Capítulo 7

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—¿Qué pensaste cuando me viste por primera vez? —pregunta

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—¿Qué pensaste cuando me viste por primera vez? —pregunta.

—¿Te lo digo a secas? —busco aprobación para continuar y la obtengo con un leve gesto de su cabeza—. Que eras un cretino, arrogante y altanero. Lo sigo pensando, pero ahora también creo que eres... soportable.

Se peina con los dedos hacia atrás y se echa a reír por mi comentario. Supongo que yo no me lo tomaría igual si fuera en sentido opuesto.

—Me toca. ¿Por qué tu novia no está aquí y por qué la dejaste tirada para llevarme a casa anoche?

—Eso son dos preguntas. —ladea la cabeza y me observa con detenimiento.

—No, es una de esas preguntas que tienen un "argumente su respuesta".

—Susana no es mi novia. Es una amiga y puede cuidarse sola. Además, mandé a alguien para que la recogiera en la discoteca, no la dejé tirada.

—Yo también puedo cuidarme sola —rebato, haciendo un puchero que después deshago al ver su mirada en mi boca.

—Tengo varios argumentos sólidos que podrían desarmarte esa teoría, pero dejaré que sigas auto consolándote. Entonces, es mi turno, ¿verdad? —se aclara la garganta y sopesa su próxima pregunta—. Si extrañas tanto Nueva York, ¿qué haces viviendo sola en Las Vegas?

Pierdo los colores. Un jarro de agua fría me hiela y el estómago se me va al piso. Hayden me mira impaciente esperando mi respuesta, pero un nudo gigante se ha instalado en mi garganta y no me deja hablar. No estoy preparada para mentirle también. No funciona así, mi cabeza no logra hilar nada. Normalmente me preparo un guion para esta clase de situaciones, pero ahora estoy en blanco.

—Veto —digo, atragantándome con mi propia saliva, y creo que nota la metida de pata porque toda su cara se desfigura con algo parecido a la confusión.

—Disculpen —se acerca la muchacha de uniforme rojo—. ¿Desean algo en específico para cenar? El chef se dispone a servir el menú.

Hayden me mira buscando una respuesta y niego con la cabeza. La muchacha se retira con una sonrisa y la tensión entre nosotros se vuelve incómoda otra vez. Dos personas uniformadas salen de la parte trasera del avión y montan un mini bufé. No tengo hambre, pero Hayden me reprende varias veces y me obligo a comer algo más que pan y mantequilla. Las últimas dos horas de vuelo las pasamos en silencio prácticamente. Él vuelve de lleno a su trabajo en la laptop y yo me entretengo con un libro que tomé de un pequeño librero al lado del sofá. Un policiaco ambientado en Madrid bastante turbio y escalofriante que consigue abstraerme de la realidad.

—En cinco minutos estaremos aterrizando en la villa, señor —anuncia la aeromoza y se queda embelesada mirando a Hayden, quien no hace más que un leve gesto de asentimiento, y ella se retira.

Me coloco el cinturón y fijo la hora en mi celular. Son las diez de la noche. Estoy cansada y lo único que quiero es dormir. Nuestras miradas se cruzan por un leve lapso de tiempo que vuelve el aire pesado. No sé por qué me resulta incómodo y tampoco sé por qué tengo la sensación de que si lo miro a los ojos podría leer todo lo que escondo, hasta el último de mis pensamientos. El avión aterriza en una pista privada sobre una azotea. Dejo el libro en su lugar, cojo mi maleta y salgo casi corriendo con sus pasos a mi espalda.

Noche de Junio (+18) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora