18. Hoy te escribo

70 14 11
                                    

-Pepa, tienes que comer, entiendo lo que estás sintiendo, pero no puedes mal pasarte así- le dijo Salomon con suavidad, intentando animarlo un poco, lo cual, en esos días, era imposible.

Era el quinto día que pasaba desde que Bosco había desaparecido, o más bien, desde que alguien se lo había llevado.

Salomón ya no sabía que hacer para ayudar a su hermano, para ayudar a Gala; le dolía ver a dos de las personas más importantes de su vida yendo de un lado a otro como si fueran almas en pena sin ningún rumbo, sin vida en lo absoluto.

Pero, sin duda, el que más le preocupaba era su hermano; Gala se animaba un poco cuando intentaban distraer a Eder, cuando charlaba con sus amigas que iban de visita; en cambio, Pedro Pablo...

Su hermano no parecía encontrar consuelo en nada, ni en él, ni en los abrazos cariñosos de su mamá o de su abuelita; aceptaba sus mimos, pero lo hacía más pensando en no preocuparlas a ellas que porque realmente encontrara un poco de consuelo en ellas.

Pepa llevaba casi tres dias sin comer nada más que cereal con leche, que parecía ser lo único que le abría un poco el apetito, pero Salomón también observaba cómo la mirada de Pedro Pablo parecía hundirse más y más conforme pasaba el tiempo y seguían sin tener noticias de Bosco.

Su cuñado tenía que aparecer, por su bien y por el de todos los que estaban a su alrededor. A Salomón le daba pánico imaginar qué pasaría con Pepa si Bosco no aparecía, o si, peor aún, aparecía, pero solo para que pudieran darle un adiós definitivo.

Salomón sabía, como sabían todos los hermanos mayores que amaban a sus hermanos menores, que la cordura y la felicidad de Pepa dependía enteramente de qué Bosco volviera con bien, de que estuviera sano y salvo.

-¿Dónde crees que este?- preguntó su hermano en voz suave, con tanto dolor impregnado que le partía el corazón a cualquiera que lo escuchara hablar.

-No lo sé, Pepa- respondió con frustración, queriendo tener la respuesta a esa y a todas las preguntas de su hermano- pero vas a ver que pronto va a volver, pronto estará aquí, de nuevo, dando lata como siempre-

Pedro Pablo suspiró con desánimo -Él no quería ir al cine ese día- comenzó a decir- debí haberle hecho caso desde el principio y debimos quedarnos en casa ese día; de haberlo hecho, él estaría aquí, conmigo-

Salomón negó con la cabeza con rapidez- Pepa, si alguien estaba tras de él, tarde o temprano lo hubiera interceptado en cualquier otro lugar- exclamó con ternura, intentando consolar a su hermano.

-¿Dónde crees que este?- volvió a preguntar, esta vez más para sí mismo que para recibir una respuesta diferente.

-Va a volver pronto- respondió Salomon con firmeza.

-¿Crees que haya comido?- preguntó Pedro Pablo- ¿Crees que este herido, asustado?, ¿crees que piense en mí tanto como yo pienso en él?- las lágrimas comenzaron a salir, haciendo que Salomón se acercara con rapidez para abrazarlo, mal diciendo a quién fuera que les estaba haciendo este daño tan grande.

-Va a volver, Pepa; pero tú tienes que mantenerte fuerte para él, porque cuando vuelva te va a necesitar más que nunca- exclamó con suavidad en el tono, sin querer ser brusco con su hermano, pero algo desesperado al verlo así de mal.

-¿Dónde crees que este?- repitió Pedro Pablo, pero esta vez, Salomon ya no respondió, sino que se limitó a abrazarlo, intentando darle un consuelo a su hermano que, él sabía, no era suficiente.
__________

Doña Elvira estaba frente a frente con Fermín, el ex esposo de Paz, la nueva novia de Esteban.

El hombre aún era joven, y, porqué no decirlo, también bastante atractivo, pero desprendía un aura de misterio y algo de peligro que hacía que Elvira se sintiera levemente asustada al estar en su presencia, como si el hombre pudiera hacerle algo al hacer algún movimiento demasiado brusco.

Aprender a quererte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora