Capítulo 32

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Emma Cooper.

El irritante sonido de la alarma al sonar me despierta de inmediato. Es molesto porque no es mi alarma la que suena, es la de Christian, quien anoche insistió en quedarse a dormir en mi habitación, cosa que en ese momento me pareció tierna y no tuve tiempo a refutar porque estaba demasiado ocupada disfrutando de la forma en que se introducía en mi interior.

Ahora es que me doy cuenta de que no fue una buena decisión.

Sobre todo, porque él continúa dormido, cubriendo mi cuerpo desnudo con el suyo, imposibilitándome siquiera poder levantarme.

—Christian, despierta —susurro moviendo mi mano por su rostro. Se remueve incómodo, presionando contra mi costado su erección matutina, mas no se despierta—. Christian...

—Cinco minutos más.

—En cinco minutos mi padre podría levantarse y cacharte saliendo de mi habitación, y tú, tienes cita con el endocrinólogo hoy —le recuerdo.

Suspira con molestia y se mueve a un lado.

—Necesito otra noche contigo fuera. Odio no poder despertar y hacer lo primero que se me cruza por la mente cuando aún no estoy del todo consciente.

—¿Y eso sería?

—Hacerte mía.

Sonrío, dejo un beso en sus labios y salgo de la cama no sin antes darle un vistazo a la pequeña carpa que se ha formado debajo de la sábana.

—Por favor ten cuidado al salir, aprovecharé para darme una larga ducha. —Después de todo, no colocó la alarma tan temprano como habría pensado.

No espero respuesta de su parte y solo me introduzco al baño, donde lavo mis dientes, hago mis necesidades y luego entro a la ducha bajo el chorro de agua caliente que empapa cada centímetro de mi piel en pocos segundos. Utilizo el champú en mi cabello dos veces, lo enjuago y aplico un poco de acondicionador. Hacía días que no lo hacía en la mañana porque me estaba levantando con el tiempo justo para tomar una ducha rápida gracias a mis desvelos junto a Christian, pero el día de hoy, se me antoja disfrutar del baño al máximo.

Exfolio mi piel y utilizo crema hidratante, el gel de baño le sigue sobre la esponja para distribuirlo por todo mi cuerpo, cosa que hago con los ojos cerrados imaginando por un segundo que son las manos de Christian las que acarician mi piel, recreando la ducha que tomamos juntos en el hotel. Suspiro, comprendiendo sus ganas de querer repetir esa noche, donde no hubo prisas, ni salidas a hurtadillas, solo él y yo, como una pareja normal sin el secreto de nuestra relación.

Abro mis ojos para enjuagar la espuma de mi piel, deteniéndome cuando lo veo de pie, todavía desnudo, recostado contra la puerta del baño cerrada y cruzado de brazos, con la ropa tirada junto a él en el suelo y la erección mucho más firme que la que tenía hace un rato.

—Pensé que te habías ido —digo sin dejar de apreciar su piel llena de tinta.

En nuestra noche en el hotel, intenté descifrar algunos de sus tatuajes, pero lo cierto es que son tantos, que es difícil distinguir dónde acaba uno e inicia otro, pero sí alcancé a vislumbrar algunos edificios icónicos, animales y algunas flores típicas de la región donde estuviese al momento de hacerse el tatuaje; su manera de traer el mundo que conoció consigo a Seattle, donde creyó que no sería tan feliz como lo era viajando.

—Estaba por irme —expresa acercándose—. Venía a despedirme cuando te vi tan concentrada, acariciando tu piel, que fue inevitable para mí no quedarme hipnotizado con tu belleza. —Con cada palabra, da un paso más hasta abrir la pequeña puerta de vidrio que nos separa. Entra conmigo a la ducha, cierra la puerta y desliza su mirada por mi cuerpo lleno de espuma—. Ahora no parece ser suficiente con solo verte. —Su dedo acaricia mi cuello y desciende por mi pecho.

Solo un postreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora