La ceremonia se celebró en una de las colinas de Rocadragón, siendo esta inspirada en las antiguas ceremonias Valyrias. A esta acudieron los hijos de Rhaenys. Rhaenyra, Alicent, Viserys y Daemon. Pues ambas deseaban algo completamente privado.
Tras la ceremonia se celebró un gran banquete familiar en el comedor de Rocadragón.
—Os felicito de corazón —dijo Ser Eneor a la heredera y Rhaenys.
—Gracias ser Eneor —dijo Sereyra con una sonrisa.
—Brindemos —dijo Viserys.Todos levantaron sus copas y brindaron con una sonrisa. La cena transcurrió tan favorablemente como la ceremonia y tras terminar, Sereyra y Rhaenys se retiraron a los aposentos de la primera, los cuáles ahora serían de ambas.
Pasaron una noche de bodas en la que apenas durmieron. Y los primeros rayos de luz las hicieron despertar, aún agotadas.
—Buenos días esposa mía —dijo Sereyra. Rhaenys entonces sonrió y besó a la heredera.
—Buenos días, querida esposa —dijo Rhaenys.
—¿Te he satisfecho durante nuestra noche de bodas? —preguntó Sereyra pícaramente.
—Satisfacer se queda corto, mi reina.
—Aún no soy reina.
—Siempre vas a ser mi reina —dijo Rhaenys besándola.Tras un momento, Sereyra pudo notar un crujido proveniente del huevo que Daemon le había regalado.
—Espera —dijo Sereyra llamando la atención de Rhaenys. La heredera se levantó y acercó con detenimiento y pudo ver una pequeña cabeza empujando el cascarón. Sereyra miró con sorpresa y vio cómo fácilmente la pringosa criatura terminó de romper el cascarón por completo.
Sereyra extendió su mano y la criatura trepó por esta hasta acurrucarse en el hombro de Sereyra.
Esta se giró y miró a Rhaenys con asombro. Quien se había incorporado en la cama.
—Parece que somos madres —bromeó Seryera.
Varios días pasaron hasta que Sereyra tuvo que viajar a La Capital. Las termas eran un éxito y planeaba implantar más medidas.
La heredera aprovechó para junto a Lord Westerling revisar cómo se encontraban las termas.
—Mysaria —saludó al verla entrar.
—Alteza. Os felicito por vuestro matrimonio. No se habla de otra cosa.
—Gracias. ¿Cómo va esto?
—Muy bien. Varias habitaciones están ocupadas por mujeres o madres con sus hijos. La ley se está cumpliendo y me piden que os traslade los agradecimientos.
—Venid, quiero que me deis noticias.Sereyra sonrió y se descalzó y se sentó en el borde de la escalera introduciendo sus pies en el agua. La mayoría de mujeres que ahí se encontraban observaban a la heredera. Mysaria se sentó a su lado del mismo modo y contó a Sereyra lo que había sucedido desde la ultima vez que visitó La Capital.
—Se rumorea una revuelta. Vuestro matrimonio ha sido bien acogido por algunos y odiado por otros. Incluidos aquellos a vuestros servicios.
—Dame nombres, por favor.
—Criston Cole. Planeaba faltar a su juramento como capa blanca y pedir vuestra mano.
—¿Qué?
—Eso se dice. También miembros del consejo, la mayoría. Y señores de grandes casas como Jason Lannister, Hobert Hightower y la serpiente marina.
—Entiendo a la serpiente, pero no entiendo por qué los otros creen que su opinión es relevante —dijo Sereyra. —Gracias, Mysaria.
—Gracias a vos.Mientras Sereyra se perdía mirando sus propios pies en el agua, notó un suave tirón de su vestido. Al girarse pudo ver a una niña vestida con harapos y muy delgada.
—Perdonadme alteza —dijo la madre corriendo hacia la pequeña.
—¿Eres la reina? —preguntó la niña antes de que su madre llegara hasta ella.
—Aún no —sonrió Sereyra. —Y no os preocupéis —sonrió a la madre. —¿Qué puedo hacer por vosotras?
—Oh, nada alteza, disponiendo este lugar habéis hecho suficiente —dijo tomando a la pequeña en sus brazos.
—Insisto —dijo Sereyra levantándose. —Pediré que manden más comida y añadiré más ropas de todos los tamaños. Si necesitáis algo hacédmelo saber, por favor.
—Gracias alteza sois muy noble —dijo la mujer cabizbaja.
—Podéis mirarme, no muerdo —sonrió la heredera.
—Agradezco que seáis vos la heredera —dijo la mujer.
—Espero estar a la altura. —sonrió Sereyra. —Mysaria. Debo irme. Tengo que hablar con el príncipe Daemon. Por favor. Avisadme de cualquier cosa, y también de lo que sea que necesitéis.
—Gracias alteza. Y dadlo por hecho.—Seréis una reina ejemplar —dijo Lord Westerling mientras caminaban hacia la fortaleza. —Y os felicito por el matrimonio.
—Os lo agradezco y... Eso espero.
—¿Sabéis cómo os apodan?
—Lo desconozco.
—El ángel del reino.
—¿El ángel del reino? ¿Así me llaman?
—Es como os ven. Muchos desean que ascendáis al trono.
—Me complace escucharlo. Renegaba del trono hace años pero... Ahora... Quiero lo mejor para mi pueblo. He nacido con unos privilegios increíbles mientras esta gente se mata por conseguir comida. Mientras nuestros guardias quitan manchas de sangre de sus espadas con los mejores cítricos ellos comen naranjas podridas como si fueran cerdos. Eso no pasará si yo reino. No lo permitiré.
—El reino tiene suerte de teneros.Sereyra sonrió y fue en busca de su hermano, el cual se encontraba en un salón de la fortaleza.
—Me mandaste un cuervo. Espero que sea importante.
—Quiero que viajes conmigo a Pentos.
—¿A Pentos? Yo no tengo nada que hacer en Pentos.
—Reclamemos Essos. Unamos los continentes. Seamos imparables.
—No es que la idea no me parezca sumamente atractiva, Daemon. Pero tenemos muchos problemas que solventar aquí antes de buscar otros lugares. Además, tengo que hablarlo con mi esposa —Dijo Sereyra, con esto último haciendo rodar los ojos a Daemon.
—¿La llamarás de ese modo hasta el fin de tus días?
—Es lo que es. Es mi esposa. Y suena muy bien.
—He perdido a mi hermana —bromeó Daemon. —Ahora babea por la princesa.
—No seas idiota —se quejó Sereyra.Tres días fueron los que pasaron hasta que la heredera pudo volver a Rocadragón en Tiamat.
—Rhaenys, cielo, he vuelto. He solventado todas mis tareas pendientes, he visitado las termas, hablado con Mysaria y Daemon tiene un plan para conquistar Essos —dijo Sereyra entrando al salón de Rocadragón y viendo a Rhaenys en él. Posteriormente andó hasta ella y le dio un ligero beso en los labios. —¿Novedades por aquí?
—Que te extrañé, pero no mucho más.
—Solo he estado fuera unos días. ¿Nyra está por aquí? No la vi en La Capital.
—Creo que ha ido con Alicent a Pentos, a la fortaleza de tu hermano allí.
—¿Y tus hijos?
—Laenor en alta mar, liderando barcos. Y Laena ha querido quedarse en Marcaderiva ahora que su padre está por ahí en el mar.
—¿Tenemos la fortaleza para nosotras solas? —preguntó Sereyra coqueta acariciando el cuello de Rhaenys con ambas manos.
—Eso parece, deberíamos aprovechar antes de que alguien decida aparecer —dijo antes de besar a Sereyra.Ambas se dedicaron a entregar placer a la otra en varias partes de la fortaleza hasta que finalmente llegaron a los aposentos que compartían. Ambas, agotadas, cayeron sobre la cama.
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EL DRAGÓN DEL MAR (Rhaenys Targaryen)
RomansaDicen que su sombra al horizonte atemorizaba a los marineros. Que en cuanto la veían estos comenzaban a despedirse. Pues sabían que se trataba de sus últimos momentos en alta mar. Es dicho que los Targaryen están cerca de los dioses. Esto se debe a...