10. Quiero tenerte

190 15 11
                                    

"¿Puedo pasar por ti a tu casa a las cinco? Quiero que hablemos"

"¿Podría ser más temprano? Hoy tengo nocturna, entro a las seis"

"Pedro Pablo, tú dime la hora y yo estaré ahí"

"Ven a las dos"

"A las dos será. Te quiero"

Bosco se sentía ligeramente ansioso al no recibir ninguna respuesta a los "te quiero" que le enviaba a Pedro Pablo, pero, después de todo, lo entendía a la perfección. Cada vez que él se imaginaba la situación al revés, siendo Pedro Pablo quien lo hubiera citado en su casa para que después llegara alguna chica, o chico, a decir que ellos ya tenían planes previos, Bosco sentía que le hervía la sangre: no importaba que fuera una situación hipotética, Bosco había descubierto, a través de esas suposiciones, que dentro de él habitaba un chico bastante celoso.

Así que, entendiendo mejor a Pedro Pablo, Bosco estaba dispuesto a hacer todo lo que estuviera en sus manos para que el rizado creyera en la veracidad de sus sentimientos; no quería que esto que estaba comenzando terminara, y mucho menos quería que terminara gracias a malentendidos provocados por personas externas a su relación.

Eran casi las dos de la tarde cuando Bosco llegó al barrio, dispuesto a jugar sus mejores armas de convencimiento para que Pedro Pablo lo perdonara. Al llegar a la casa de los Roble, Bosco pudo escuchar, incluso desde afuera, el notable bullicio que se desarrollaba en el interior de aquella casa.

Al notarlo, sus nervios incrementaron: el bullicio significaba que, en esta ocasión, a diferencia de sus encuentros pasados, los Roble si estaban en casa, por lo que se darían cuenta de que había ido a buscar a Pedro Pablo. Bosco decidió que no le importaba; si las cosas salían de la manera en la que Bosco deseaba, no faltaba mucho tiempo para que ambas familias, la suya y la de Pedro Pablo, se enteraran de la relación que había entre ellos.

Bosco respiró profundamente antes de tocar la puerta, deseando con todas sus fuerzas que el cielo fuera bueno con él y fuera Pedro Pablo, o incluso Paz, quien abriera la puerta.

Claramente el mundo no estaba conspirando a su favor ese día, pues cuando la puerta de la casa de los Roble se abrió, Bosco se encontró con la mirada curiosa de Nandy, la tía de cariño de Pedro Pablo.

-Y ora, tú, ¿qué se te perdió por acá?- preguntó Nandy a modo de saludo, viendo por detrás de Bosco como si estuviera buscando a alguien más; seguramente pensaba que, la única manera en la que Bosco pisaría su casa, sería porque su papá lo obligara.

-Hola, ¿cómo estás, Nandy?- saludó Bosco, recordando todas las clases de etiqueta que había tomado de pequeño- Vengo a ver a Pedro Pablo-

Nandy se veía alto desconcertada y, por primera vez desde que Bosco la conocía, no parecía saber muy bien qué decir.

-Ahorita le hablo, pero creo que va a salir; me dijo que a las dos tenía algo que hacer- le contestó la mujer, saliendo de su estupor.

Bosco sonrió para sus adentros, pues verlo a él era eso que Pedro Pablo tenía que hacer a las dos de la tarde.

-Claro, aquí espero-

-No, cómo crees, pásale, estás en tu casa- le dijo Nandy con una sonrisa mientras lo dejaba pasar- ¡PEDRO PABLO!, ¡TE BUSCAN- gritó la mujer, asustando un poco a Bosco; en su opinión, la casa no era tan grande como para tener que pegar esos gritos, pero Bosco estaba buscando quedar bien con la familia Roble, así que no dijo ni una sola palabra.

-¡Voy!- gritó Pedro Pablo de una manera mucho más contenida de la que Nandy había utilizado, haciendo que Bosco sonriera con ternura sin saber muy bien porqué.

Aprender a quererte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora