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Rhaenys tomó la cintura de Sereyra y la pegó más a ella. Apretando la llemas de sus dedos en el cuerpo de ella. Disfrutando de su tacto aún por encima de la fina tela que cubría su piel. Y deseando poder deshacerse de dicha tela en la mayor brevedad posible. La heredera se sentía como una pluma esperando ser llevada por el viento, en este caso por la princesa. Quería que Rhaenys la tomara y la llevara a donde quisiera. Quería olvidar las formalidades y las distancias. Volver a sentirse suya.

Sereyra se encontraba inmóvil, mirando a Rhaenys, llevando sus ojos de los de la princesa a la boca de la misma una y otra vez. Tentándola. Queriendo que Rhaneys no aguantara más y la besara por todas partes.

Rhaenys tomó con una de sus manos la cara de Sereyra y acarició su mejilla apretando esta. No había cuidado entre ambas. Deseaban poseerse, reclamarse. No tenían tiempo para perder en delicadeza. Y aun así ninguna terminaba de cerrar la distancia que las separaba. Torturándose mutuamente y torturándose a sí mismas.

Sereyra, porque quería tentar a Rhaenys hasta que la reclamara, hasta que la hiciera sentir suya de nuevo. Y Rhaenys porque ni si quiera sabía por dónde empezar. Estaba tan perdida en Sereyra, fuera de sus propios cabales. En ese momento solo deseaba tomar a la heredera una y otra vez. Llevársela consigo para siempre y hacer que jamás se separara de su lado. Como desde un primer momento en su juventud ambas quisieron. Como verdaderamente debió haber sido.

Rhaenys se acercó bruscamente para besar a Sereyra pero se detuvo antes de rozar sus labios, a milímetros de estos. Ambas podían sentir el aliento y las respiraciones pesadas de la otra.

Sereyra cerró los ojos por un momento deseando que Rhaenys la besada de una vez. La princesa rodeaba su cintura y con la otra mano pasaba el pulgar con su mejilla ejerciendo un poco de fuerza que indicaba el deseo frustrado que ninguna daba paso a liberar.

Rhaenys se acercó un poco MAs con la boca abierta y Sereyra separó sus labios preparándolos para ser atrapados por los de Rhaenys. Pero eso no pasó. Rhaenys lograba estar tan cerca pero sin llegar a tocarla. 

Sereyra no iba a dar el primer paso, pese a que los segundos se le estuvieran haciendo el eternos. Quería que Rhaenys fuera la que se atreviera, que la tomara, que la poseyera.

La princesa apretó un poco más la cintura de Sereyra contra su cuerpo y esta no pudo evitar dejar salir el ligero gemido que llevaba callando desde el primer roce con Rhaenys. Esta, aprovechó el gemido de Sereyra y la besó profundamente. Como jamás se habían besado, como jamás había sido besada por nadie.

La heredera enrolló los brazos en el cuello de Rhaenys mientras esta la tomaba de la cintura.

Ambas se separaron cuando la falta de aire se hizo notable en sus aceleradas respiraciones. Entonces Rhaenys tomó los extremos de la bata de Sereyra y la miró pidieron permiso para abrirla. Esta colocó sus manos sobre las de Rhaenys y las movió para que la desnudara.

La finísima bata cayó al suelo y el cuerpo de Sereyra quedó completamente desnudo ante Rhaenys. Esta acarició su abdomen y paseo su mano hasta llegar a su espalda. Acercó a la heredera a su cuerpo y besó cuidadosamente el hombro de esta.

Seryera entendió su cuello para darle acceso a Rhaenys. Quien dio besos desde el hombro de la heredera hasta el lóbulo de su oreja. Deteniéndose para dejar un mordisco en su cuello.

—Tienes demasiada ropa —gimió Sereyra llevando sus manos a la espalda de Rhaenys para tratar de deshacer las cintas de su vestido.

Cuando finalmente consiguió deshacer los nudos, sacó los brazos de la princesa del vestido y lo dejó caer al suelo, haciendo que esta quedara simplemente en un camisón interior tan fino que marcaba cada parte de su cuerpo.

Rápidamente Sereyra se deshizo también de este, y al hacerlo, Rhaenys tiró de ella sintiendo por fin la piel desnuda de Sereyra contra la suya.

La heredera tiró de Rhaenys e hizo que ambas cayeran en la cama sin separar los labios de la otra.

Rhaenys se separó de los labios de Sereyra, viendo como esta fruncía el ceño ante el acto, pero rápidamente su semblante cambió a una expresión de placer cuando la princesa se sentó en su entrepierna. Uniendo sus humedades y comenzando a moverse contra ella. Montándola, tomándola, reclamándola como si de un dragón se tratase.

Porque la realidad es que Sereyra jamás había dejado de ser suya. Al igual que Rhaenys jamás dejó de ser de Sereyra.

Rápidamente la habitación se llenó de gemidos de placer. El sonido de sus humedades chocando entre sí solo hacía que el placer de ambas se multiplicara.

Rhaenys deseaba ver la cara de placer de Sereyra por el resto de sus días. Aún conocía cada centímetro de su cuerpo. Y pudo notar cuando la heredera estaba cerca de alcanzar su pico.

—Aún no —ordenó Rhaenys moviéndose contra ella mientras la miraba a los ojos. —Espérame —ordenó.

Sereyra asintió con un gemido y arqueó su espalda tratando de retrasar su orgasmo. Quería venir con ella, obtener el tan anhelado placer junto a Rhaenys.
Pero era tan difícil esperar cuando la tenía moviéndose deliciosamente contra ella.

Rhaenys se movió durante unos segundos más, hasta  que por sus gemidos, Sereyra supo que estaba cerca.

—Ya... Ven. —dijo Rhaenys, y sin dejar de moverse contra ella, se inclinó para besarla. Seryera entonces se permitió liberarse y ambas consiguieron obtener el ansiado orgasmo a la par. Gimiendo en la boca de la otra.

Cuando ambas alcanzaron el primer pico de la noche, Rhaenys se bajó de Sereyra y se colocó a su lado.

Sereyra se giro, quedando de frente a Rhaenys y tomó su cara para besarla profundamente. Aún estaban sin aliento y alteradas. Pero ninguna iba a  desperdiciar un solo segundo de la compañía de la otra.

EL DRAGÓN DEL MAR (Rhaenys Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora