Emma Cooper.
Grecia suspira feliz cuando salimos de nuestra última clase. Caminamos juntas hacia mi casillero donde buscamos mi bolso y la caja de cupcakes que, con suerte, está intacta. No ha sido un día caluroso, por eso se han mantenido.
—Odio tener que dárselos todos a mi papá, pero es mi única opción. Aunque... ¿notará mucho si falta uno?
—Sí, se notará —respondo con una sonrisa.
—En ese caso tendrás que hacerme esta noche otra docena de cupcakes para mí, así me los como yo todos. Pero esta vez no te desveles ¿vale? —Grecia me sostiene del mentón y observa las bolsas sobre mis ojos con desaprobación—. ¿A qué hora decidiste hacerlos de todos modos? Es la primera vez que son tan notorias.
Suspiro, desviando mi mirada y dándome la vuelta para cerrar mi casillero.
Grecia no sabe lo sucedido con Christian. Aunque venía con toda la intención de contarle al respecto, las palabras de mi padre me dejaron pensativa y con un nudo en el pecho enorme. Contárselo a Grecia después de ello, habría logrado que comenzase a llorar, de eso estoy segura, pero ahora que he notado su preocupación, decido contarle.
—La primera tanda que hice se quemó —explico, volviendo a mirarla.
—¿Cómo que se te quemaron? —Su ceño se frunce—. Tú no dejas que las cosas se te quemen, las horneas a la perfección.
—No cuando tengo a Christian distrayéndome. —Comienzo a caminar para ser detenida por el brazo de Grecia de una forma tan brusca que casi dejo caer la caja con los cupcakes—. Grecia.
—¿Cómo que te distrajo? Emma, ¿qué pasó?
—Él, bueno... me besó.
Ella chilla de una forma que casi me deja sorda.
—¿Por qué apenas estás contándome eso? Fue tu primer beso, Emma, por Dios ¡Finalmente!
—¿Puedes bajar la voz? No tengo intención de que todos aquí se enteren —digo caminando más rápido para salir de allí, lejos de algunas miradas indeseadas.
—No puedes esperar otra reacción de mí cuando has mantenido esto en secreto durante todo el día. —Grecia me alcanza, igualando mi paso—. ¿Es que acaso no pensabas decírmelo?
—Viendo tu reacción, pues me lo habría guardado hasta estar en el auto.
—¿Querías tener un accidente, Emma? Porque eso era lo que iba a ocurrir si me lanzabas esa bomba mientras conducía. —Nos detenemos cuando ella me toma del brazo de nuevo, a escasos pasos de la entrada principal—. Pero estamos vivas, lo que significa que quieres algo más ¿cierto?
—Grecia, por favor.
—Vamos, Emma, finalmente estás viviendo algo que he estado esperando por los últimos dos años. Necesito detalles.
—¿Puedo dártelos en el auto? No quiero que todo el mundo acá se entere de lo que sucede.
—Vale, pero más vale que sean detalles jugosos. —Grecia entrelaza su brazo con el mío y terminamos de salir del edifico escolar—. Sigo esperando una fotografía, por cierto.
—Creo que te vas a quedar esperándola —bromeo, solo para molestarla. Sonrío, volteando al frente, deteniéndome de golpe sin poder creer lo que ven mis ojos—. O no...
Al otro lado de la calle, puedo identificar a Christian, de brazos cruzados, recostado sobre su auto, su cabello despeinado, su vestimenta negra atrayendo miradas de algunas chicas que continúan sentadas fuera de la escuela, pero sus ojos están posados en mí.
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Solo un postre
Romance"El amor entra por el estómago", es una de las cosas que Emma Cooper siempre recuerda escuchar decir a su madre. Hecho que corroboró de primera mano con sus padres, pues vio cómo ella, antes de morir, cada día se desvivía por prepararle postres deli...