Capítulo 9

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—No podemos hacer eso —dije después de un momento de silencio

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—No podemos hacer eso —dije después de un momento de silencio. El resto me miró frunciendo el ceño.

—¿Qué quieres decir, Lexington?

—Que ese muchacho arruinará su vida.

—Debió pensar eso antes de sostener el arma.

—¿Por qué estamos trabajando en su defensa si no le creemos? —Solté malhumorado—. ¡Las pruebas son aclaratorias!

—No para el tribunal.

—Pues ese es nuestro trabajo, señor, hacer que nos crean —me levanté y arrojé la carpeta del caso sobre la mesa—. No estoy de acuerdo con que el acusado acepte el crimen para rebajar la condena. Creo en la presunta inocencia del acusado, si no hacemos la defensa como corresponde, entonces estoy fuera del caso.

—Estoy con Lexington. —Aline también se levantó. Tres abogados más me respaldaron.

—Implica más tiempo —contrargumentó el abogado francés.

—No tengo prisa por volver a Londres —respondí pensando en Camilla.

—Bien, les enviaré a todos el informe del forense actualizado. Estudien la carpeta. Se pueden retirar.

Agarré mi maletín y salí de la oficina mirando mi teléfono.

—¡Cian! —Me detuve en cuanto escuché a Aline—. Gracias por enfrentar a Gerard, a veces suele ser un poco idiota.

—¿Un poco? —Ironicé.

—Me preguntaba si te gustaría ir a mi habitación del hotel —sonrió—. Podemos volver a pedir un vino y...

—Te lo agradezco, Aline, pero estoy agotado. Tal vez otro día —le di un beso en cada mejilla y seguí mi camino.

Hace cuatro noches que no hablaba con Camilla. Cuatro noches sin sexo, cuatro noches sin volver a sonreír. En la recepción del hotel me dijeron que ella volvió las últimas cuatro noches, pero les pedí que no la hicieran subir.

A estas alturas, Camilla me debía odiar, pero creí que era lo mejor para ella. Pronto se iba a olvidar de mí.

Sin embargo, esas cuatro noches pasé por el restaurante y siempre la vi sonriendo. Fue la única vez de esas cuatro noches que logré componer una sonrisa decente.

No quería herir a Camilla, ella era una mujer diferente, especial, encantadora. Era una buena mujer que no merecía sufrir por un hombre que pretendía olvidar a su esposa con ella.

La quinta noche no fue la excepción, también pasé por el restaurante porque sentía que era una necesidad ver la sonrisa de Camilla. Me calmaba saber que ella estaba bien.

Las cinco noches me pregunté si ella logró cenar.

Aparqué el auto justo en frente del restaurante, pero esta vez algo cambió. Ella no estaba. Esperé durante veinte minutos que apareciera, pero no lo hizo. Con una corazonada, salí del auto.

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