23. Lo que te he esperado

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Las manos de Pedro Pablo comenzaron a tocarlo por todas partes, acariciando su piel bajo las capas de ropa que Bosco vestía y besando su cuello con un rastro de besos húmedos y calientes que estaban provocando que Bosco se sintiera abrumado con las sensaciones que el rizado le estaba haciendo sentir.

Hacía mucho que Pedro Pablo no lo besaba ni lo tocaba así, con ese deseo abrumador que hacía que la piel de Bosco se sintiera en llamas, deseando deshacerse de su ropa para poder sentir el alivio necesario con el tacto de la piel desnuda de su novio sobre la suya.

Y como si Pedro Pablo hubiera leído sus pensamientos, en un movimiento hábil se deshizo de su camisa de cuadros, a la vez que, con mucha destreza, le quitó a Bosco su propia playera, comenzando a acariciarlo con avidez, depositando besos húmedos sobre su pecho, sobre su abdomen.

Bosco se volvió un mar de suspiros ante cada una de las caricias que su novio le brindaba sobre su piel; aquella noche, Pedro Pablo parecía tener el poder de adivinar exactamente lo qué Bosco necesitaba para perder la cordura, dejándose envolver únicamente por la pasión que despertaba su novio en él.

El castaño no se quedaba atrás, depositando un rastro de besos húmedos en el cuello y la mandíbula de Pedro Pablo, quien ladeaba la cabeza para facilitarle el acceso a Bosco.

Bosco comenzó a sentir el calor expandirse por todo su cuerpo, concentrándose en una parte bastante específica de su anatomía, por lo que, sin perder el tiempo, llevó sus manos al botón del pantalón de Pedro Pablo para quitárselo; se arrepintió al instante, porque en el segundo en el que lo hizo, Pedro Pablo se separó de él, alejándose de él como si sus caricias lo quemaran.

-Discúlpame, me deje llevar- le dijo Pedro Pablo dándole la espalda, mientras intentaba recuperar un poco el control.

Bosco suspiró con pesadez, sintiéndose bastante frustrado con la situación - ¿Por qué te disculpas? Es justo lo que yo quiero que pase entre nosotros- exclamó con algo de molestia.

Pedro Pablo negó con la cabeza con rapidez, en claro desacuerdo con él -No es el momento, Bos- le dijo con suavidad- no quiero que te sientas presionado...-

Pero Bosco lo interrumpió, negándose a permitir que Pedro Pablo decidiera por él -Si no quieres hacer el amor conmigo, está bien, no te voy a obligar, pero no me pongas a mí como excusa- dijo Bosco con furia, mientras tomaba su playera para ponérsela de nuevo.

-No es eso, Bosco, y tú lo sabes- le dijo Pedro Pablo con suavidad- pero pasaste por una experiencia algo traumática con Giovanna, no quiero hacer algo que te asuste o te incomode-

Bosco lo vio con incredulidad, pesando en lo ridícula que era la situación -Yo nunca he dicho nada sobre tener un trauma por lo qué pasó con Giovanna- exclamó Bosco con firmeza- Mi trauma está más relacionado con el hecho de haber sido secuestrado que con haber tenido que aguantarme las ganas de vomitar para besar a Giovanna-

Pedro Pablo lo miro confundido -¿No fue algo desagradable para ti?, ¿algo que te causó, no lo sé, pesadillas por las noches?- le preguntó algo sorprendido.

-Mis pesadillas son sobre estar encerrado en un coche, con estar esposado, con escuchar la risa desquiciada de Giovanna o la voz de ese hombre diciéndome que te cortarían en pedacitos si no lo seguía; lo qué pasó con Giovanna... eso no tiene ningún lugar en mi memoria, no me interesa recordarlo ni en pesadillas porque no tuvo ningún significado para mi; hice lo que tenía que hacer para sobrevivir, es todo- respondió Bosco sentándose en la cama con los brazos cruzados.

Pedro Pablo se sentó junto a él, sin tocarlo, pero bastante cerca- Todo este tiempo he pensado en que, si me acercaba demasiado, podía recordarte todo lo que habías tenido que hacer; entiendo que fue por tu supervivencia, pero al final te forzaste a hacer algo que no querías- le dijo Pedro Pablo con suavidad.

Aprender a quererte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora