Capítulo 1

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'Nadie está preparado para que, en menos de 48 horas, su vida dé un giro de 180 grados; y cuando digo nadie, me incluyo a mí como la primera

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'Nadie está preparado para que, en menos de 48 horas, su vida dé un giro de 180 grados; y cuando digo nadie, me incluyo a mí como la primera.'

Todo se torció desde que intenté salir de Londres. A punto de abordar, nos informaron que el vuelo no despegaría debido a una falla técnica. Con educación, una empleada nos anunció que sería reprogramado para la mañana siguiente, obligándome a pasar la noche en un hotel. Estábamos en plena temporada alta y encontrar una habitación no fue tarea fácil como te puedes imaginar.

Volé casi ocho horas de Londres a Nueva York en un vuelo lleno de turbulencias y con un niño detrás que no dejaba de patear mi asiento. Para colmo, el dolor de cabeza me martirizaba y el reajuste del vuelo me dejaba a dos escasas horas antes de la gala que había estado preparando durante meses.
¿No crees que pueda ir a peor?
'Sí, amiga, lo hace.'

Y aquí estoy entonces, atrapada en un atasco de cuarenta y cinco minutos en el caótico tráfico de Nueva York.

El rostro sonriente de Lorena aparece en la pantalla de mi teléfono junto a un timbre molesto que ella había puesto en broma y que nunca quitó.

—¿Si te digo que no llegaré a tiempo me matarías? —le pregunto.

—Hola a ti también, y sí, claro que te mataría.

—El tráfico está horrible. No he comido nada y el dolor de cabeza me está matando.

Estiro la mano para aflojar la cinta en mi cabeza y me dejo caer en el respaldo del coche. Mi cuerpo protesta por el cansancio y mi cabeza a punto de estallar se ve martirizada por el insufrible sonido de los coches y los gritos de los conductores, quienes no entienden que, por más fuerte que toquen el claxon, nadie puede moverse.

—Ve a casa. Descansa y cuando estés lista pasamos por ti. Todo está organizado aquí, venir ahora sería en vano.

—¿Estás segura de que no necesitas mi ayuda?

—Ya te dije que no, polilla. Todo está bajo control. Ve y descansa un poco.

—Te quiero mucho.

—Lo sé. Ahora debo colgar, mamá me está llamando.

—Nos vemos en un rato, Lore.

Lilian, la mamá de Lorena, es la organizadora de la gala anual que se celebra cada 20 de mayo. Todos los años, el dinero recaudado se destina a una fundación contra el cáncer de mama. Este año es especial para mí; seis largos años de lucha contra esa espantosa enfermedad terminaron llevándose a mi madre para siempre, y también cambiaron a mi padre, que nunca volvió a ser el mismo. Como resultado, yo tampoco lo soy.

El atasco se disipa lentamente y logro salir unos quince minutos antes. Cambio la dirección en el GPS y me dirijo a Pelham, un pintoresco pueblo neoyorquino a menos de media hora de Manhattan, donde nos mudamos tres meses después del funeral.
El lugar parece sacado de una típica película americana, con casas no tan lujosas pero un poco por encima del estándar estadounidense. La imagen aceptable para el círculo social de mi padre ha dictado casi toda mi vida, desde las escuelas a las que asistí, hasta las amistades y la carrera de administración de empresas que detestaba. Todo se convirtió en parte de su obsesión por mantener un estatus que, según él, nos garantizaría tranquilidad y un futuro decente.

Noche de Junio (+18) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora