—Tenemos que hablar —dijo Rhaenys entrando a los aposentos de Sereyra sin siquiera llamar a la puerta.
—¿Te gusta este vestido para el torneo de tu día del nombre? Aún no está terminado, pero confío en que las costureras lo acaben a tiempo —dijo la joven mirándose al espejo con una sonrisa. Al ver la cara de Rhaenys a través del mismo, se giró con preocupación. —¿Qué ocurre?
—Jaehaerys me ha prometido —espetó Rhaenys.
—Y le has dicho que no —dijo Sereyra segura.
—No puedo decirle que no, es el rey.
—¿Qué? Pero...
—No me ha dejado elección. No me ha dado opción. Simplemente me ha avisado.
—No puedes hablar en serio.
—Me gustaría no hacerlo.
—Pero... ¿qué hay de mí? —dijo Sereyra bajándose de la pequeña tarima en la que estaba para mirarse al espejo. —¿Qué hay de nosotras? —preguntó con preocupación.
—Yo...
—Íbamos a casarnos, a gobernar juntas cuando fueras nombrada heredera.
—Ni si quiera creo que vaya a nombrarme heredera.
—Es tu derecho.
—Es el consejo quien decide. Me casará con la serpiente como premio de consolación y para aliarse con su flota.
—¡¿Qué?! —exclamó Sereyra incrédula. —¿Con Corlys? Pero no puedes permitir eso. Hablaré con él...
—Es inútil Sereyra.
—Podríamos comprometernos, como hicieron los conquistadores... Quizá Daemon nos ayude, si se casa conmigo o contigo podrá hacer cuanto le plazca y nosotras también.
—Ya está decidido —sentenció Rhaenys.
—O sea, que te has rendido... Que todo lo que prometimos fue una mentira.
—Las cosas cambian... Debo aceptar el destino que me ha tocado. Así funcionan las cosas.
—Si funcionan es porque lo permitimos. Hagamos algo. Huyamos a Rocadragón o... El reino me ama, algo podré hacer. Una rebelión quizá... Puedo hacer que Tiamat se coma a Corlys si me lo pides... —trató de decir Sereyra con desesperación.
—Sereyra, basta. Me casaré la próxima luna.
—Rhaenys...
—No hay más que hablar. Quería que te enteraras por mí...
—Márchate de mis aposentos.
—Lo siento...
—¡Ahora!La princesa Sereyra dio un portazo cuando Rhaenys se marchó. Rápidamente y devastada, se colocó una capa y salió por uno de los pasadizos de su habitación para dirigirse al único lugar que le generaba algo de tranquilidad en La Capital. La costa.
Corrió a través de callejones con los ojos empapados. Pero no pudo evitar percatarse de la presencia de una joven de más o menos su edad siendo arrastrada a través de una de las estrechas y concurridas calle. Nadie de su alrededor parecía dar importancia a lo que allí sucedía. Pero Sereyra lo hizo.
Mientras la joven de cabello oscuro trataba de zafarse con todas sus fuerzas sin éxito, la princesa sacó su espada y se dirigió sigilosa hasta ese hombre que no parecía estar haciendo demasiado esfuerzo para arrastrar a la delgada chica en contra de su voluntad.
Con un ágil movimiento aprendido de su hermano Daemon, Sereyra rebanó la mano del hombre en un corte limpio. Entonces, mientras el enorme hombre soltaba un alarido de dolor, Sereyra tiró de la joven.
—Sígueme —verbalizó antes de comenzar a correr.
La chica de cabello oscuro, sin muchas más opciones, obedeció a esa extraña joven que acaba de ayudarla.
Corrieron al rededor de algunas calles chocando con varios comerciantes que se quejaron por presencia de, hasta que llegaron a las faldas de pozodragon.
—Por aquí —dijo Sereyra entrando por un lugar oculto.
—¿Quién sois? —preguntó por fin la joven que la había estado siguiendo. Entonces Sereyra se quitó la capucha de su capa y dejó ver su larga cabellera blanca. Un suspiro sorpresivo se quedó atrapado en la garganta de la joven de pelo oscuro. —Sois la princesa.
—¿Y vos?
—Soy Mysaria.
—Vuestro acento no es de por aquí.
—Vengo de Lys.
—Estáis herida.
—No es nada. Puedo curarme sola.
—Permitidme ayudaros.
—¿Una princesa ayudando a una prostituta?
—¿Por eso te llevaba ese hombre?
—No, él intentaba tomarme sin mi consentimiento.
—Lo siento mucho —dijo Sereyra tomando una antorcha y andando hacia una diminuta estancia oculta en el interior de pozodragon en la que los maestres disponían de varios tónicos y remedios por si había algún accidente con los dragones.
—¿Tenéis dragón?
—No —dijo Sereyra. —¿Cómo os habéis herido de ese modo? —preguntó viendo una cicatriz al rededor del cuello de Mysaria.
—El mundo es cruel —dijo esta mientras Sereyra tomaba unas gasas y las envolvía con tónico al rededor de las heridas de sus piernas a causa de haber sido arrastrada por la calle y posteriormente aplicó un mejunje espeso en el moretón que se formaba en el brazo de la lysena debido a la manera en la que aquel hombre había apretado a la joven.—¿Me acompañáis a la fortaleza? —preguntó Sereyra.
—Una prostituta en la fortaleza. Seguro que al rey Jaehaerys le congratula.
—No se enterará. Tenéis una herida algo profunda en la pierna, supongo que por algún saliente en los adoquines. Me quedaría más tranquila si os la revisaran los maestres.
—¿Por qué no me juzgáis?
—¿Por qué lo haría?
—Soy una prostituta, alguien de baja cuna.
—Y yo una princesa. Hemos tenido la suerte y la desdicha de nacer donde nos ha tocado. Pero habéis sobrevivido. Y eso es de admirar. No creo que, dejando de lado la posiciones sociales, seamos tan diferentes.
—¿Hacéis esto por todas las chicas de La Capital?
—Siempre que puedo —sonrió Sereyra. —Pediré a los guardias de pozodragon que nos escolten. Poneros esto —dijo entregando su capa a Mysaria. Quedando ella en la ropa que usaba para montar a Tiamat. —Por si os reconocen. No quiero causaros problemas.Mysaria sonrió y Sereyra ascendió a la parte alta de pozodragon, donde los guardias se sorprendieron de verla, pero estaban acostumbrados a lo escurridiza que era la princesa. Por lo que rápidamente prepararon un carruaje que escoltaron hasta la fortaleza roja.
Al llegar al lugar, Sereyra se ocupó de entrar por un pasadizo casi desconocido para la mayoría de los que allí habitaban. Por suerte, la princesa Sereyra había pasado toda su infancia explorando y recorriendo los pasadizos junto a sus hermanos, Daemon y Viserys. Y también junto a la princesa Rhaenys.
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EL DRAGÓN DEL MAR (Rhaenys Targaryen)
RomanceDicen que su sombra al horizonte atemorizaba a los marineros. Que en cuanto la veían estos comenzaban a despedirse. Pues sabían que se trataba de sus últimos momentos en alta mar. Es dicho que los Targaryen están cerca de los dioses. Esto se debe a...