capítulo diecisiete

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El sábado en la noche, mientras se bañaba, pensó profundamente en lo que YoonGi había dicho de sí mismo. Se preguntó en silencio, entre la cortina de vapor y el aroma a jabón, si realmente había hecho cosas incorrectas alrededor de él, ¿quizás alguna vez lo incomodó con algún comentario o acción? Ah... él no sabía si estaba haciendo las cosas bien, quería saber y preguntar si debía comportarse de otra forma, ¡Quizás incluso debía cambiar la forma en la que se dirigía a él!

Pero esa madrugada, como un acto de añoranza y naturalidad por haber estado privados de la compañía, sólo estuvo poblado de risas quietas que eran apaciguadas por sus propias manos queriendo contenerse. YoonGi le había dicho que la férula y el vendaje de abajo le daban comezón, por lo que lo vió haciendo movimientos extraños tratando de rascarse con una pluma, para luego soltar otra risa cuando lo vió suspirar en tranquilidad. Estar cerca de él era fácil, entenderse era casi como instintivo, no pudo pensar en nada más cuando las sonrisas se sentían cómodas y las manos se tocaban reconociéndose en medio de la madrugada, cuando se siguió percibiendo como cobijado por las orbes negras que lo analizaban con dignidad y aprecio.

— ¿Has hecho los ejercicios? —Preguntó YoonGi mirando el vientre del omega.

— No he tenido tiempo, los retomaré esta semana. —Tiempo tenía, lo que no eran ánimos. Sabía que debía empezar con los movimientos suaves de cadera esperando que la dilatación fuera exitosa. Se lo había recordado su doctora cuando fueron a la última cita, donde el alfa no estuvo presente.

— ¿Deberíamos hacerlos ahora?

— Pero no puedes moverte bien. —Murmuró bebiendo un poco de su té.

— Quizás si me acomodo así... —YoonGi trató de inclinarse al suelo para acomodarse y ocupar la posición típica en la que lo asistía para los ejercicios.

JiMin lo miró y abrió sus ojos viendo que, dado que no podía mover el pie, resbaló al suelo y, al querer levantarse, su cabeza golpeó contra la mesa haciendo un sonido hueco de las herramientas rebotando entre sí, todo pasó lento pero rápido. Su caída no fue estrepitosa pero no le dió tiempo de reaccionar.

— ¡YoonGi! —JiMin se inclinó para verlo y observó al alfa inclinado sobre sí, sonrojado de la vergüenza y conteniendo una risa.

— Perdón... —sonrió— creo... creo que no podré. —Se levantó siendo asistido por el omega que suspiró.

— ¿Te dolió?

— No, estoy bien es... —volvió a reír— lo siento.

JiMin suspiró una risa y lo ayudó a acomodarse en el sillón.

— Estaré bien, no te preocupes... —se sentó a su lado y suspiró— ¿no te dolió, seguro?

— Sí. Seguro. —YoonGi ladeó el rostro pensativo— aunque, si quieres consentirme, puedo comer uno de tus postres.

JiMin soltó una risa pero se levantó para hacer un preparado con avena, leche y un poco de fruta picada que solía comer antes de todos los acontecimientos, mientras estaba en la cocina, esperando que las hojuelas se cocieran para espesarse, se asomó viendo al alfa que estaba observando una de sus pequeñas piezas de madera.

— ¿Ya no tienes náuseas?

— Mhh... —susurró— están disminuyendo.

Terminó el postre cálido para darle una parte y otra comerlo él. Sabía que ahora mismo debía estar pensando en cómo tratarlo mejor, en cómo podría brindar esa seguridad, pero el aroma de tranquilidad, el perfume de los cimientos de café y la voz ronca delicada lo indujeron a una felicidad desconocida que quería disfrutar cuánto pudiera.

no me dejes caer ›› ymDonde viven las historias. Descúbrelo ahora