Capítulo XXIII. Justicia

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El gran día llegó, la gente se reunía en las calles para conglomerarse en la base de la pirámide en la que se encuentra el templo a Huitzilopochtli. Es una tarde agradable, el invierno está por llegar, el viento sopla con nobleza, y el sol se encuentra brillando en el cielo como el más bello astro de todos, pronto a llegar a su cénit.

El ambiente es festivo, las familias se acercan con alegría entre cantos y pláticas amenas, ajenos a lo que sólo la familia real conoce, al futuro incierto y a la amenaza latente que los acecha esperando el momento perfecto para destruir su paz.

Namjoon, Seokjin, Jisoo y Hoseok recorren la ciudad completa, cada centímetro de calle, casa por casa, templo, y escuela, asegurándose junto a un amplio grupo de guerreros de que nadie se quede fuera de la celebración, la única forma que tendrán para proteger sus vidas.

El resto del imponente ejército comienza a crear un cerco para acorralar a la gente y no perder de vista a nadie, ni una persona sale o entra una vez inicie la ceremonia. El pueblo entero de la nación de Soobin también se encuentra en el lugar, y sus guerreros trabajan en conjunto para protegerlos a todos.

Al asegurarse de que todas las personas se encuentran ya concentradas en el mismo lugar, la familia real se reúne en el palacio para dar inicio a la celebración, caminarán desde el palacio hasta el templo con solemnidad, encabezados por el Tlatoani.

En el interior del palacio estaban todos ya esperándolos, se acercaron y se sentaron en el salón principal frente a la imagen del dios de la guerra para pedirle que los proteja y ayude en esta importante misión.

Cada uno se encontraba con sus respectivas familias, por supuesto Jisoo al lado de Hoseok, lo único que les quedaba de su familia, además de los jóvenes guerreros.

De pronto Jungkook soltó un sollozo que no pudo contener más, se lanzó a los brazos de su alfa y se permitió llorar con un gran sentimiento de desespero y desolación, con el alma y el corazón roto por los eventos próximos.

Taehyung lo sostuvo con fuerza, dejando salir también una gran cantidad de lágrimas e intentando no desmoronarse, no quería darle esa imagen a su omega.

Todos miraban la escena con el corazón estrujado, pues todos entienden el sentimiento, claro que Jungkook perderá a su alma gemela, a su destinado, al amor de su vida, al padre de sus cachorros; pero Jisoo perderá a un hijo, Seokjin a un hermano, y el resto, a un amigo, protector y protegido, guía y seguidor, alguien con quien han compartido toda su vida, a quien vieron crecer, madurar y convertirse en el gran esposo y gobernante que ahora es, en el gran Huey Tlatoani.

Taehyung separó a Jungkook de su cuerpo, limpió las gotas saladas de sus mejillas con los pulgares, besó su labios, su nariz, su frente y sus párpados y sonrió. Bajó para acariciar su barriga en la que dejó un beso sonoro, acompañado de un quedo sollozo que ahogó un grito de impotencia.

-No importa a donde vaya, siempre los amaré y protegeré- levantó la mirada cristalina y suspiró -a los tres.

Se separó ante la mirada triste del resto, quienes no evitaron realizar una profunda reverencia como señal de máximo respeto, no sólo por la figura frente a ellos y lo que representa, sino por el sacrificio que conocen está a punto de cometer por ellos y por su pueblo entero.

Se acercó a Jin y lo abrazó, Jisoo se unió a la acción, se quedaron así unos segundos, después tomó por los hombros a su hermano, dejó un beso en su frente y lo miró a los ojos suplicando -cuida de mi familia por favor- se irguió y tomó su lugar.

Esperaron para que todos pudieran tranquilizarse y tomaron sus posiciones, Taehyung al frente con Namjoon y Hoseok a su lado, enseguida Jungkook y Jisoo, Seokjin, Yoongi y Sua, al final Jimin y Namjoon con Yuqi, pero Hoseok los detuvo.

Flor de JadeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora