Magallón en fiestas

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Nos despertamos más temprano de lo que me gustaría teniendo en cuenta que he pedido unos días libres para poder descansar. Al menos eso es lo que les he dicho a los de la discográfica, porque en realidad todo se debe a Juanjo y a sus insistentes súplicas para que pasara con él las fiestas de verano en Magallón.

Sabe que estoy hasta arriba de trabajo y con el agua al cuello por las fechas y por lo mismo me pareció extraña su exagerada insistencia cuando normalmente es la persona más compresiva con la que te puedes topar.

Al final terminé por pedirme la semana entera libre y aquí estamos, muriéndonos de calor en su habitación del pueblo.

- Buenos días, mi amor -exclama feliz y sonriente al otro lado de la cama.

- Buenos días -contesto yo somnoliento-. Jamás pensé que te vería levantándote tan alegre por la mañana. ¿Dónde se ha quedado mi gruñón que se agarra a las sábanas como si se las fueran a robar?

Juanjo se ríe a mi lado y se abalanza encima de mi cuerpo. Estoy tan cansado que no hago ni el amago de moverme. En realidad sentir su peso encima de mí solo hace que me vuelva a entrar el sueño. Él parece notarlo y comienza a hacerme cosquillas por cada esquina que pilla a mano.

- ¡No te duermas otra vez, Magtan! Que hoy es día de fiesta. Nos tenemos que levantar, ponernos guapos, ir a la iglesia, luego al vermut, a comer... ¡Y a la noche hay orquesta!

Juanjo parloteaba y parloteaba sin parar regalándome besos cada dos frases. Me encanta verle así de feliz, pero ¿Por qué tanta euforia de repente? Solo son unas fiestas...

Media hora más tarde me sacó a rastras de la ducha y me llevó a la cocina. No me dio tiempo ni de acercarme a la alacena para coger las tazas para el Colacao. Hoy él mismo se puso a prepararlo y me lo dejó delante en tiempo récord, junto a un montón de galletas y una caja de cereales.

- ¿Qué te pasa hoy? Estás como... ansioso.

- Nada. Es que son nuestras primeras fiestas juntos y me hace mucha ilusión.

No puedo contener la sonrisa que aparece en mi cara al ver la felicidad que destilan sus ojos.

- Me voy a vestir, no tardes -me pide apurando el Colacao.

Estamos solos en casa, ya que sus padres pasaron la noche en la de los tíos de Juanjo y Javier en casa de unos amigos celebrando la prefiesta.

Arrastro mis pies hasta su habitación y le veo afanado en el baño peleándose con su pelo.

- ¡Mierda! -se queja-. ¿Por qué siempre hay un pelo rebelde que no se pone en su sitio?
Me río en silencio rebuscando algo de ropa en mi mochila. Saco unos vaqueros y una camiseta y los tiro encima de la cama.

Juanjo sale del baño ya cambiado consiguiendo que le pegue un repaso sin ningún disimulo. Es la primera vez que le veo vestido así, sin que sea en foto o en vídeos. Dios mío, lo bien que le queda el traje regional a esta persona...

- Estás guapísimo -halago a punto de que se me caiga la baba.

- Gracias amor... Oye, yo sé que te trajiste ropa propia -dice apuntando a la cama con el cepillo del pelo-, pero... se me ocurrió pedirles una cosa a mis padres...

Juanjo se mete en su armario y de él saca lo que parece otro traje dentro de la bolsa protectora.

- ¿Queréis que me vista de jotero? -pregunto sorprendido.

- Yo. La petición es mía. Que ya te veo capaz de aceptar solamente por haberle pedido el favor a mis padres -aclara-. Solo quiero que lo hagas si a ti te apetece y te sientes cómodo, nada más. Y es baturro, no jotero -dice soltando una carcajada divertida.

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