3. Algo raro por dentro

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Bosco había aprendido el sutil arte de apagar la mente por completo durante la mayor parte del día para evitar pensar en todas las cosas que le dolían, que le hacían daño: la muerte de su mamá, la decepción constante que le provocaba a su papá con su terrible toma de decisiones, el favoritismo de su papá por su hermana mayor y el constante rechazo que Bosco sentía de parte de la mayoría de su familia o amigos cada vez que intentaba ser él mismo.

Durante el día, Bosco se concentraba en trivialidades, en buscar pequeñas distracciones que taparan el enorme hueco que sentía en su corazón cada segundo de cada día: sus prácticas de esgrima, salidas con amigos que no le importaban un carajo, leer libros de fantasía, ver películas, salir con Gio de vez en cuando ante la insistencia agobiante de la chica. Pero era solo eso, una forma de tapar un hueco que no funcionaba porque, a la larga, el hueco no necesitaba taparse, necesitaba llenarse.

Gracias a que durante el día evitaba pensar en las cosas que dolían, esos pensamientos se agolpaban en su mente con completa fuerza durante las noches dando como resultado que, desde hace un par de años, Bosco hubiera comenzado a tener serios problemas para conciliar el sueño: pasaba horas en su cama dando vueltas sin poder ser capaz de pegar el ojo; no importaba cuantas técnicas de relajación hiciera o cuantas ovejas se pusiera a contar, Bosco simplemente era incapaz de apagar su cerebro por el suficiente tiempo como para poder quedarse dormido.

Y el problema de insomnio hacía que durante el día se sintiera irritable, ansioso y siempre en alerta, lo que provocaba conflictos con los demás debido a las reacciones poco amables que tenía y a lo fácil que era que se enojara por cualquier cosa después de haber dormido, en ocasiones, únicamente un par de horas en dos días.

Todo era una bola de nieve: su insomnio le provocaba problemas con los demás, lo que le generaba ansiedad por las noches, lo que le generaba más insomnio. Era un ciclo infinito y un cuento de nunca acabar; ya no sabía qué había sido primero, si el insomnio provocado por la ansiedad, o la ansiedad provocada por el insomnio, aunque el resultado era el mismo, no importaba si había sido primero el huevo o la gallina.

Sin embargo, Gio le había dado una solución bastante sencilla para su problema de insomnio hace algunos meses; era la única técnica que le funcionaba y que parecía estar dando resultados para controlar su ansiedad, tanto en el día, como en la noche: fumar.

Desde la primera calada que Bosco le dio al cigarro que Giovanna le ofreció tres meses atrás el día del aniversario de la muerte de su mamá, Bosco se había sentido fascinado ante la sensación de control y tranquilidad que encontró en el cigarro. El poder que sentía al ser él quien decidiera cómo, cuándo y dónde fumar lo hacía sentir increíble, por fin siendo él quien tomara las decisiones sobre si mismo; no los demás, no su ansiedad, sino él.

Su gusto por el cigarro aumentó con rapidez; ese primer día se fumó él solo una cajetilla entera y se sentía en la gloria, ni más ni menos. Bendita y desesperante Giovanna.

Sin embargo, Bosco sabía que si quería seguir fumando, debía ser un secreto para todos en su familia: exageraban mucho con todo y veían un peligro en cada cosa que él hacía por más inocente que fuera. Así que, decidió investigar para ver cómo podía disimular en olor que el cigarro impregnaría en él si seguía fumando y encontró la solución perfecta: el vapeador.

Vapear tenía muchísimas ventajas: no dejaba un olor desagradable ni en su aliento, ni en su ropa, por lo que lo podría hacer incluso dentro de su casa sin que nadie lo notara y justificaría el olor con un simple aromatizante; su papá no era tan inteligente como para sospechar y tampoco es como que le prestaba tanta atención como para notar algo nuevo en él o en su recamara; el cigarro no le afectaría en la esgrima, pues no le generaría una dependencia que lo hiciera más lento o menos ágil para practicar su deporte favorito. Y bueno, según lo que había leído, vapear era un poquito menos dañino que fumar un cigarro convencional. Bueno, eso último era mentira y Bosco lo sabía, pero por primera vez decidió fingir demencia e ignorancia por un bien mayor.

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