Cuando Rhaenys y Seryera salieron de la cueva, una tormenta había estallado en la isla. Las princesas corrieron hacia la fortaleza mientras reían.
Tras darse un baño, la cena se llevó a cabo en el comedor de Rocadragón y a esta acudieron Sereyra, Rhaenys, Rhaenyra y Alicent.
Los truenos resonaban en la estancia y los relámpagos se reflejaban por todas partes.
—Guau, debemos ser muy importantes si has sacado el mejor marisco —declaró Rhaenyra.
—Lo sois, querida sobrina —declaró Sereyra.
—Muchas gracias por la cena —declaró Alicent.
—Es lo menos que puedo hacer. No podéis viajar en estas condiciones, ninguna. Es muy peligroso no me perdonaría que os pasara algo.
—Que generosa —dijo Rhaenyra de manera pícara para molestar a su tía.
—Rhaenys, ¿qué os parece, es de vuestro agrado? —preguntó Sereyra para desvistas en tema.
—Está todo magnifico. Jamás había comido un marisco como este.—Dicen que cada bocado es como hacerle el amor al mar —declaró Ser Eneor entrando. —Perdonad la interrupción. Los comerciantes no volverán hasta que amanece la tormenta alteza, están atracados en La Capital y esperan poder venir cuanto antes.
—Lo daba por hecho, no os preocupéis —dijo Sereyra. —La seguridad de mis hombres es lo primero.
—Disfrutad de la cena.
—Gracias Ser Eneor.—Yo creo que lo más similar a hacerle el amor al mar debe ser hacerlo con Sereyra —declaró Rhaenyra.
—¡Nyra! —se quejó la heredera.
—¿Qué? Eres casi una sirena.
—Estoy de acuerdo, dichoso el que logre entrar en el corazón de nuestra sirena —declaró Ser Eneor.
—Dadle alas —se quejó Sereyra y el pequeño conflicto aunque en tono bromista hizo reír a Rhaenys y Alicent no tardó en notar como la heredera y la princesa se miraban.—Bueno, ¿a vosotras os gusta? —preguntó Sereyra a Alicent y Rhaenyra.
—Está todo magnifico —dijo Alicent. —La princesa Rhaenys tiene razón, jamás había comido algo así.
—¿Y el vino?
—El vino es un espectáculo en el paladar —declaró Rhaenys.
—Me alegro de que os guste.Pasaron la cena entre charlas amenas hasta que todas habían terminado. Rhaenyra y Alicent anunciaron que irían a la biblioteca de la fortaleza, Rhaenys se marchó a sus aposentos en dicha fortaleza y Seryera, tras solventar unos asuntos. Decidió ir en busca de la princesa.
La heredera llegó hasta los aposentos de Rhaenys y tocó a la puerta antes de entrar.
—Adelante —dijo Rhaenys. Quien no se sorprendió al ver a Sereyra. Esta última se acercó a Rhaenys viéndola en el tocador deshaciendo el peinado que había lucido en la cena, entonces movió las manos de la princesa y continuó ella misma deshaciéndolo.
Rhaenys la miró a través del espejo, mientras Sereyra deshacía trenzas y quitaba alfileres.
Ambas se encontraban en silencio bajo el tintineo de las velas y la brisa que se colaba por la ventana entreabierta mientras se escuchaba la tormenta desatada fuera. Sereyra terminó y tomó el cepillo para terminar de desenredar alguno nudos que podían quedar en el pelo de la princesa. Rhaenys entonces sintió una sensación indescriptible en el pecho. Era solo un gesto, pero ese gesto le hizo sentir que realmente nadie nunca había cuidado de ella, más que su madre y su abuela en vida. Durante un segundo, su estado de alerta se disipó, había olvidado la última vez que eso había pasado, sería solo una niña para entonces. Pérdida en sus pensamientos, volvió su cabeza a la tierra cuando notó un beso de Sereyra en su mejilla.
La heredera se alejó y se sirvió un poco de vino sentándose en el sillón de la habitación.
—Me gusta tu pelo así —dijo Sereyra mientras Rhaenys la miraba a través del espejo.
—¿Así?
—Suelto, liso... Te queda muy bien. Los elaborados recogidos también. Pero estás muy bella al natural.
—No me hagas esto —pidió Rhaenys girándose sin levantarse.Entonces Sereyra se levantó extrañada y se acercó a ella.
—¿El qué? —preguntó llegando a su lado y colocando la mano en su hombro. Rhaenys colocó su mano sobre la de la heredera y la miró a los ojos.
—Tratarme así de bien.
—¿Quieres que te trate mal? —preguntó bromista colocando un mechón de pelo de Rhaenys tras su oreja con su mano libre.
—Sabes a lo que me refiero.
—Decidas lo que decidas respecto a mi propuesta, lo que siento por ti no cambiará. Te he dicho que te quiero y es cierto. No te trataré mal si prefieres mantener en orden tu vida. Sé que una separación y convertirte en consorte puede ser abrumador y peligroso.
—No temo a los peligros que conlleve, temo a vivir otro matrimonio en el que reinen las infidelidades, los bastardos y la sumisión.
—Yo jamás... —dijo Sereyra arrodillándose ante ella y tomando la cara de Rhaenys con sus dos manos. —Jamás osaría mancillarte de esta manera. Jamás pretendería que te sumieras ante mí y jamás miraría a otra persona que no fueses tú.
—No puedes saberlo ¿y si te enamoraras de alguien más? ¿Qué hay de Mysaria?
—Olvídate de Mysaria. Eso no pasará. Tendrás mi lealtad hasta el día de mi muerte.
—Sereyra...
—No voy a intentar convencerte, si lo haces quiero que sea porque quieres hacerlo. Sé lo que se dice en la corte de mí. Que soy una maldita engreida que solo se escucha a sí misma... Y quizá tengan razón.
—No la tienen, Sereyra. He visto como te preocupas por los demás. Por el pueblo, por los niños...
—La cosa es que... Eres la excepción a cualquiera de las reglas que me haya auto impuesto en algún momento. Siento que estoy loca porque he teñido años para olvidarte y no he sido capaz de hacerlo.
—Entiendo esa sensación —dijo Rhaenys acariciando la cara de la heredera.
—Me gustaría no tener que besarte a escondidas... Me gustaría que todos te respetaran como mereces, que te vean como la reina que debiste ser.Rhaenys tiró levemente de Sereyra y unió sus labios en un profundo beso cargado de significado para ambas. La heredera se sentó en el regazo de la princesa y cuando se separó de los labios de esta la miró a los ojos.
—Es precipitado, pero me honraría ser tu consorte —dijo Rhaenys sacándole una sonrisa a Sereyra. Esta tomó su cara y volvió a besarla.
Rhaenys sintió una felicidad creciente en su pecho, no supo descifrar si era por salir de un matrimonio sometido en el que había pasado la mayor parte de su vida, por haber recuperado a Sereyra, por como está la hacía sentir, a salvo y querida. O por una mezcla de todas ellas y más sensaciones que la heredera al trono de hierro despertaba en ella.
—Prefiero que lo pienses antes de dar una respuesta a Viserys.
—Lo he hecho durante toda la cena —aseguró Rhaenys. —No he pensado en otra cosa desde que lo mencionaste.
—Te juro, Rhaenys. Que no volverás a someterte ante nadie. Ni si quiera ante mí. Cuando sea coronada, tendremos igualdad en los poderes y decisiones.
—No es necesario, yo renuncié al trono hace mucho tiempo ya...
—Insisto. No quiero que me debas nada ni que estés por debajo de mí. Te quiero a mi altura. A mi lado.Rhaenys sonrió y besó de nuevo a Sereyra. Nadie jamás se había preocupado por ella de esa manera. Corlys era un marinero ansioso de poder que haría lo que fuera por obtenerlo. La primera vez que la princesa se enteró de una infidelidad, le rompió el alma. Pero posteriormente eso se convirtió en ira. No lo amaba. Y odiaba el haberse sometido a tal matrimonio para posteriormente recibir una infidelidad tras otra en cada uno de los viajes de su marido.
—Corlys sería capaz de desatar una guerra por esto —dijo Rhaenys al separarse.
—Lucharía contra él de buen grado si eso me permitiera sostener tu mano —dijo Sereyra.Rhaenys supo que estaba perdida cuando los profundos ojos violeta de Sereyra la atraparon más que cualquier otra cosa. Pero lo que de verdad hizo que se percatada de que estaba perdiendo la cordura es que: quería creerla. Quería creer que lo que la heredera le estaba diciendo era verdad. Que desataría una guerra por ella, que la adoraría y sería su cómplice hasta el día que la muerte las hiciera separarse. Al final, era lo que la princesa siempre había deseado, aunque jamás lo habría dicho en voz alta pues se había forjado una gran coraza e imagen en la corte en la que demostraba no depender de nadie, y no lo hacía. Pero eso no cambiaba el hecho de que deseaba ser profundamente amada. Profundamente amada por la mujer a la que profundamente amaba.
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EL DRAGÓN DEL MAR (Rhaenys Targaryen)
RomanceDicen que su sombra al horizonte atemorizaba a los marineros. Que en cuanto la veían estos comenzaban a despedirse. Pues sabían que se trataba de sus últimos momentos en alta mar. Es dicho que los Targaryen están cerca de los dioses. Esto se debe a...