podrían asesinarte sería un suicidio para ti.

-Saladino no es como Reinaldo de Chatillón- terció Zaynab. además no me voy a quedar de brazos cruzados viendo a mi esposo morir y yo teniendo una posible cura.

-Zaynab ellos ya están camino hacia Jerusalén trayendo consigo miles de catapultas con fuego y ballestas para destruir el reino, si vas a Damasco de nada servirá.

-Sybilla, yo...- No pudo continuar ya que la repentina  presencia de Tiberias en los aposentos de Sybilla interrumpió la conversación.

-Majestad, el rey solicita su presencia- dijo Tiberias- Los caballeros de la orden San Lázaro se encuentran en la entrada del palacio.

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