Capítulo 13

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—Hola

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—Hola. —dice Lorena al otro lado de la línea—. ¿Te acabas de levantar?

—Sí. —me restriego los ojos y me siento en la orilla de la cama con el teléfono en el oído—. Salí tarde del trabajo anoche, estaba cansada.

Siento un bufido al otro lado. La conozco tanto que puedo imaginar su cara en estos momentos.

—No sé por qué albergo la esperanza de que un día me llames diciendo que lo dejaste.

—Eso no va a pasar. —me aprieto el puente de la nariz, no quiero tener esta conversación de nuevo—. He descubierto algunas cosas en estos días y ahora más que nunca siento que puedo tener algo.

—Cuéntame.

—Quizás después. —trato de evitar el tema, aunque sé que no funcionará. Lorena es insistente cuando quiere algo.

—Vamos. —se queja—. Necesito saber algo. No es justo que me tengas así.

—Bien. Alguien me contactó. —continúo—. Una mujer. Dice que tenía una relación con mi padre.

—¿Cómo? —inquiere desconcertada.

—Sí. Yo tampoco sabía nada, pero está dispuesta a ayudarme. Si resulta ser cierto, creo que podría ser beneficioso.

—¿Y si no lo es? ¿Y si es una trampa, no sé?

—Supongo que tendré que averiguarlo en el camino. Hay algo más. —me aclaro la garganta, sé que no debo decirle esto pero necesito hablar con alguien o siento que explotaré.

—Vamos, habla. —indaga Lorena.

—Creo que Hamilton está relacionado con la trata de blancas. —mi voz es un murmullo.

Del otro lado de la línea hay silencio. La garganta se me cierra; no lo tenía que haber dicho. Siento su respiración agitada...

—Te lo voy a decir una sola vez. —advierte en tono amenazante—. No pienso apoyarte en esto. Vuelve de inmediato, Sophia. No puedes meterte ahí. No lo puedes hacer, ¿me oíste? Desiste de una vez, ya es suficiente.

—No grites, por favor. —le suplico—. Te puede oír alguien.

—No me importa. No pienso dejar que te maten, ¿me entiendes? Así tenga que ir a buscarte y arrastrarte por los pelos. —se le quiebra la voz—. Quiero a mi amiga aquí.

Me froto la sien. No quiero una pelea, pero ¿qué esperaba al contárselo? ¿Que lo aceptara tan campante? Claro que no lo haría, qué idiota. ¿Para qué hablo?

—...no quiero volverte a ver en una caja, o que esos hijos de puta te desaparezcan. Con esto no se juega, ya no. Entiéndelo. Es muy peligroso.

—No pienso retroceder.

—Pues lo harás. —afirma y siento cómo está a punto de llorar—. Lo harás, o olvídate de mí. Tú primero y que el mundo se vaya a la mierda, recuérdalo.

Noche de Junio (+18) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora