Capítulo 28

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Emma Cooper.

—Llámame cualquier cosa ¿entendido?

—Sí —respondo separándome del abrazo de Grecia—. Perdón por meterte en esto.

—Lo que sea por ver a mi mejor amiga feliz —afirma con una sonrisa que se refleja en sus ojos.

No sé qué está pasando, pero sé que algo ha cambiado. Es notorio para mí que algo ha sido diferente en las últimas semanas, mas no le he preguntado porque quiero que se sienta libre de contármelo por su cuenta. De lo que sí estoy segura es de que no tiene nada que ver con Luke, que, aunque ella me asegura que aún están juntos, apenas y los veo mirarse entre clases.

—También te quiero ver feliz. —Me atrevo a decir, intentando con eso sonsacar algo de información.

Ella solo se limita a señalar detrás de mí con su cabeza.

—Será mejor que no lo hagas esperar más, así que ya váyanse y recuerda que nos veremos mañana aquí en el café. —Señala detrás de ella—. Así te llevo a casa y tu papá no sospecha.

—En serio eres la mejor.

—Sí que lo soy —alardea sonriendo—. Anda, ve. Disfruta de la noche.

—Te quiero —musito antes de voltearme para caminar hacia Christian que espera recostado en su auto.

—¡Hazlo gritar de placer, Emma!

Siento mis mejillas enrojecer, Christian ríe sacudiendo su cabeza y detrás de mí oigo la característica carcajada de mi amiga.

—Lamento eso, ella simplemente no tiene control sobre sus palabras —expreso cuando me detengo frente a él.

—No tengo problemas con Grecia, rubia. —Como todo un caballero, abre la puerta del auto para mí—. Aunque a quien quiero oír gritando de placer, es a ti —añade cuando estoy subiéndome al auto.

Mis ojos buscan los suyos y el fuego que consigo en su oscurecida mirada hace que los músculos de mi vientre se contraigan ante la anticipación de lo que viene, que intuyo, será intenso. Muy intenso.

Al ver que no digo nada, Christian me da un casto beso en los labios y espera a que termine de sentarme en el asiento del copiloto para cerrar la puerta y rodear el auto. Nos ponemos en marcha una vez está sentado detrás del volante y conduce por las calles de la ciudad con dirección al mar, sosteniendo nuestras manos entrelazadas en todo momento.

Minutos después entramos al estacionamiento de un hotel pequeño y un tanto rudimentario. Solo hay dos autos más aparcados en los lugares que tienen entrada directa a lo que parece ser una habitación con vista al mar, cosa que compruebo cuando Christian me ayuda a bajar del auto, me quita el bolso que llevo en la mano y entra sin preguntar a lo que en realidad es una minicabaña.

Un sofá, una mesa pequeña y una diminuta cocina con nevera ejecutiva y otros electrodomésticos decoran el espacio que es un poco más grande de lo que habría creído. Al final hay un ventanal con vista al mar y una escalera de caracol que lleva al piso superior, que es a donde Christian me guía. Arriba, gran parte del espacio está cubierto por una inmensa cama de sábanas rojas y en el balcón, un jacuzzi que ya se encuentra burbujeando junto a una mesita que contiene una botella de lo que parece champagne con dos copas.

—¿Te apetece un baño? —ronronea Christian abrazándome desde la espalda.

—No he traído bañador —comento mientras él comienza a tirar de mi vestido hacia arriba.

—No creo que lo necesites.

Alzo mis brazos para que termine de sacarlo, dejándome en solo bragas y sandalias de tacón. Sus manos de inmediato cubren mis pechos y yo alzo mis brazos para rodear su cuello, curveando mi espalda para enaltecer mis senos, sin cohibirme en absoluto como solía hacerlo, pues he descubierto que le encanta mi cuerpo y lo adora de una manera especial, que me hace sentir cómoda con cada una de las cosas que decide hacerme.

Solo un postreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora