1. No sé nada de tu historia

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Bosco caminaba por la oficina de su papá aparentando en su andado una tranquilidad que estaba lejos de sentir; le habían entregado la calificación de su último examen de matemáticas y, para sorpresa de nadie, había vuelto a reprobar.

Bosco no entendía muy bien porqué las matemáticas le costaban tanto trabajo: él no era ningún tonto, en todas las demás materias que cursaba llevaba un buen promedio, tal vez no era de los primeros lugares de su generación, pero estaba lejos de ser de los últimos; de hecho, si no fuera por sus desastrosos resultados en matemáticas, tal vez podría arañar alguna mención honorífica en su curso. Sin embargo, desde que había entrado a la preparatoria, no había logrado pasar ni un solo triste examen de matemáticas.

Al principio su papá se mostraba comprensivo hacia ese hecho; al final del día, Bosco había cambiado de nivel educativo, de profesores; era lógico que tuviera cierta dificultada para adaptarse a los cambios que estaba viviendo. Sin embargo, conforme el tiempo fue avanzando y los semestres fueron pasando y los resultados de Bosco en matemáticas no cambiaban, Bosco pudo ver en la mirada que su padre le dirigía cada vez que le entregaba su boleta una emoción que Bosco ya estaba acostumbrado a recibir: decepción.

Su papá estaba decepcionado de él, y aunque se esforzaba mucho en aparentar que no le molestaba su incapacidad para tener una calificación aprobatoria en la materia, Bosco podía notar en su sonrisa tensa o en la poca calidez de sus ojos al mirarlo, que su papá desearía tener un hijo más capaz, un hijo diferente, alguien de quien si pudiera sentirse orgulloso.

Por su parte, Bosco también sabía que su poca capacidad matemática no era más que la punta del iceberg en el desagrado que su papá sentía por él; Bosco sabía que su papá estaba decepcionado de él por muchas razones más, tantas que Bosco ni siquiera podía alcanzar a contarlas con los dedos de sus manos.

Bosco había aprendido a fingir que no le importaba en absoluto la decepción que recibía de parte de su padre, y había cubierto sus emociones bajo toneladas y toneladas de frialdad, indiferencia y malhumor muy bien practicados. Aprendió que si mostraba un completo desinterés en las cosas, la gente dejaba de molestarlo sobre todo lo que no era capaz de hacer; cuando comenzó a fingir que no le interesaba sacar una buena calificación en matemáticas, su papá comenzó a creer que sus malos resultados eran producto del poco empeño que le ponía a las clases y a estudiar y no porque realmente no entendía la materia; eso no cambiaba la decepción que su papá sentía por él, pero al menos Bosco saboreaba en engañar a su papá una pequeña victoria personal.

Bosco había perfeccionado con el paso de los años esa máscara de indiferencia tan bien, que hasta él mismo había comenzado a creer que nada en el mundo le importaba; para el castaño, pocas cosas en el mundo tenían un significado real, pocas cosas en el mundo valían la pena.

Una de esas cosas era, sin duda, el recuerdo latente de su madre en su memoria.

Su mamá había fallecido años atrás, producto de... bueno, Bosco nunca había estado muy  seguro de cómo había muerto su mamá. Las circunstancias habían sido muy extrañas: oficialmente había sido catalogado como suicidio, pero Bosco y su familia sabían que no podía haber sido así y se había abierto una carpeta de investigación investigando su posible asesinato.

Bosco pasaba noches enteras pensando en lo diferente que sería su vida si su mamá siguiera aquí, con él... definitivamente Bosco sería de una manera tan distinta de contar con su apoyo, con su comprensión. Su madre era la única que lo veía, que lo entendía; desde pequeño jamás tuvo mucha cercanía con su papá, Bosco siempre fue un chico de mamá y con mucho orgullo. Por eso con su muerte Bosco había quedado tan solo, tan a la deriva; si lo comparara con algo, Bosco compararía su vida con un barco; él era el único tripulante y su mamá, la capitana, lo había dejado solo en medio del mar, sin mapa ni brújula con la que guiarse; Bosco estaba seguro que su destino sería estar siempre así, perdido en la inmensidad del mundo.

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