26. Quiero estudiarte

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-Bosco está aquí, no puedo irme sin darle alguna explicación- dijo Pedro Pablo pellizcando el puente de su nariz con frustración.

-Invéntale lo que sea, pero ven sin él, por favor- suplicó Salomón del otro lado de la línea.

-¿Y por qué no?, ¿qué estabas haciendo?- preguntó Pedro Pablo abriendo los ojos, imaginándose todo tipo de escenarios.

-Tú solo haz lo que te pido; tampoco es como que tengas que contarte todos los detalles de mi vida a tu novio, ¿o si?-

En eso Salomon tenía razón, pero aún así se sentía extraño ocultarle algo a Bosco: su relación siempre se había construido en la confianza mutua, y aunque no fuera algo relacionado con él, el hecho de saber que tenía prohibido contarle algo a su novio lo hacía sentir ligeramente ansioso.

-Esta bien, veré cómo le hago- dijo Pedro Pablo colgando la llamada.

Una vez que colgó, Pedro Pablo sintió ganas de golpearse la cabeza contra la pared: tal vez irse de ahí sin que Bosco sospechara algo no sería tan difícil, pero, ¿de dónde demonios iba a sacar cinco mil pesos, así, de la nada?

Su mente comenzó a trabajar a toda velocidad, pero no encontraba una solución más que pedirle el dinero a la única persona que tenía un capital para hacerlo: Bosco.

Pero, ¿cómo le iba a pedir ese dinero si no podía decirle para que lo necesitaba? Además, le daba mucha vergüenza pedirle dinero prestado: aún seguía siendo una inseguridad suya la diferencia de poder adquisitivo que ambos tenían.

-¿Está todo bien, Pepa?- preguntó si tía Paz viéndolo con una clara sospecha dibujada en el rostro.

Pedro Pablo asintió con rapidez sonriéndole a su tia -Si, claro, todo bien- respondió.

-¿Seguro? Te ves algo... inquieto-

-Estoy bien, no te preocupes- exclamó sonriendo- vamos adentro, nos están esperando-

Una vez dentro de la casa, Pedro Pablo pensó a toda velocidad la mejor forma de salir de ahí lo más rápido posible, preferentemente sin levantar sospechas y con cinco mil pesos en sus bolsillos.

No habían muchas opciones; las únicas personas en quienes confiaba lo suficiente estaban en esa habitación, y eran las mismas personas a quienes su hermano le había prohibido acudir por ayuda.

-Amor, ¿estás bien? Apenas y has tocado tu comida- le preguntó Bosco al oído con suavidad, poniendo su mano sobre su muslo.

El rizado se asustó al escuchar sus palabras, pues, por un momento, se había olvidado de que estaba ahí con él, de que había más personas en la habitación.

-Es que se me olvidó que tengo algo que hacer- dijo Pedro Pablo en voz alta, pensando que era ahora o nunca.

-¿Ahorita? Ya es de noche mijo- exclamó su mamá con una sonrisa confundida: Bosco estaba ahí con ellos, y él era la única persona por quien Pedro Pablo saldría a mitad de la noche para ver con urgencia.

-Ya sé, pero se me olvidó que Salo me pidió ayudarlo a revisar el boiler de doña Amparo, y tengo que ir hoy, si no, ya sabes cómo se pone la señora- mintió Pedro Pablo sintiendo el peso de la culpa en cada una de sus palabras.

-No hay problema, yo te acompaño-dijo Bosco con rapidez.

-¡No!- gritó Pedro Pablo sorprendiendo a todos ante su negativa- o sea, no es que no quiera, pero ya es tarde, Bosco; es mejor que vuelvas temprano a tu casa-

Bosco alzó una de sus cejas al entender las claras intenciones de su novio: Pedro Pablo lo acababa de correr de su casa de una forma muy educada.

Se sintió un poco triste, pues era algo que jamás había pasado, pero entendía que, durante esos días posteriores a la muerte de su abuela, Pedro Pablo aún necesitaba un poco de tiempo y espacio, y aunque habían tenido una conversación sobre eso, él sabía que no era momento de presionarlo o agobiarlo: Pedro Pablo le contaría si algo iba mal, justo cómo acababa de prometerle.

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⏰ Última actualización: 16 hours ago ⏰

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