capítulo treinta y dos

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— Le mencioné que... —murmuró acariciando el cabello de su hija, paseando las yemas de sus dedos por las delicadas hebras, anhelando no sentirse tan expuesto— que fuimos a ver los departamentos.

— ¿Dijo algo? —Preguntó Minato, inclinando el rostro hacia el lateral, dispuesta a leer cualquier signo corporal de estrés.

— Umh... —se encogió entre hombros, acomodó su cabello y pensó en ese día en la tarde en la que YoonGi ya lo esperaba mientras hacía la comida, tenía el rostro calmo pero ligeramente intimidado al desviar la mirada, no preguntó mucho por la tardanza, sólo los miró con la discreción suficiente que requería el tener a HoSeok ahí con ellos. Los saludó y preguntó sobre cosas triviales: el clima, qué querrían de tomar, si Bora no necesitaba un cambio. Posteriormente, después de un baño y haber dado de cenar, YoonGi le estaba cepillado el cabello en silencio, JiMin sólo miraba a su hija que continuaba con ojos muy despiertos, presionó su dedo índice en medio de la pequeña mano y simplemente soltó la bomba rápido: "fui con HoSeok a ver los departamentos para padres solteros". El pálido dejó de tocarlo por un segundo y entonces retomó la acción— no me dijo mucho. —Recordó con detalle, casi pudiendo sentir nuevamente las caricias— más bien me preguntó cómo eran, dónde estaban y... si era apropiado para Bora.

— ¿Esperabas otro tipo de respuesta?

El omega inhaló entrecortado, miró de nuevo a su hija y luego bajó las mangas de su suéter ligero hasta poder cubrir sus muñecas, odiaba tanto la exposición, y no dejaba de pensar en eso, que quizás estaba mostrando mucha piel que se estremecía con escalofríos evidentes.

— No lo sé. —Confesó, realmente pensó que escucharía algún tipo de reclamo, una risa sarcástica o incluso un mutismo de castigo, sin embargo, el alfa lo había arropado con la misma dulzura en la madrugada, colocando su mano detrás de su nuca, atrayéndolo a sí en medio de sus sueños.

— ¿Te decepcionó? —Preguntó con curiosidad.

— No creo. —Negó al mismo tiempo con su cabeza, había agradecido el abrazo como todas las otras noches— creo que tenía miedo de su reclamo, pero fue comprensivo.

— ¿Por qué temías que te reclamara? —Frunció ligeramente las cejas con aspecto de duda.

— Honestamente... —respondió con un susurro apenas audible por encima del rugido de la cafetera— creo que es porque sentí que me quería. Temí su reclamo porque pensé eso.

— ¿Te quería? —Preguntó levantando ambas cejas—. ¿En pasado?

— Sí. —Abrió los ojos conscientemente— no, es decir, no sé. Creo que aún me quiere. Es confuso.

— ¿Por qué lo es?

— Porque... —pellizcó la tela de su suéter, ahí iba de nuevo, a quitarse capas de piel que había formado con los meses— ¿recuerda al autor que estaba leyendo? Uh... se llama Erich Fromm. —La vio asentir, lo que lo animó a continuar con su relato— él habla sobre el amor y yo... yo quise aprender más, por eso lo leí. Él dice que el... el amor es también es querer el bienestar de la otra persona, no poseer sino en libertad. —Afirmó con los labios temblorosos, aún le daba pena admitir sobre qué temas leía, los dedos se aferraron a la propia tela con ansiedad.

— Continúa.

—Y yo... —Apresó las manos entre sí— lo entiendo, de verdad que lo entiendo. Comprendo cuando dicen que debemos desear lo mejor para quienes amamos. —Asintió como queriendo volver a sus palabras más convincentes— pero... de alguna manera no puedo evitar lo que siento aquí. —Colocó una mano en su pecho— pensar que en realidad él me está dejando ir porque no me quiere más... es doloroso, y no entiendo por qué siento esto si yo... yo soy el que quiere irse. —Bajó el rostro con desanimo y apresó nuevamente la tela de su suéter— no entiendo por qué me duele pensarlo.

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⏰ Última actualización: Aug 03 ⏰

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