22. Te demuestre

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-¿Te sientes un poquito mejor?- preguntó Pedro Pablo con ternura, depositando un casto beso sobre la coronilla de Bosco.

-Si, me siento mejor- respondió el castaño con honestidad.

Y es que, una vez que se había desahogado con Pedro Pablo sobre todo lo que había pasado en el interior de la camioneta de Giovanna, y una vez que el rizado le había dado a través de su entendimiento la absolución que tengo había necesitado, Bosco se sentía mucho más tranquilo.

Había hecho lo necesario para sobrevivir, y aunque aún sentía ganas de vomitar cada vez que lo recordaba, y aunque las ganas de cortarse la mano con la que había tenido que tocar a Giovanna aún persistían de vez en cuando, en el fondo Bosco no llevaba el peso de un enorme trauma a raíz de la situación, o al menos, no de esa situación en específico.

Se sentía vulnerable y se sentía frustrado por no haber podido hacer nada para impedir la serie de eventos que se desencadenaron ese día, y que terminó con él en una camioneta polarizada con un gorila apuntándole con una pistola en la cabeza.

A su vez, Bosco se sentía asustado con la idea de que, allá afuera, en el mundo real, existiera gente capaz de hacer cosas horribles únicamente por un capricho, por una obsesión sin fundamentos; ¿por qué Giovanna había arriesgado de esa forma su libertad? Él jamás haría algo así en contra de nadie.

Amaba a Pedro Pablo, y deseaba pasar el resto de su vida con él, pero solamente si el rizado también quería hacerlo por voluntad propia; él jamás lo forzaría a hacer nada en contra de sus deseos, y si en algún momento su novio dejara de amarlo, aunque le dolería en el alma, él respetaría su decisión, porque deseaba para ellos un camino de felicidad, amor y compañía eterna, pero sobretodo, mutua.

-¿Quieres que me quede aquí contigo por unos días? Ya terminé el cuatrimestre en la prepa, así que puedo estar contigo todo el día- ofreció Pedro Pablo mientras le acariciaba el cabello de forma distraída, jugando con uno de sus mechones con fascinación.

-Te lo agradecería mucho, amor; no tienes idea de la falta que me hiciste estos días- respondió Bosco, enterrando su cabeza en el pecho de su novio para escuchar los latidos de su corazón.

-Entonces está hecho, me tendrás aquí dando lata por un tiempito- exclamó el rizado con una sonrisa que Bosco no pudo ver, pero si adivinar gracias a lo bien que lo conocía.

-No te he contado lo qué pasó después, cuando llegué al hospital- murmuró Bosco de forma distraída, queriendo sacar todo de una vez por todas; de igual manera, lo peor ya se lo había contado.

-No tienes que contármelo ahora, si quieres puede ser después, cuando te sientas mejor- lo animó Pedro Pablo sobando su espalda, mientras Bosco sentía en su interior un familiar cosquilleo que el castaño ya reconocía muy bien; lamentablemente, aún no era el momento.

-Prefiero hacerlo de una vez, ya sabes, al mal paso darle prisa- respondió Bosco alejándose un poco de Pedro Pablo para quedar frente a él y poder verlo a los ojos mientras le hablaba.

-Bueno, dime, te escucho, amor- dijo el rizado con suavidad, acariciando su mejilla lentamente, haciendo que Bosco sonriera sin poder evitarlo.

-No sabes cómo te amo...- murmuró besando la palma de la mano de Pedro Pablo, provocando que el rizado también sonriera- En fin, una vez que llegué a rastras al hospital, me comenzaron a pedir un montón de datos, principalmente mi nombre y esas cosas, pero yo sabía que ahí sería el primer lugar en donde Giovanna intentaría buscarme, así que di un nombre falso y dije que me llamaba Luis Gerardo Avila- Pedro Pablo soltó una suave risita al escuchar el nombre falso que Bosco había dado.

Aprender a quererte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora