—¿Lo hacéis para castigarme? —preguntó Rhaenys a Sereyra al verla entrar al comedor cuando este se encontraba completamente desolado.
—Buenos días para vos también. ¿Qué os ha traído a La Capital? —preguntó Sereyra ignorando su pregunta.
—Un cuervo de vuestro hermano pidiéndome asistencia a la reunión del consejo.
—¿El día en que viajo a ver a Mysaria?
—No creáis que todo gira en torno a vos.
—Sois vos la que habéis dicho que lo hacía para castigaros.
—La vi besándoos.
—Y ¿qué queréis? —preguntó Sereyra.
—Nada, nada en absoluto.
—Mejor.
—Viserys no me mandó.
—Ya lo sé. Mandó a Harrold. Y le dijisteis que vos os ocupabais.
—Quería comprobar que estabais bien. Y vi que lo estabais.
—No vayáis por ahí —advirtió Sereyra. —No tenéis derecho a reclamarme nada.
—En eso tenéis razón. No os estoy reclamando. —dijo Rhaenys. Y el doble sentido de su frase hizo a Sereyra soltar una risa amarga y rodar sus ojos.
—De cualquier manera, os agradezco que me destrozarais. Gracias a eso conocí a mi mayor aliada.
—Mysaria.
—Ajá.
—Aliada, amante, prostituta... Una verdadera joya. Y hablando de joyas, no he podido evitar ver que porta el colgante que os regalaron en Lys en honor a Tiamat.
—Es lysena. Quería que recordara su hogar.
—Que amable acto.
—Podéis ir al grano, princesa. Estas incógnitas son absurdas. —dijo Sereyra tomando una manzana y a dándole un mordisco.
—No quiero una enemistad con vos.
—Ya os he dicho que no la hay.
—Decidle a Daemon que os enseñe a mentir. Tras lo de la otra noche creí que...
—Pues no. Mejor que no creáis nada.
—Sereyra...
—Fue un error. Dormir abrazadas como si nada... No estuvo bien. Estáis casada.
—Sabéis perfectamente que mi matrimonio es para con la corte —dijo Rhaenys tomando las manos de Sereyra.
—Tengo que irme —dijo Sereyra soltándola y abandonando la estancia.Sereyra de dirigió al patio donde encontró la Laena, Laenor y Rhaenyra practicando con la espada juntos. Mientras tanto Alicent los observaba desde un palco algo elevado.
—¿Espías a mi sobrina? —preguntó Sereyra sonriente a Alicent.
—Alteza —saludó Alicent con una sonrisa.
—¿Cómo os va?
—No sé de lo que habláis, alteza —dijo Alicent nerviosa. Entonces Sereyra apoyó la mano en el hombro de esta.
—Nyra me lo ha contado. Tranquila. Podéis confiar en mí.
—Gracias Sereyra —dijo Alicent con sinceridad.Sereyra le dedicó una sonris y bajó con los más jóvenes. Desenvainó su espada y se puso en guardia. Rápidamente, Laenor fue el primero en hacer chocar su espada con la de Sereyra.
Los tres practicaron durante un rato, hasta que Rhaenys llegó al palco junto a Alicent.
Al hacerlo, lo primero que vio fue a Sereyra en el patio de entrenamiento luchando con Laena, Laenor y Rhaenyra.—Ataca mi pierna, tienes que estar pendiente de que partes no estoy cubriendo —dijo Sereyra a Laenor.
—Mejor no —dijo Laenor. —No quiero que se abra tu herida.
—Muy cortés por tu parte —sonrió Sereyra.
—Laenor tiene razón, ya deberías descansar —dijo Rhaenyra.
—Me encantaría llevaros la contraria, pero tenéis razón.
—¿Celebrarás tu día del nombre? —preguntó Laena.
—Viserys ya me avisó anoche de que había preparado un baile en mi honor el viernes a si que no tengo elección.
—Me alegro —dijo Rhaenyra. —Quedan tres dias, pásalos aquí.
—Tengo que volver. Tengo cosas que hacer en Rocadragón. Pero estaré aquí el viernes por la mañana.
—Debéis descansar princesa —dijo Rhaenys desde el palco atrayendo la atención de Sereyra.
