Extra II Parte I

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El cumpleaños de Kim

Nicolás Meyer

—¡Sindicato, sindicato! —gritaba Paris corriendo por toda la alfombra. 

—¿Qué le pasa a tu hermana? —Le pregunté a Fernanda. 

—Quiere que expulsen a la profe de matemáticas —respondió mientras comía su pan con huevo—. Dice que es una vieja pesada.

—Papi, quiero plata. 

Miré hacia abajo. Un pequeño rubiecito me sacudía la pierna. 

—¿Y tú para qué quieres plata?

—Pa darle flores a mami por su cumpleaños. Quiero un ramo graaaaande. 

—Vale. Pronto iremos todos al supermercado a comprarle cosas a su madre, ¿vale? 

—¡¡Sííí!! ¡¡De compras, de compras!! —Dylan fue a abrazar a Paris y ambos dieron saltitos. 

Sonreí y seguí preparando el desayuno. Bajo un bostezo, exprimí una naranja mientras escuchaba como Fer hablaba por videollamada con sus dos amigas inseparables. Los Barker y los Gallagher eran familias amigas de nosotros, así que entre todos nos veíamos muy seguido y las chicas aprovechaban de comadrear. Porque ya ni siquiera jugaban, ahora todo era puro chisme y hablar de... agh, chicos. 

Rodé los ojos y me sacudió un escalofrío. 

—Amigisima, es que yo estoy segura de que a Miles le gusta Martina porque Miles se pone rojo cuando se ven y Martina igual, pero no se da cuenta y el otro día los vi conversando y Miles se ponía nervioso y Martina igual, entonces los dos se colocaban nerviosos y hasta yo me puse nerviosa. 

Vale, Fernanda escribía de maravilla, pero cuando hablaba, lo hacía muy rápido y se desconfiguraba. 

—¡Amigisima, podemos encerrarlos a ambos en una habitación para que se den su primer beso! —dijo su amiga, y creo que era Taylen. 

Aproveché de probar el jugo de naranja. 

—Oye... ¿Y tú ya diste tu primer beso, Tay? 

—No, iugh. No me gusta el contacto humano. ¿Y tú ya te besaste con alguien? 

—¡Pues claro! he dado dos besos. 

Escupí todo el jugo. 

¡¡QUÉÉ!!

—¡Oh, debo colgarte, es que mi papá está atorado con el jugo, te llamo después, amiguisima! 

Como era de esperarse, dio la vuelta por la isla de la cocina y me empezó a dar palmaditas en la espalda. Este pobre hombre necesitaba ayuda, pero de la otra clase de ayuda. Necesitaba a mi naranjosa para resolver el problema de mi hija besucona. 

—¡Papá! ¿¿estás bien??

—S-sí, claro, era solo agua, no... no pasa nada —carraspeé—. Solo... necesito un momento de reflexión. 

—¿Momento de reflexión? ¡Por qué! —Fer soltó una risita. 

Porque quiero mandarle un raquetazo al besador anónimo. 

Vientos de Abril 🤎 Completa ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora