—¡Esto es impresionante!
El entusiasmo de Camilla me hizo sonreír. Ella era tan natural todo el tiempo que resultaba un soplo de aire fresco.
Estaba fascinada mirando mi habitación, todo le parecía perfecto. Cuando pedí la cena, ella pidió lo más económico del menú, que básicamente era una crema de tomate y una botella de agua envasada. Me aseguró que ella pagaría su plato, por supuesto que obvié aquello y pedí un menú algo más sustancioso.
Ella hablaba demasiado y yo me limité a escucharla mientras subían nuestra cena a mi habitación. En menos de veinte minutos supe que amaba bailar, que su sueño era tener su propio restaurante y que todos los días miraba a los chefs para aprender, porque todavía no podía costear la carrera de gastronomía. A veces había un brillo de tristeza que iluminaba los ojos de Camilla, pero muy pronto lo olvidaba y retomaba la alegría tan característica.
Descubrí que también tenía un don para tropezar con los muebles y con las personas. Ella decía que padecía de una torpeza selectiva, y aquello me hizo sonreír una vez más.
Me pregunté si era así siempre.
Cuando llegó nuestra cena y no vio su crema de tomates tuve que improvisar y como buen abogado le hice creer que lo que acababa de llegar era lo único disponible tan tarde. Y que justamente por eso era gratis, no tendría que pagar su consumo.
Sentí tristeza cuando casi pude palpar el alivio que sintió. Nos sentamos en el pequeño comedor y sonreí por tercera vez cuando ella comenzó a comer.
Estaba acostumbrado a la sofisticación de Brianne, ser elegante para ella era importante, y debo admitir que aquello me encantaba.
Brianne era la única persona que me volvía loco. Brianne tenía un poder, sus recuerdos seguían ejerciendo sobre mí. Adoraba el sonido de su risa, y las preguntas que solía hacer cuando nos acostábamos, o la manera en que deslizaba sus uñas largas sobre mi pecho cuando me abrazaba al dormir. Tanta paz, tanta calma. Tanto amor.
—¿En qué estás pensando? —Camilla me sacó de mis recuerdos.
—En nada.
—No tienes que decirme la verdad, pero estoy segura que estabas recordando algo triste.
—¿Te gusta la cena? —Ignoré el comentario y a ella pareció no importarle, porque esbozó una sonrisa gigante.
—Hace mucho tiempo que no comía puré de patata —se llevó el tenedor repleto de puré a la boca, cerró los ojos y un sonido de placer salió de su boca. Perdí el apetito, solo quería observar a esta mujer disfrutar de la comida. Era todo un espectáculo.
Brianne casi no hablaba durante la cena, decía que prefería disfrutar de la comida. En cambio, Camilla en cuanto tragaba, volvía a hacer algún comentario.
—¿Estás seguro que no debo pagar por la comida? —Preguntó con preocupación.
—Claro que no —deslicé mis dedos por la barba y luego la miré con atención—. Antes dijiste que esta noche no quedaron sobras. ¿A qué te referías?
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Todos nuestros momentos
ChickLitCamilla Dupont es una mujer que suele soñar con los pies en la tierra. Sueña con cocinar y con ser amada, anhela con el alma ser una persona feliz y por sobre todo escapar de un pasado que la asusta más que nada en el mundo. Cuando su camino se cru...