Libro 2. El descenso

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Con el dolor de la mortal herida,

de un agravio de amor me lamentaba,

y por ver si la muerte se llegaba

procuraba que fuese más crecida.


Toda en el mal el alma divertida,

pena por pena su dolor sumaba,

y en cada circunstancia ponderaba

que sobraban mil muertes a una vida.


Y cuando, al golpe de uno y otro tiro

rendido el corazón, daba penoso

señas de dar el último suspiro,

no sé con qué destino prodigioso

volví a mi acuerdo y dije: ¿qué me admiro?


¿Quién en amor ha sido más dichoso?


-De una reflexión cuerda de Sor Juana Inés de la Cruz

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