capítulo quince

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Aunque trató de dormir no pudo hacerlo, el cuerpo seguía helándole, los dedos de sus pies se expandían y contraían cada diez o quince minutos buscando algún tipo de alivio. Miró la hora, ya era cerca de la una de la madrugada. Apresó las manos en un puño y suspiró tratando de relajarse, acomodó su suéter correctamente, metió el dinero doblado en la bolsa de su pantalón y se encaminó a la salida. Cerró su puerta con cuidado, temiendo despertar a los menores o al beta, se asomó por el final de la escalera para saber si podía bajar, o si YoonGi aún estaba ahí, aún no había pensado en una excusa para poder llegar a la calle sin ser visto o sin levantar sospechas, pero para su suerte —y un poco de extrañeza— las herramientas y la laptop seguían en la posición normal, más el alfa no se encontraba en ningún sitio. Caminó con pasos cuidados hacia la cocina para asegurarse que nadie lo viera —lo hizo temiendo de encontrarse a YoonGi—, una vez comprobó la soledad de los espacios se apresuró para tomar un cuchillo, el más pequeño que encontró para no ser evidente, de empuñadura de madera con el filo ligeramente desgastado pero sería suficiente, no serviría para dañar mortalmente a alguien —o eso esperaba—, pero sí para poder defenderse en caso de que algo saliera de control. Metió el arma en la orilla de sus tenis, con el mango apretado entre su pie y el calzado mientras la punta daba hacia arriba y estaba tapada libremente con el pantalón.

Quizás era una tontería... pero ante cualquier eventualidad él reaccionaría, de ser necesario huiría de nuevo. Inhaló tragando la ansiedad en su estómago y abrió la puerta. El frío del clima le golpeó el rostro con recelo, como queriendo obligarlo a guardarse de nuevo en la seguridad de su casa para no exponerse a peligros antiguos y conocidos. Las farolas iluminaban bien el asfalto, el tono amarillo desabrido le daba un aire melancólico y hasta deshidratado, como si estuviera seco, se acomodó la ropa y comenzó a caminar.

Con cada paso sentía la hoja del arma blanca moviéndose ligeramente contra su pantalón, clara memoria de saberse ligeramente armado y listo, así como la incómoda presencia de saber que estaba por retomar acciones que, se supone, había dejado atrás.

Los vio pateando latas entre sí, jugando fútbol, las delgadas figuras realzándose en medio de la noche como demonios que venían por lo último de su alma. Inhaló frío, la brisa le quemó los pulmones y quiso correr, pero no podía detenerse, no ahora que estaba decidido a pasar página, éste era el momento en el que dejaba todo atrás. Escuchó las risas haciendo eco entre los árboles, vió la luna iluminándolos en advertencia blanquecina, apresó la tela de su pantalón... ya estaba ahí. Debía finalizar las cosas.

— ¡Hey! ¡Park! —Gritó Char y el omega tuvo miedo de que su voz fuera tan fuerte para ser percibida por las personas que ya dormían— ¿si lo tienes? —Se acercó metiendo las manos en sus bolsillos queriendo hacer un gesto intimidatorio.

— No pude conseguirlo todo. —murmuró apretando el dinero entre sus manos— pero-...

— ¿Qué? —golpeó la lengua blanquecina contra sus dientes— ¿Cuánto tienes?

— Es... es un poco menos de la mitad.

— Bien, vamos a tu casa... —Vió a los dos betas acercándose a él, pensó en el cuchillo pero trató de razonar antes.

— ¡Espera! —Los detuvo con sus palmas hacia ellos como queriendo alejarlos lo más que pudiera— ¡Espera! ¡Mañana puedo ir al banco! Sacaré dinero... el resto. Sólo necesitan esperar a mañana.

— ¿Mañana?

— Sí. Lo prometo.

— ¿Ustedes qué dicen, chicos? —Miró a los dos que estaban mirándolo como su "líder", uno patético, pensó el omega.

no me dejes caer ›› ymDonde viven las historias. Descúbrelo ahora