—Estaré bien atendida —dijo Sereyra antes de antes de abandonar el lugar. Como un dardo envenenado que se clavó en Rhaenys.La heredera se dirigió a hablar con Harrold Westerling y juntos planearon una redada para la noche siguiente. Tras ello mandaron un cuervo a Mysaria para avisarla y su respuesta no tardó en llegar.
La noche siguiente, Sereyra, Harrold y los capas dorada a cargo de Daemon por orden del mismo partieron al lugar de la redada.
Seryera entró junto a Mysaria y Harrold sabiendo que había capas dorada de confianza en todas las entradas.
—Es el momento, alteza. Lady Mysaria y vos deberíais marcharos. Esto puede ser peligroso —dijo Harrold.
—¿Pretendéis que os abandone? —preguntó Seryera.
—Hay guardias de confianza en todas las entradas. Atacarán en cualquier momento. Deberíais...Antes de que Harrold Westerling pudiera continuar, los guardias irrumpieron en el lugar, sembrando el caos en segundos. Sereyra se echó hacia detrás y tiró de Mysaria para evitar que los capas dorada la arrollaran.
—Salgamos de aquí —dijo Mysaria tirando de Seryera intentando encontrar la entrada menos concurrida, pues sabía que aunque estuviera custodiada, al ver que se trataba de la heredera, la dejarían salir.
Mysaria tiró con fuerza de Sereyra y corrió esquivando personas y recibiendo algún golpe hasta intentar llegar a la salida más cercana. Pero alguien tiró de la heredera y le quitó la capa, dejando a la vista su característico cabello blanco.
Seryera trató de correr pero justo cuando estaba a punto de salir escuchó el llanto de un niño y no pudo evitar girarse. Soltó a Mysaria y divisó a una niña llorando aterrorizada en una esquina en el suelo.
—¡Sereyra! —exclamó Mysaria yendo tras ella al ver que la heredera corría en dirección contraria a la salida. Esta tomó a la pequeña que a penas tendría dos dias del nombre en sus brazos y se volvió viendo a Mysaria junto a ella, quien volvió a tirar de la heredera, entonces Harrold llegó Hasta ellas y las escoltó a toda prisa hasta que ambas lograron llegar hasta los guardias y salir del lugar que se había plagado de golpes y gritos.
Varios guardias las rodearon en una calle poco transitada mientras los demás terminaban en el lugar.
—¡Alteza! —exclamó Mysaria tomando a La Niña en sus brazos al ver sangre en el abdomen de Sereyra de nuevo. —Buscad a su madre. ¡Vamos! —ordenó a dos de los capas doradas. Quienes rápidamente se marcharon.
—Estoy bien, ha debido reabrirse.
—No debisteis venir, os advertí —dijo Harrold.
—Estoy bien.
—De ese modo, esa herida no sanará nunca —dijo Daemon apareciendo.
—Daemon —dijo Sereyra al verlo.
—No iba a perderme tal redada —dijo el apodado príncipe canalla. —Yo lo dirijo. Debes irte —dijo sin poder evitar mirar a Mysaria detenidamente durante un momento.
—¿Seguro? —preguntó Sereyra.
—Vete a que te miren esa herida o te llevo a rastras. Pasado mañana debes estar bien. Es tu día del nombre.
—Mis chicas buscarán a la madre de la niña o algún lugar seguro para ella —dijo Mysaria.
—¿Segura? —preguntó Sereyra.
—Descuidad.
—Os escoltamos, nos queda de camino. Y estoy bien, ha parado de sangrar. Solo se ha abierto un poco.Harrold negó ante el poco cuidado de Sereyra pero aceptó acompañar a Lady Mysaria a su casa y continuar a la fortaleza con la heredera.
—Por favor —pidió Seryera. —No digáis nada a mi hermano. Avisad solo al gran maestre.
—Como ordenéis, mi señora —aseguró Harrold Westerling dejando a la heredera en sus aposentos y marchándose en busca del gran maestre.
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EL DRAGÓN DEL MAR (Rhaenys Targaryen)
RomanceDicen que su sombra al horizonte atemorizaba a los marineros. Que en cuanto la veían estos comenzaban a despedirse. Pues sabían que se trataba de sus últimos momentos en alta mar. Es dicho que los Targaryen están cerca de los dioses. Esto se debe a...