La heredera había colocado el huevo de dragón entregado por Daemon frente a la chimenea de sus aposentos, en unas brasas para verlo a menudo.
Habían pasado varias noches desde que Sereyra mandó el cuervo a Viserys. Rhaenyra había decidido quedarse unos días con Alicent en Rocadragón. Viserys había aceptado sin problema, aunque a Otto i le había hecho ninguna gracia que su hija se mudara a Rocadragón junto a la heredera.
—Contadme. ¿Qué tal os va juntas? —preguntó Sereyra llegando al comedor para desayunar con las jóvenes.
Entonces las tres escucharon un aleteo y Ser Eneor entró en la sala.
—Tenéis otra visita, alteza —declaró Ser Eneor con una sonrisa. Quien durante los dia anteriores había sido puesto a día por Sereyra de todo lo que había pasado en La Capital.
—¿Será el tío Daemon? —preguntó Rhaenyra.
—No, sé perfectamente quién es —sonrió Sereyra. Y Ser Eneor la miró de manera pícara. —Ahora vuelvo —dijo la heredera.Esta salió del lugar apresurada y andó rápidamente hasta la entrada de los dragones, donde vio descender a la majestuosa dragona.
—Rhaenys —sonrió Sereyra. —¿A qué se debe el placer? Y buenos días Meleys —dijo la heredera con una sonrisa acariciando el hocico de esta. Rhaenys se sorprendió ante el acto y pensó que quizá se debía a la cercanía que Meleys tuvo a Sereyra mientras su madre vivía. Y a cuando las dos princesas eran mucho más que amigas años atrás.
Rhaenys bajó de Meleys con el pelo alborotado y le dedicó una sonrisa.
—Bueno, mis hijos han decidido navegar con su padre hoy y he pensado que quizá te apeteciera que desayunásemos juntas. ¿Te pillo en mal momento?
—No, de hecho tengo visita desde hace unos días. Si gustas acompañarnos. Sería un placer.
—Oh, no. No quisiera molestar. Si tienes visita no te preocupes, yo...
—Rhaenys —dijo Sereyra tomando su mano antes de que la princesa se volviera a Meleys. —Son mi sobrina y Alicent. Por favor, quédate.
—¿Estás segura?
—Completamente.Rhaenys sonrió y Sereyra, sujeta del brazo de la princesa, andó junto a ella hasta la fortaleza.
—¿Cómo está la herida?
—Mucho mejor. Gracias de nuevo.
—No son necesarias. Ya lo sabes.Ambas entraron al comedor bajo la fija mirada de Rhaenyra. Alicent, al contrario, trataba de no mirar para no incomodar a la heredera y la princesa. Sereyra soltó a Rhaenys y esta se sentó a su lado, frente a Alicent, quien se encontraba al lado de Rhaenyra.
—Buenos días, Rhaenys —dijo Rhaenyra.
—Buenos días Rhaenyra, Alicent.
—Buenos días alteza —dijo Alicent.—Alteza, es un placer teneros aquí de nuevo —declaró Ser Eneor antes de marcharse.
—Gracias —dijo Rhaenys.Aunque primeramente fue incómodo, posteriormente el desayuno se relajó y transcurrió tranquilamente entre las cuatro. Sereyra se encargaba de que las tres mujeres se sintieran igual de incluidas en la conversación.
Tras el desayuno, Rhaenyra y Alicent fueron a pasear por la playa, mientras, Sereyra. Se quedó a solas con Rhaenys.
—Desconocía que tenías residentes aquí.
—Otto ha intentado prometer a Alicent con mi hermano. La he declarado mi dama de compañía para que no pueda hacerlo. No quiero que ninguna mujer sea obligada a casarse con un hombre que no ama. No voy a dejar que la historia se repita mientras yo pueda evitarlo.Rhaenys se alejó unos pasos dirigiéndose hacia el ventanal del comedor y tomó aire profundamente.
