Capítulo 2

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—¡Amandine! ¡Amandine!

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—¡Amandine! ¡Amandine!

—¡Ya voy mamá!

Estaba retrasada veinte minutos y Amandine no estaba colaborando.

—¡Ya vamos cariño! ¡Rapide! —También le estaba enseñando francés. Vivíamos en Nueva York y no tenía sentido que le pidiera que el francés sea su lengua materna. Pero sí le decía frases en francés que ella ya entendía.

—¡Ya estoy lista, mamá! —Acomodé unos mechones rebeldes que querían escapar de las dos colas que usaba. Agarré la lonchera al tiempo que ella cogía la mochila—. Hoy debo llevar un emparedado y juguito.

—La colación está en la lonchera.

—¿Después te irás al trabajo?

—Sí, ma fille —respondí mientras guardaba el celular y cogía las llaves del auto—. Vamos, Dine.

Cerré la puerta con llave mientras Amandine corría al auto. Antes de entrar en el auto ajusté su cinturón, revisé que todo estuviera en orden y luego me senté en el asiento del piloto.

—Mami.

—Dime, cariño.

—¿Cuándo veremos a Micah? —La miré a través del espejo retrovisor y suspiré.

—Micah vive en otro país.

—Pero podemos visitarlo.

—Ahora mismo no tenemos tiempo. Además, ¿no me dijiste ayer que te gusta mucho la guardería?

—Sí, pero quiero ver a Micah —suspiró triste.

—Dine, Micah tiene una familia. Él tiene su propia familia ahora y es muy feliz.

—Con nosotras también era feliz —sonreí.

—Estuvo muy poco tiempo con nosotras como para decir eso.

—Lo extraño mucho.

—Esta noche cuando hables con Dios puedes pedir por él.

—¿Qué le pido a Diosito?

—Que esperas con todo tu corazón que él sea feliz.

—Quiero que sea feliz, pero con nosotras.

—Cuando quieres a alguien, tanto como tú quieres a Micah, esperas que sea feliz sin importar que esté contigo o no.

—Entonces pediré por él y por su familia —sonreí y le guiñé un ojo.

—Así se hace, Dine. 

 

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