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El baile del día del nombre de Sereyra llegó veloz. Esta había pasado el día anterior en absoluto reposo y completamente vigilada por el gran maestre y Daemon. Quien tras llevar a su hermana buenas noticias sobre el ajusticiamiento, se negó a separarse de ella durante todo el día.

El vestido de Sereyra era un espectáculo a la vista. Este era de un color rojo sangre que contrastaba con sus ojos violetas y portaba detalles dorados que brillaban con la luz de las velas.

La heredera llevaba el cabello completamente liso, con un pequeño semirrecogido.

Había invitado a Mysaria, pues, aunque muchos habían oído hablar de ella tanto por su nombre como por su apodo "gusano blanco" eran pocos los que conocían verdaderamente su rostro. Y Sereyra, al ser su aliada, quería que asistiera.

Sereyra charló con su hermano Viserys, su sobrina, los hijos de Rhaenys y con Daemon. Hasta que vio entrar a Lady Mysaria además de a otros invitados y se dirigió a ella para saludarla.

—Habéis venido.
—No es mi ambiente preferido, alteza.
—Lo sé. Pero también sé que sois lista y no desaprovechareis esta oportunidad.
—Me conocéis mejor de lo que pensaba.
—Son muchos años trabajando juntas.
—No he tenido ocasión de agradeceros lo que hicisteis en ese lupanar.
—No tenéis nada que agradecer, me debo a mi pueblo.

La música sonaba alta y todo el mundo comenzó a animarse a bailar. Sereyra continuó charlando con Mysaria durante un rato, hasta que Rhaenys se acercó a ella, Mysaria dirigió una mirada a Seryera y se marchó a otra parte del salón dejando a solas a la heredera con la princesa. Tan a solas cómo podían estar en medio de un salón de baile completamente abarrotado.

En medio de la multitud que bailaba sin prestar atención a las dos mujeres. Rhaenys se acercó a Sereyra.

—¿Sabe vuestro hermano de quien se trata?
—¿Me amenazáis? —preguntó Sereyra a Rhaenys.
—Solo os pregunto.
—¿Sabe vuestro marido que me perseguís por la fortaleza? No creo que le complazca, no soy de su agrado.
—¿La deseáis? —preguntó Rhaenys en alto Valyrio.
—¿Os importa lo que desee? ¿Después de todos estos años? —respondió incrédula Sereyra del mismo modo.
—Sabéis que mis sentimientos nunca cambiaron. —Reconoció Rhaenys.
—¿Pretendéis que os crea? Venís a mí tras años. Estando casada a decirme esto. ¿Cuál es vuestro fin? ¿Torturarme?
—Jamás sería esa mi intención.
—¿Cuál es entonces? —Preguntó Sereyra con ira acercándose más a Rhaenys. —Hablad.
—Me gustaría saberlo pero ni yo misma lo tengo claro.
—Os arrepentís. Os gustaría reclamarme ante esta panda de lamebotas. Por eso no soportáis cada vez que me veís cerca de Mysaria. Os gustaría marcarme para que todos supieran que os pertenezco. Pero no os atrevéis ¿o me equivoco? —Declaró Sereyra con firmeza y seguridad. —Hacedlo, entonces. Voy armada y no me costaría escabullirme y llevaros a Rocadragón. Hacedlo. —retó la heredera tomando a Rhaenys por sorpresa, esta tomó su cara durante un momento con rabia, o eso creía. Pero lo que de verdad sentía era un cúmulo de emociones reprimidas durante demasiados años como para contarlos.

Al otro lado del salón, en la gran mesa. Daemon parecía ser el único de la familia Targaryen que se había percatado de la escena. Y observaba con suma atención.

Rhaenys tomó aire y soltó la cara de Sereyra con brusquedad.

—Eso creía —dijo la heredera abandonando el salón de baile.

Sereyra salió y se dirigió a uno de los jardines, en el que se detuvo para tomar aire e intentar calmarse. Pocos Segundos más tarde, escuchó pasos tras ella.

—Si me lo permitís, alteza —dijo Mysaria.
—Mysaria, pasad —dijo Sereyra sentándose en uno de los bancos de piedra del jardín.
—Habéis dado un buen número.
—¿Creéis que alguien lo ha visto? Aunque para ser honesta, poco me importa.
—Todos estaban demasiado borrachos como para darse cuenta y los que no lo estaban bailaban. Aunque me pareció ver a vuestro hermano observándoos con detenimiento.
—¿Cuál de ellos?
—Daemon —dijo Mysaria.
—Ese no me preocupa —confesó Sereyra.
—La princesa me vio salir tras vos.
—Que piense lo que quiera. No importa. Escogió su camino, yo puedo escoger el mío.

Antes de que Mysaria pudiera decir nada, Rhaenys apareció tras ella.

—Me retiro alteza. Tengo que solventar asuntos en mi casa.
—Harrold Westerling os escoltará junto a otro guardia. —dijo Sereyra.
—Gracias —dijo Mysaria antes de abandonar el lugar.

—Necesito hablar con vos —dijo Rhaenys.
—Decidme, princesa —dijo Sereyra poniéndose en pie, girándose y mirándola fijamente.
—Mi mayor error ha sido no contaros la verdad —dijo Rhaenys.
—No sé qué decís.
—La verdad sobre lo que pasó.
—Hablé con Jaehaerys, Rhaenys. Poco después de que me confesarais vuestro compromiso. ¿Sabéis que me dijo? Que aceptasteis de buen grado. Que no os perturbó en absoluto la notica. Durante mucho quise creer que lo habíais hecho porque le temíais, pero ahora creo que quizá lo que queríais era poder y ponerlo de vuestro lado para ser nombrada sucesora.
—¡Jaehaerys te mintió, Sereyra! —exclamó Rhaenys llegando a entender el resentimiento de la heredera al trono de hierro.
—¿Por qué lo haría? —preguntó Sereyra.
—Porque eras su favorita —dijo Rhaenys dejando a un lado las formalidades y hablando con sinceridad. —¿Quieres saber la verdad? ¿Lo que me dijo? Sospechaba de nosotras. Me amenazó. Me enfrenté a él cuando intentó comprometerme. Y como vio que no daria mi brazo a torcer me dijo que si no era yo, sería a ti a quien casara con Corlys. Necesitaba una alianza con él y prefirió sacrificarme a mí. Pero aún así fue capaz de amenazarme conociendo el amor que nos unía. Y sabía que sería capaz de hacerlo. Sabía que la serpiente y tú habíais tenido altercados por Tiamat. No te habría puesto en esa tesitura. Preferí aceptar y evitar el conflicto aunque con ello sacrificará mi felicidad.

Sereyra tuvo que sujetarse en el banco en el que anteriormente se encontraba para procesar la palabra a que acababan de salir por la boca de la princesa Rhaenys.

EL DRAGÓN DEL MAR (Rhaenys Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora