Siempre pensé que Brianne sería la mujer que me cuidaría en tiempos de enfermedad, que me amaría en la prosperidad, que lucharía a mi lado en la adversidad, y me sería fiel hasta el último de mis días, pero eso no ocurrió.
Me enamoré en cuanto la vi en la casa de los Cunnington. Y fui por ella cuando supe que ya no estaba con Alex, me volví loco por Brianne. Le pedí matrimonio en uno de nuestros viajes y al día siguiente nos casamos en una iglesia pueblerina que nuestras madres jamás habrían aprobado.
Esa felicidad solo duró unas pocas semanas, porque en cuanto Alex quiso volver con ella, Brianne me dejó.
La situación me dejó sin plan B, sin posibilidad de una apelación.
No podía entender que una historia tan bonita, acabara como si nada. Sin el menor aprecio por Brianne.
Ahora estaba roto, tal vez avergonzado de no poder mantener una relación a flote, que ni siquiera le comenté a mi familia que me había casado con una mujer que había prometido amarme hasta la muerte, y que en cosa de segundos me dejó por otro.
Y no por cualquier hombre.
Era Alexander Cunnington, el sobrino de la esposa de mi hermano.
La rivalidad entre los dos nació desde que éramos pequeños. Desde juguetes hasta mujeres, y ya sabemos quién se quedó con el premio.
Si esto fuera un partido, Cunnington me ganó por goleada. Todo un campeón, y conocedor de su victoria se pavoneaba con Brianne frente a mí.
Estaba seguro que ella no le diría que ahora era una mujer casada, tal vez sentía la misma vergüenza que yo, pero la génesis no era la misma.
Yo sentía vergüenza al haber confiado en una mujer ciegamente.
La vergüenza de ella radicaba en haberse casado conmigo y no con Alex.
Se estaba volviendo insoportable encontrarme con ellos. Ver cómo se besaban, como Brianne no sentía ni una pizca de culpa al estar con otro hombre en frente de su esposo.
—¿Estás seguro de lo que piensas hacer?
Fruncí el ceño y dejé escapar un hondo suspiro. ¿Cómo podía doler tanto?
—Me llamaron de la mejor firma de abogados de Francia, eso le hará bien a mi carrera. Tal vez, cuando vuelva, pueda tener mi propio bufete de abogados.
—Sabes que puedes contar con nosotros, ¿verdad?
Sonreí mirando el césped que tanto cuidaba mi cuñada. Aiden, mi hermano mayor, apoyó una mano sobre mi hombro.
—Por supuesto que lo sé.
—Te conozco Cian, sé que algo ocurre contigo y me molesta que no confíes en mí.
—No es nada —murmuré—. Estoy inmerso en el caso.
—¿Cuándo viajas a Francia?
—Mañana.
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Todos nuestros momentos
ChickLitCamilla Dupont es una mujer que suele soñar con los pies en la tierra. Sueña con cocinar y con ser amada, anhela con el alma ser una persona feliz y por sobre todo escapar de un pasado que la asusta más que nada en el mundo. Cuando su camino se cru...