—Ojalá alguien lo hubiera hecho por nosotras. Ojalá hubiera podido hacerlo por ti —añadió Sereyra haciendo que Rhaenys se girara para mirarla.
—Debes dejar el pasado en el pasado —dijo Rhaenys andando hacia ella y tomando sus manos.
—Si hubiera alguna manera de volverlo lo haría sin pensarlo.
—Yo no. Eres la mujer más poderosa de los siete reinos y la heredera al trono de hierro. Quizá de otro modo no habría sido así.
—No quería poder, Rhaenys. Te quería a ti.Rhaenys acarició la cara de Sereyra y posteriormente la abrazó con fuerza. La heredera apretó también a la princesa sintiendo en ella un remanso de paz.
—Yo también te quería —dijo Rhaenys.
—¿Ya no lo haces?
—Ojalá poder decirte que no. Pero no puedo mentirte. Mi mente no te deja ir un solo día...
—¿Y si pudiéramos cambiar las cosas?
—Es imposible.
—Nada lo es. Podrías casarte conmigo.
—¿Casarme contigo? Estoy casada con Corlys. Sereyra.
—Sí, lo sé. Pero he creado una ley que te permitiría divorciarte. Daemon la ha usado para separarse de Rhea. Permite a las mujeres y a los hombres romper los matrimonios impuestos y sobre todo a esas mujeres que han sido entregadas como moneda de cambio por los intereses políticos de sus familias.
—¿Y Corlys?
—Creí que no le querías.
—No le quiero, le temo. A saber qué haría si...
—No permitiría que hiciera nada.
—Podría haber una rebelión.
—La sosegaremos.
—Podría ponerse en duda tu ascenso al trono.
—Lo reafirmaré.
—Estás completamente demente.
—Esperaba muchas reacciones pero honestamente no había previsto esta...
—¿Qué quieres que te diga?
—¿Qué sí?
—Sereyra nos distanciamos durante años.
—Sí, cuando te casaste con ese imbecil.
—Acabamos de retomar propiamente el contacto.
—Es una alianza política. No podría encontrar a alguien mejor para que sea mi consorte. El trono era tuyo. Eres la mejor jineta, Meleys es la más rápida, era la dragona de mi madre, la conocí bien. Si tengo que desposarme me gustaría que fuera con alguien que apoye mis ideas y reformas.
—Es una decisión que no puedo tomar a la ligera —dijo Rhaenys girándose. Pero Sereyra entonces tomó sus manos evitándolo.
—No mereces a un hombre que vaya dejando bastardos por ahí en cada uno de sus viajes y que te castigue por no obedecer. Mereces a alguien que te sea devoto en cuerpo y alma.
—¿Cómo puedes decirlo con tanta seguridad? A penas nos hemos acercado.
—Solo te pido que lo pienses.
—¿Sabes cuántos pretendientes aspiran a tu mano?
—Ninguno de ellos me importa. Lo sabes bien. Jamás podría desposarme con nadie que no fueras tú.
—¿Y Mysaria? Sé que sois unidas.
—Es mi aliada y confidente pero nunca ha habido amor de ese tipo entre nosotras.
—Sereyra... ¿Por qué ahora? —preguntó Rhaenys sin entender el deseo de Sereyra.
—Porque jamás he dejado de quererte Rhaenys. Hablábamos de casarnos. De liderar juntas. Ahora podemos hacerlo. Y sé que tú también lo sientes. Quiero que reines conmigo, no solo por lo que pueda llegar a sentir. Sino porque sé que no hay nadie mejor.
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EL DRAGÓN DEL MAR (Rhaenys Targaryen)
RomanceDicen que su sombra al horizonte atemorizaba a los marineros. Que en cuanto la veían estos comenzaban a despedirse. Pues sabían que se trataba de sus últimos momentos en alta mar. Es dicho que los Targaryen están cerca de los dioses. Esto se debe a...