Capítulo 10

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—Maldita sea, Camilla

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—Maldita sea, Camilla. ¿Por qué no me llamaste?

—Llegamos hace poco, no sabía qué hacer.

—Tranquila, Cami. —Micah acunó mi rostro con sus manos y me miró con atención—. Dime qué es lo que debemos hacer ahora. ¿Pudiste ver a Amandine?

—Sí, tiene una venda enorme en la cabeza —sollocé.

—¿Qué es lo que necesitas?

—Ubicar al padre.

—Mierda...

—Sé dónde trabaja.

—¿Por qué necesitas al padre?

—Porque Amandine necesita su sangre, al parecer ambos tienen el mismo tipo de sangre.

—Mierda.

—¿Cómo sabes que estaba aquí?

—Vine a buscar a Joanne y ella me dijo que estabas aquí —fruncí el ceño.

—¿Joanne?

—Joanne Sinclair, mi mujer.

Me llevé una mano a la boca y entorné la mirada. Tal vez ese nombre era común en Inglaterra.

—¿Y ella como sabía que estaba aquí?

—Joanne trabaja en el hospital, escuchó tu nombre y el de Amandine y me avisó cuando llegué por ella.

Eran muchas coincidencias. ¿La mujer de Cian era la misma que Micah amaba? No podía ser cierto.

—No puede ser...

—¿Qué sucede?

—¿Joanne es pelirroja y usa anteojos?

—¿La conociste? —Preguntó sonriendo. Aquella era la misma sonrisa que vi en los labios de Cian cuando estaba con Joanne. Me levanté de un salto. ¿Cómo le decía que esa mujer lo estaba engañando?

—Al parecer —me enjugué las lágrimas y lo miré—. Agradezco mucho que hayas venido, pero ahora mismo debo ir por el padre de Amandine. Ella necesita que su padre colabore y...

—Tengo un amigo que es abogado, Camilla. Si ese bastardo no se quiere hacer cargo, hablaré con mi amigo para entablar una denuncia. Con un examen de sangre podrás afirmar que Amandine es su hija y se verá obligado a colaborar.

—Te lo agradezco, Micah. —Esbocé una sonrisa porque ese era el hombre del cual me había enamorado. Tan dispuesto a ayudarme siempre.

—Puedo ir contigo —tomó mi mano—. Joanne llamó a nuestro amigo y él ya debe estar en el hospital. Perdóname, Camilla, pero tuve que explicarle a Joanne la situación de Amandine para que hablara con Lexington.

—¿Con quién? —Pregunté perpleja. Las campanillas del elevador sonaron y salió la pelirroja con rapidez. En cuanto nos vio, se acercó a nosotros. Odié que me mirara con compasión.

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